Una cuidadora EN PRIMERA LÍNEA
Una cuidadora EN PRIMERA LÍNEA cuestión para mí fue una bandera y dije: “Ya, aquí está el problema yo quiero ayudar a que se acabe el Sename”. En la foto, con Martina.
Esa tarde del 18 de octubre de 2019, Mag-“Me obsesioné con entender quién era el encapuchado que iba con máscaras de respiración para las bombas lacrimógenas, con el puntero láser en una mano, con una piedra en la otra”. dalena Sierra estaba en una reunión con académicos cuando se enteró de que los problemas en el metro se estaban agudizando.
Los escolares llevaban varios días evadiendo el pago en protesta al alza del pasaje en 30 pesos, pero ese viernes la manifestación se masificó y las autoridades ordenaron un cierre progresivo de estaciones, mientras aumentaba el número de personas protestando en las calles de Santiago. Todavía no se quemaba nada, era el tema de los torniquetes y no mucho más recuerda Magdalena Sierra, quien es directora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae.
Pero cuando supimos que estaban yendo a Plaza Italia, tomamos la decisión de que se fueran todos a sus casas, porque la gente que trabaja en la facultad, el personal de aseo, las secretarias, se mueven en el metro y la mayoría lo hace desde muy lejos.
En las horas siguientes el centro se quedaría sin locomoción colectiva, la Alameda se llenaría de barricadas, arderían primero los tachos de basura, luego los escaños y vehículos y más tarde hasta un edificio de 17 pisos. En la madrugada seguirían ese derrotero trenes y 20 estaciones de metro, que luego subirían a 70 por toda la capital, a los que se agregarían supermercados, templos, establecimientos educacionales, hoteles, teatros.
Esa noche tuvimos un encuentro entre los apoderados porque estábamos preparando la primera comunión de mi hijo mayor y nos juntamos en la casa de una persona cerca de acá dice la arquitecta sentada en el sillón de su hogar, en Las Condes. No pudimos hacer el grupo de reflexión porque evidentemente las noticias no paraban y empezamos a hablar de eso. Ahí se hicieron comentarios muy desafortunados. Uno que no olvida fue el de un apoderado que dijo que aún con la anunciada alza, el pasaje del metro capitalino seguiría siendo más barato que el de otros países desarrollados. Yo tomé una actitud muy de observadora y no quise emitir mucho comentario al principio porque me golpeó el estallido en el sentido de fondo, en la sensación de injusticia plantea. A mí todas las demandas me hacían sentido: la educación, la salud, la previsión.
Para mí era de sentido co-con el puntero láser en una mano, con una piedra en la otra, con un paño encapuchado entero, de short y polera y que iba todos los días a exponer su vida dice aludiendo a un “primera línea”, como se apodó a ese grupo que se enfrentaba con carabineros en las manifestaciones.
Iban todos los días las mismas personas a la Plaza Italia a hacer lo mismo, a recibir lo mismo y ante esa cuestión me dije: “Yo necesito saber qué está pasando”. Magdalena asegura que en una de las marchas que pasó cerca de su universidad, en Pedro de Valdivia, vio a uno de ellos oculto junto a un minimarket, por lo que se le acercó, lo tomó del brazo y lo interrogó. Le pregunté muy rápido: “¿ Alguien te trajo?, ¿alguien te mandó?, ¿viniste solo?, ¿cómo te juntaste?, ¿cómo sabías que tenías que venir para acá?”reproduce.
Me respondió: “No tengo nada que perder, no tengo nada que arriesgar”. Sus respuestas le volaron la cabeza y se enfocó en identificar parámetros comunes que pudieran compartir los “primera línea”. Las conversaciones con algunos de ellos, con personas que los conocían y el material que comenzó a aparecer en la prensa la llevó a establecer, según ella, que “en un 70,80 por ciento” se trataba de jóvenes que habían pasado por el Servicio Nacional de Menores (Sename). Para ella, lo que compartía ese grupo era el sentido de la desesperanza tras haber crecido en una institución que no los cuidó, no les propinó afecto y avaló los abusos. Y tiene todo sentido, porque efectivamente no tenían nada que arriesgar, no tenían nada que perder, porque no hay nadie más abandonado en esta sociedad que ellos reflexiona.
Esa cuestión para mí fue una bandera y dije: “Ya, aquí está el problema yo quiero ayudar a que se acabe el Sename”. derechos han sido vulnerados, Magdalena insiste en que, en la práctica, el abandono infantil en estos sitios persiste.
Yo esto se lo comentaba a Felipe, a los niños, lo buscaba en las redes y de pronto me aparece en Instagram un aviso: “¿ Quieres ser familia de acogida? Hoy noche de acogida para ser familia de acogida, inscríbete en el link”reproduce. Me metí medio camuflada, para que Felipe no me fuera a ver, y entendí que esta era la vía para ayudar de verdad mientras no se reforme el sistema.
Según define el servicio Mejor Niñez, cuando un lactante, niño o adolescente es separado de su familia por orden de un tribunal, puede ser recibido transitoriamente por una familia de acogida, que lo protegerá mientras la justicia define si su cuidado definitivo será con su familia de origen o si es susceptible de adopción. Con ello se busca evitar que mientras dure la resolución sea derivado a una residencia institucional.
Las cifras oficiales indican que, al 4 de septiembre, había 9.606 niños a cargo de estos grupos, versus 4.893 que permanecían en residencias. ¿Y qué dijo su marido cuando le propuso ser una de estas familias de acogida?El “no” sonó hasta Rancagua. Magdalena cuenta que de sus niños, las únicas fotografías que tiene en su oficina en la universidad son aquellas en las que aparece Almendra. Almendra es fruto de la relación entre un papá alcohólico y una mamá drogadicta. De ella se hizo cargo informalmente una vecina cuando vio que en ese hogar había una niña de seis meses abandonada.
Cuando la pequeña cumplía tres años y medio, funcionarios del Estado se dieron cuenta de que había una guagua que no asistía a sus controles de Niño Sano en el consultorio, por lo que acudieron a tratar de regularizar la situación. La mujer dijo tener problemas familiares y desistió de hacerse cargo, por lo que quedó a disposición del tribunal. Meses antes, Magdalena había visto el aviso para ser familia de acogida y mantuvo su plan de convertirse en una, pese al rechazo de su marido. Para ello convenció de la idea a sus dos hijos, entonces de 12 y 9 años, y se lo planteó a su marido en una noche de pizzas, cuando ya eran tres contra uno. Mi mamá siempre me decía que yo era “el niño del no”, porque siempre lo primero que digo es “no” se defiende Felipe. Esa vez debo haberlo dicho por lo incómodo, por una comodidad ganada, establecida porque esto de ser familia de acogida venía un poco a romper el esquema.
Pero la táctica que usa la Maida es plantear el tema, obtiene un no rotundo, después a la semana siguiente lo vuelve a tocar y después como en dos meses ya está zanjado y tenemos hasta fecha La familia Herrera Sierra llenó los formularios de la fundación a la que llegaron por Instagram, pasaron todas las evaluaciones, demostraron la idoneidad, fueron capacitados todos, incluida Érika, la persona que trabaja con ellos en la casa hace 15 años, y quedaron calificados para ser familia de emergencia y de acogida. Las capacitaciones fueron súper buenas, porque en el fondo te dejan muy claro dos cosas. Una, que esto no es una vía de adopción.
Y eso es súper importante porque recuerda que yo quiero ayudar a que se acabe el Sename y si adopto, después ya no puedo seguir avanzando a evitar que más niños lleguen a él plantea Magdalena.
Y segundo, que no sé si es tan explícito, pero al menos yo lo quise asumir así, es que esto es como un trabajo, no una ayuda, un trabajo que tiene un objetivo: yo tengo que cuidar a esta guagua y darle amor. Así, un lunes de febrero de 2022 les preguntaron si estaban en condiciones de recibir el miércoles a Almendra. Si no lo estaban, cuenta el matrimonio, la niña sería trasladada a una residencia, que era justamente lo que querían evitar a toda cosa. Era una niñita súper sobreadaptada y traumada, se le caía unmún lo que estaba pasando.
Como directora de carrera de una universidad adscrita a la gratuidad desde 2016, sostiene que veía los problemas que demandaban solución encarnados en sus propios alumnos, los mismos que en las semanas siguientes los grabarían incesantemente exigiéndoles respuestas corporativas ante una revuelta que escapaba de las manos de todos.
A la incertidumbre que ya sentía, se sumaba que el colegio de sus hijos, el Verbo Divino, estaba bajo amenazas y que en la ciudad ya existían problemas de abastecimiento porque había supermercados y farmacias saqueadas o cerradas.
Yo nací en 1975, entonces crecí escuchando lo heavy que fue tanto la Unidad Popular como la dictadura, ambos con sus problemas distintos, y nunca me imaginé que en mi vida iba a tener algo así, que era como estar en una mini guerra civil. Magdalena confidencia que llevó a sus hijos dos veces a la Plaza Italia para que vieran lo que sucedía. Mientras lo relata, hace una pausa, se yergue en el sillón, mira al frente y narra la imagen que tiene “aquí”, dice apuntándose a la frente.
Me obsesioné con entender quién era el encapuchado que iba con máscaras de respiración para las bombas lacrimógenas, Magdalena cuenta que hasta el estallido su único acercamiento con el Sename lo había tenido a los 13 años, cuando en su colegio la llevaron a un hogar. Fue pésimo, llegué a mi casa llorando a mares. Estaba en octavo básico y tengo una imagen que ahora me hace sentido: es de una niñita que me decía, “tía, no se vaya” la remeda. Ahora sé perfecto lo que me estaba diciendo, pero entonces no entendía por qué lo hacía.
Entre pinturas, fotografías, y libros apostados en una sala de living de colores grises, blancos y negros, la arquitecta de 48 años admite que tuvo una infancia “sobreprotegida” especialmente por su padre, quien además la influyó en su gusto por lo artístico, lo cultural y la responsabilidad, mientras que de su madre heredó una veta más lúdica. También destaca la importancia de Felipe Herrera en su vida, con quien lleva dos décadas de matrimonio. Sostiene que de su familia, oriunda de Talca, aprendió la necesidad de darle un sentido de “trascendencia” a la vida, algo que a su marido le sorprende.
Felipe Herrera lo describe así: “Yo creo que se refiere quizá al deber social, a lo moralmente correcto, que yo creo que es importante en mi familia pero en la de ella también”. Él confirma que cuando Magdalena conectó el sentido de la desesperanza que marcaba a algunos de quienes integraban la llamada “primera línea” con su paso por el Sename, se abocó a estudiar y hablaba todo el día de eso.
“Toda la historia del Sename es terrible”, refrenda la arquitecta citando informes antiguos y recientes, como uno de junio que apunta que el 40,3% de las residencias del Servicio Nacional de Protección Especializada de Niñez y Adolescencia, Mejor Niñez, creado hace tres años, están sobrepobladas. “O sea, donde deberían comer 10, están comiendo 20”, agrega mencionando reportes de violaciones, maltratos y mala medicación para los niños.
“Es un drama de otro orden”. Aunque hace unos años una reforma separó a los menores infractores de ley de aquellos que necesitan protección porque susgrano de arroz y olvídate la cara que ponía: lo agarraba, miraba con cara de susto y se lo volvía a meter en la boca recuerda la arquitecta. Tenía una guata de este porte, dura, inflada. La llevé a mi pediatra y estaba llena de parásitos un aliento que no te explico en el fondo era un abandono, estaba abandonada en otra casa, en un jardín infantil. Y a la semana la guata se le bajó, se le pasó el mal aliento y apareció la sonrisa. Los Herrera Sierra cuentan que idearon con sus dos hijos la estrategia de no darles gravedad a situaciones como la caída de objetos, bromear y ser afectuosos.
A Felipe se le ilumina la cara al recordar que cuando ella lo oía llegar era la única que salía a saludarlo de beso y gritando: “¡ Ipe, Ipe, Ipe!”. Así estuvieron dos meses, hasta que desde la fundación fueron notificados que se había acabado el período de emergencia y un juez estableció que correspondía que fuera redestinada a una familia de acogida, pese a que ellos también lo eran.
El matrimonio se resistió y pidió que se hiciera una transición para que ellos les presentaran a su nueva familia y la niña pasara un tiempo compartiendo en ambos lugares para que el paso fuera acogedor. Sin embargo, desde la organización se negaron. “Fue penca, ¿cuál era la necesidad de hacerlo así, tan duro, que sufriera a propósito? Para mí, es como si a la niña la hubieran abandonado de nuevo”, se lamenta Felipe. La pareja quedó tan dolida por la falta de tino ante el caso que abandonó la fundación y dejó de ser familia de acogida. “Era una niñita súper sobreadaptada y traumada. Tenía una guata dura, inflada. La llevé a mi pediatra y estaba llena de parásitos, un aliento que no te explico; en el fondo era el abandono.
A la semana la guata se le bajó, se le pasó el mal aliento y apareció la sonrisa”. Alejandra Ramírez, directora ejecutiva de la Fundación Chilena de Adopción y Familia (Fadop), explica que desde sus inicios, hace 39 años, cuentan con un programa de familia de acogida y lo diferencian claramente de quienes pretenden adoptar a un hijo. Para nosotros, la mejor forma o el mejor ambiente en el cual puede crecer un niño, aun cuando esté en una situación transitoria, es en un contexto familiar aclara la magíster en Antropología. Las familias de acogida saben que su rol es transitorio y apuestan también a ser un agente reparador en la vida de los niños por el tiempo que les corresponda y que el tribunal determine. Esta es una motivación más altruista, de querer ofrecer a un niño un espacio seguro y de querer devolverle la mano a la vida, de querer ser útil a la sociedad.
Muchos de estos niños son muy pequeños, ¿qué tan importante puede ser que hayan estado en lugares de cuidado familiar, pensando que probablemente no se acordarán de lo que vivieron?Hay evidencia, investigación, en relación al impacto que puede tener para un niño evitar la rotación de cuidadores. De hecho, de ahí viene la política pública de desinternación y la promoción de las políticas más bien de cuidado alternativo a través de las familias de acogida.
En las residencias hogares los niños tienen muchas figuras que los cuidan, estas figuras van rotando, no hay turnos de día, turnos de noche, no existe esta posibilidad de gene-rar un vínculo estable, permanente, que a la larga, y a la larga digamos la vida de un niño, es poco tiempo, pero que en definitiva vaya a generar un apego seguro. Que sea un cuidador estable repercute en el desarrollo emocional y afectivo del niño para siempre, independiente de su edad, porque se va generando un círculo de confianza que va reparando las heridas.
Lo más importante aquí tiene que ver con la exclusividad en el vínculo, la respuesta inmediata, protectora y amorosa a sus necesidades, recordemos que muchos de estos niños han vivido maltrato, separación, abuso, entonces todo lo que tiene que ver con la satisfacción de sus necesidades, no solo físicas sino que también emocionales y de protección segura, es positivo en su desarrollo. Por el contrario, los quiebres vinculares, el cuidado negligente, van a ser también un quiebre, y va a impactar independiente de su edad en su desarrollo global y futuro.
Alejandra Ramírez agrega que para el momento en que el tribunal disponga terminar con la labor de acogida es fundamental que se haga una “transición amorosa”, en que todas las partes se conozcan, compartan y acompañen el proceso, pues eso ayuda a “que las familias quieran volver a acoger” y a que “el niño no sienta que nuevamente fue abandonado”. El análisis coincide con el de Magdalena y Felipe. El matrimonio estuvo cerca de un año y medio fuera del sistema.
La arquitecta dice que la experiencia de salida con Almendra fue tan “fatal”, que optó por enfocarse en su vida y en su trabajo sin quedarse con el “bichito” de no haber podido cumplir con su misión autoimpuesta de impedir que los niños llegaran a las residencias.
Pero entonces, a fines de 2023, una vecina le contó que una tía había consultado en un chat familiar si conocían a alguien quepudiera oficiar de familia de acogida, pues estaban atentos a un caso de probable abandono en un hospital. La persona que colgó el mensaje estaba relacionada con la Fadop. “Me llamaron y dije que sí”, afirma Magdalena. Días más tarde, Felipe contará que no le extrañó para nada la decisión de su esposa. Es 18 de septiembre y los Herrera Sierra descansan en una preciosa casa patronal situada frente a la plaza de armas de Los Lirios, al sur de Rancagua. Sentada en su coche, Magdalena le da de comer a una criatura morena, de pelo ondulado, aros de perlas y muy risueña. Está abrigada, pues esa mañana hace frío en el campo. “¡Mi monita preciosa! ”, le dice la arquitecta a Martina, la niña que vive desde marzo con esta familia de acogida. Martina fue abandonada en un hospital por su madre drogadicta.
Su padre está en la cárcel, desde donde acaba de reconocerla por una gestión que hizo su hermana, quien pidió formalmente su tuición y actualmente se encuentra en el proceso judicial de calificación para hacerse merecedora de la niña. La audiencia decon quien lleva dos décadas de matrimonio.
Sostiene que de su familia aprendió la necesidad de darle un sentido de “trascendencia” a la vida. revisión del caso se efectuará el 8 de enero, por lo que si es aceptada, la pequeña permanecerá con ellos hasta marzo, ya que en la Fadop sí hay una “transición amorosa”. “Su cumpleaños, que es el 14 de febrero, lo va a pasar sí o sí con nosotros”, dice la cuidadora. ¿La familia se prepara para el momento en que deba entregarla?No, no nos hemos preparado y creo que es un poco ingenuo no prepararse. Yo estoy yendo un poco más al riesgo, como que tampoco me adelanto, no sé, que sea lo que tenga que ser. Sin embargo, yo no me pierdo en que aquí lo único importante es la Martinita, no yo. A la que hay que preparar es a ella, que se vaya tranquila.
Los Herrera Sierra admiten que su experiencia como familia de acogida ha sido “maravillosa” y también “algo cansadora, pero nada terrible”. Aseguran que no les ha implicado ningún gasto adicional, pues la fundación les da los pañales y la leche, mientras que los juguetes y vestuario han sido donados.
Advierten, eso sí, que la única exigencia “social” para aventurarse en este mundo es contar con una red de apoyo, que en el caso de esta familia pasa por su nana Erika y amistades, quienes se pelean por cuidar a Martina. Ambos coinciden en que esto le ha mejorado la vida a su familia y por sobre todo a las niñas que han acogido. Magdalena agrega que “feliz” tendría a una tercera, pues insiste en que ya ha logrado que al menos dos personas no pasen por el sistema de residencias. Y aunque Felipe responde que espera que no llegue alguien más, admite que estar con Almendra y Martina ha sido “reconfortante” y es probable que sigan en el plan.
Mientras lo dice, el mayor de sus hijos le aprieta los cachetes a Martina y Felipe le imita el sonido del galope y le ruega a la pequeña que deje de hacerle gracias, que ya le duelen las mejillas de tanto reírse. La niña balbucea, agita sus brazos y piernas y le regala una carcajada coqueta.. El estallido le cambió la vida a Magdalena Sierra.
En 2019 la directora de la carrera de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae, remecida por lo que se veía en las calles, decidió investigar quiénes eran los jóvenes que a diario confrontaban a Carabineros y causaban los mayores daños en la revuelta. Descubrió, según dice, que buena parte de ellos provenía del Sename.
“Me decían: ‘No tengo nada que perder, no tengo nada que arriesgar’”. Ella y su marido decidieron que su manera de enfrentar la desigualdad sería evitar que los niños llegaran a las residencias de este servicio y se convirtieron en familia de acogida. “No hay nadie más abandonado en esta sociedad que ellos”, afirma. POR LEO RIQUELME. FOTO MACARENA PÉREZ. Magdalena Sierra destaca la importancia de su marido, Felipe Herrera, “No hay nadie más abandonado en esta sociedad que ellos. Una cuidadora EN PRIMERA LÍNEA cuestión para mí fue una bandera y dije: “Ya, aquí está el problema yo quiero ayudar a que se acabe el Sename”. En la foto, con Martina.
Esa tarde del 18 de octubre de 2019, Mag-“Me obsesioné con entender quién era el encapuchado que iba con máscaras de respiración para las bombas lacrimógenas, con el puntero láser en una mano, con una piedra en la otra”. dalena Sierra estaba en una reunión con académicos cuando se enteró de que los problemas en el metro se estaban agudizando.
Los escolares llevaban varios días evadiendo el pago en protesta al alza del pasaje en 30 pesos, pero ese viernes la manifestación se masificó y las autoridades ordenaron un cierre progresivo de estaciones, mientras aumentaba el número de personas protestando en las calles de Santiago. Todavía no se quemaba nada, era el tema de los torniquetes y no mucho más recuerda Magdalena Sierra, quien es directora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae.
Pero cuando supimos que estaban yendo a Plaza Italia, tomamos la decisión de que se fueran todos a sus casas, porque la gente que trabaja en la facultad, el personal de aseo, las secretarias, se mueven en el metro y la mayoría lo hace desde muy lejos.
En las horas siguientes el centro se quedaría sin locomoción colectiva, la Alameda se llenaría de barricadas, arderían primero los tachos de basura, luego los escaños y vehículos y más tarde hasta un edificio de 17 pisos. En la madrugada seguirían ese derrotero trenes y 20 estaciones de metro, que luego subirían a 70 por toda la capital, a los que se agregarían supermercados, templos, establecimientos educacionales, hoteles, teatros.
Esa noche tuvimos un encuentro entre los apoderados porque estábamos preparando la primera comunión de mi hijo mayor y nos juntamos en la casa de una persona cerca de acá dice la arquitecta sentada en el sillón de su hogar, en Las Condes. No pudimos hacer el grupo de reflexión porque evidentemente las noticias no paraban y empezamos a hablar de eso. Ahí se hicieron comentarios muy desafortunados. Uno que no olvida fue el de un apoderado que dijo que aún con la anunciada alza, el pasaje del metro capitalino seguiría siendo más barato que el de otros países desarrollados. Yo tomé una actitud muy de observadora y no quise emitir mucho comentario al principio porque me golpeó el estallido en el sentido de fondo, en la sensación de injusticia plantea. A mí todas las demandas me hacían sentido: la educación, la salud, la previsión.
Para mí era de sentido co-con el puntero láser en una mano, con una piedra en la otra, con un paño encapuchado entero, de short y polera y que iba todos los días a exponer su vida dice aludiendo a un “primera línea”, como se apodó a ese grupo que se enfrentaba con carabineros en las manifestaciones.
Iban todos los días las mismas personas a la Plaza Italia a hacer lo mismo, a recibir lo mismo y ante esa cuestión me dije: “Yo necesito saber qué está pasando”. Magdalena asegura que en una de las marchas que pasó cerca de su universidad, en Pedro de Valdivia, vio a uno de ellos oculto junto a un minimarket, por lo que se le acercó, lo tomó del brazo y lo interrogó. Le pregunté muy rápido: “¿ Alguien te trajo?, ¿alguien te mandó?, ¿viniste solo?, ¿cómo te juntaste?, ¿cómo sabías que tenías que venir para acá?”reproduce.
Me respondió: “No tengo nada que perder, no tengo nada que arriesgar”. Sus respuestas le volaron la cabeza y se enfocó en identificar parámetros comunes que pudieran compartir los “primera línea”. Las conversaciones con algunos de ellos, con personas que los conocían y el material que comenzó a aparecer en la prensa la llevó a establecer, según ella, que “en un 70,80 por ciento” se trataba de jóvenes que habían pasado por el Servicio Nacional de Menores (Sename). Para ella, lo que compartía ese grupo era el sentido de la desesperanza tras haber crecido en una institución que no los cuidó, no les propinó afecto y avaló los abusos. Y tiene todo sentido, porque efectivamente no tenían nada que arriesgar, no tenían nada que perder, porque no hay nadie más abandonado en esta sociedad que ellos reflexiona.
Esa cuestión para mí fue una bandera y dije: “Ya, aquí está el problema yo quiero ayudar a que se acabe el Sename”. derechos han sido vulnerados, Magdalena insiste en que, en la práctica, el abandono infantil en estos sitios persiste.
Yo esto se lo comentaba a Felipe, a los niños, lo buscaba en las redes y de pronto me aparece en Instagram un aviso: “¿ Quieres ser familia de acogida? Hoy noche de acogida para ser familia de acogida, inscríbete en el link”reproduce. Me metí medio camuflada, para que Felipe no me fuera a ver, y entendí que esta era la vía para ayudar de verdad mientras no se reforme el sistema.
Según define el servicio Mejor Niñez, cuando un lactante, niño o adolescente es separado de su familia por orden de un tribunal, puede ser recibido transitoriamente por una familia de acogida, que lo protegerá mientras la justicia define si su cuidado definitivo será con su familia de origen o si es susceptible de adopción. Con ello se busca evitar que mientras dure la resolución sea derivado a una residencia institucional.
Las cifras oficiales indican que, al 4 de septiembre, había 9.606 niños a cargo de estos grupos, versus 4.893 que permanecían en residencias. ¿Y qué dijo su marido cuando le propuso ser una de estas familias de acogida?El “no” sonó hasta Rancagua. Magdalena cuenta que de sus niños, las únicas fotografías que tiene en su oficina en la universidad son aquellas en las que aparece Almendra. Almendra es fruto de la relación entre un papá alcohólico y una mamá drogadicta. De ella se hizo cargo informalmente una vecina cuando vio que en ese hogar había una niña de seis meses abandonada.
Cuando la pequeña cumplía tres años y medio, funcionarios del Estado se dieron cuenta de que había una guagua que no asistía a sus controles de Niño Sano en el consultorio, por lo que acudieron a tratar de regularizar la situación. La mujer dijo tener problemas familiares y desistió de hacerse cargo, por lo que quedó a disposición del tribunal. Meses antes, Magdalena había visto el aviso para ser familia de acogida y mantuvo su plan de convertirse en una, pese al rechazo de su marido. Para ello convenció de la idea a sus dos hijos, entonces de 12 y 9 años, y se lo planteó a su marido en una noche de pizzas, cuando ya eran tres contra uno. Mi mamá siempre me decía que yo era “el niño del no”, porque siempre lo primero que digo es “no” se defiende Felipe. Esa vez debo haberlo dicho por lo incómodo, por una comodidad ganada, establecida porque esto de ser familia de acogida venía un poco a romper el esquema.
Pero la táctica que usa la Maida es plantear el tema, obtiene un no rotundo, después a la semana siguiente lo vuelve a tocar y después como en dos meses ya está zanjado y tenemos hasta fecha La familia Herrera Sierra llenó los formularios de la fundación a la que llegaron por Instagram, pasaron todas las evaluaciones, demostraron la idoneidad, fueron capacitados todos, incluida Érika, la persona que trabaja con ellos en la casa hace 15 años, y quedaron calificados para ser familia de emergencia y de acogida. Las capacitaciones fueron súper buenas, porque en el fondo te dejan muy claro dos cosas. Una, que esto no es una vía de adopción.
Y eso es súper importante porque recuerda que yo quiero ayudar a que se acabe el Sename y si adopto, después ya no puedo seguir avanzando a evitar que más niños lleguen a él plantea Magdalena.
Y segundo, que no sé si es tan explícito, pero al menos yo lo quise asumir así, es que esto es como un trabajo, no una ayuda, un trabajo que tiene un objetivo: yo tengo que cuidar a esta guagua y darle amor. Así, un lunes de febrero de 2022 les preguntaron si estaban en condiciones de recibir el miércoles a Almendra. Si no lo estaban, cuenta el matrimonio, la niña sería trasladada a una residencia, que era justamente lo que querían evitar a toda cosa. Era una niñita súper sobreadaptada y traumada, se le caía unmún lo que estaba pasando.
Como directora de carrera de una universidad adscrita a la gratuidad desde 2016, sostiene que veía los problemas que demandaban solución encarnados en sus propios alumnos, los mismos que en las semanas siguientes los grabarían incesantemente exigiéndoles respuestas corporativas ante una revuelta que escapaba de las manos de todos.
A la incertidumbre que ya sentía, se sumaba que el colegio de sus hijos, el Verbo Divino, estaba bajo amenazas y que en la ciudad ya existían problemas de abastecimiento porque había supermercados y farmacias saqueadas o cerradas.
Yo nací en 1975, entonces crecí escuchando lo heavy que fue tanto la Unidad Popular como la dictadura, ambos con sus problemas distintos, y nunca me imaginé que en mi vida iba a tener algo así, que era como estar en una mini guerra civil. Magdalena confidencia que llevó a sus hijos dos veces a la Plaza Italia para que vieran lo que sucedía. Mientras lo relata, hace una pausa, se yergue en el sillón, mira al frente y narra la imagen que tiene “aquí”, dice apuntándose a la frente.
Me obsesioné con entender quién era el encapuchado que iba con máscaras de respiración para las bombas lacrimógenas, Magdalena cuenta que hasta el estallido su único acercamiento con el Sename lo había tenido a los 13 años, cuando en su colegio la llevaron a un hogar. Fue pésimo, llegué a mi casa llorando a mares. Estaba en octavo básico y tengo una imagen que ahora me hace sentido: es de una niñita que me decía, “tía, no se vaya” la remeda. Ahora sé perfecto lo que me estaba diciendo, pero entonces no entendía por qué lo hacía.
Entre pinturas, fotografías, y libros apostados en una sala de living de colores grises, blancos y negros, la arquitecta de 48 años admite que tuvo una infancia “sobreprotegida” especialmente por su padre, quien además la influyó en su gusto por lo artístico, lo cultural y la responsabilidad, mientras que de su madre heredó una veta más lúdica. También destaca la importancia de Felipe Herrera en su vida, con quien lleva dos décadas de matrimonio. Sostiene que de su familia, oriunda de Talca, aprendió la necesidad de darle un sentido de “trascendencia” a la vida, algo que a su marido le sorprende.
Felipe Herrera lo describe así: “Yo creo que se refiere quizá al deber social, a lo moralmente correcto, que yo creo que es importante en mi familia pero en la de ella también”. Él confirma que cuando Magdalena conectó el sentido de la desesperanza que marcaba a algunos de quienes integraban la llamada “primera línea” con su paso por el Sename, se abocó a estudiar y hablaba todo el día de eso.
“Toda la historia del Sename es terrible”, refrenda la arquitecta citando informes antiguos y recientes, como uno de junio que apunta que el 40,3% de las residencias del Servicio Nacional de Protección Especializada de Niñez y Adolescencia, Mejor Niñez, creado hace tres años, están sobrepobladas. “O sea, donde deberían comer 10, están comiendo 20”, agrega mencionando reportes de violaciones, maltratos y mala medicación para los niños.
“Es un drama de otro orden”. Aunque hace unos años una reforma separó a los menores infractores de ley de aquellos que necesitan protección porque susgrano de arroz y olvídate la cara que ponía: lo agarraba, miraba con cara de susto y se lo volvía a meter en la boca recuerda la arquitecta. Tenía una guata de este porte, dura, inflada. La llevé a mi pediatra y estaba llena de parásitos un aliento que no te explico en el fondo era un abandono, estaba abandonada en otra casa, en un jardín infantil. Y a la semana la guata se le bajó, se le pasó el mal aliento y apareció la sonrisa. Los Herrera Sierra cuentan que idearon con sus dos hijos la estrategia de no darles gravedad a situaciones como la caída de objetos, bromear y ser afectuosos.
A Felipe se le ilumina la cara al recordar que cuando ella lo oía llegar era la única que salía a saludarlo de beso y gritando: “¡ Ipe, Ipe, Ipe!”. Así estuvieron dos meses, hasta que desde la fundación fueron notificados que se había acabado el período de emergencia y un juez estableció que correspondía que fuera redestinada a una familia de acogida, pese a que ellos también lo eran.
El matrimonio se resistió y pidió que se hiciera una transición para que ellos les presentaran a su nueva familia y la niña pasara un tiempo compartiendo en ambos lugares para que el paso fuera acogedor. Sin embargo, desde la organización se negaron. “Fue penca, ¿cuál era la necesidad de hacerlo así, tan duro, que sufriera a propósito? Para mí, es como si a la niña la hubieran abandonado de nuevo”, se lamenta Felipe. La pareja quedó tan dolida por la falta de tino ante el caso que abandonó la fundación y dejó de ser familia de acogida. “Era una niñita súper sobreadaptada y traumada. Tenía una guata dura, inflada. La llevé a mi pediatra y estaba llena de parásitos, un aliento que no te explico; en el fondo era el abandono.
A la semana la guata se le bajó, se le pasó el mal aliento y apareció la sonrisa”. Alejandra Ramírez, directora ejecutiva de la Fundación Chilena de Adopción y Familia (Fadop), explica que desde sus inicios, hace 39 años, cuentan con un programa de familia de acogida y lo diferencian claramente de quienes pretenden adoptar a un hijo. Para nosotros, la mejor forma o el mejor ambiente en el cual puede crecer un niño, aun cuando esté en una situación transitoria, es en un contexto familiar aclara la magíster en Antropología. Las familias de acogida saben que su rol es transitorio y apuestan también a ser un agente reparador en la vida de los niños por el tiempo que les corresponda y que el tribunal determine. Esta es una motivación más altruista, de querer ofrecer a un niño un espacio seguro y de querer devolverle la mano a la vida, de querer ser útil a la sociedad.
Muchos de estos niños son muy pequeños, ¿qué tan importante puede ser que hayan estado en lugares de cuidado familiar, pensando que probablemente no se acordarán de lo que vivieron?Hay evidencia, investigación, en relación al impacto que puede tener para un niño evitar la rotación de cuidadores. De hecho, de ahí viene la política pública de desinternación y la promoción de las políticas más bien de cuidado alternativo a través de las familias de acogida.
En las residencias hogares los niños tienen muchas figuras que los cuidan, estas figuras van rotando, no hay turnos de día, turnos de noche, no existe esta posibilidad de gene-rar un vínculo estable, permanente, que a la larga, y a la larga digamos la vida de un niño, es poco tiempo, pero que en definitiva vaya a generar un apego seguro. Que sea un cuidador estable repercute en el desarrollo emocional y afectivo del niño para siempre, independiente de su edad, porque se va generando un círculo de confianza que va reparando las heridas.
Lo más importante aquí tiene que ver con la exclusividad en el vínculo, la respuesta inmediata, protectora y amorosa a sus necesidades, recordemos que muchos de estos niños han vivido maltrato, separación, abuso, entonces todo lo que tiene que ver con la satisfacción de sus necesidades, no solo físicas sino que también emocionales y de protección segura, es positivo en su desarrollo. Por el contrario, los quiebres vinculares, el cuidado negligente, van a ser también un quiebre, y va a impactar independiente de su edad en su desarrollo global y futuro.
Alejandra Ramírez agrega que para el momento en que el tribunal disponga terminar con la labor de acogida es fundamental que se haga una “transición amorosa”, en que todas las partes se conozcan, compartan y acompañen el proceso, pues eso ayuda a “que las familias quieran volver a acoger” y a que “el niño no sienta que nuevamente fue abandonado”. El análisis coincide con el de Magdalena y Felipe. El matrimonio estuvo cerca de un año y medio fuera del sistema.
La arquitecta dice que la experiencia de salida con Almendra fue tan “fatal”, que optó por enfocarse en su vida y en su trabajo sin quedarse con el “bichito” de no haber podido cumplir con su misión autoimpuesta de impedir que los niños llegaran a las residencias.
Pero entonces, a fines de 2023, una vecina le contó que una tía había consultado en un chat familiar si conocían a alguien quepudiera oficiar de familia de acogida, pues estaban atentos a un caso de probable abandono en un hospital. La persona que colgó el mensaje estaba relacionada con la Fadop. “Me llamaron y dije que sí”, afirma Magdalena. Días más tarde, Felipe contará que no le extrañó para nada la decisión de su esposa. Es 18 de septiembre y los Herrera Sierra descansan en una preciosa casa patronal situada frente a la plaza de armas de Los Lirios, al sur de Rancagua. Sentada en su coche, Magdalena le da de comer a una criatura morena, de pelo ondulado, aros de perlas y muy risueña. Está abrigada, pues esa mañana hace frío en el campo. “¡Mi monita preciosa! ”, le dice la arquitecta a Martina, la niña que vive desde marzo con esta familia de acogida. Martina fue abandonada en un hospital por su madre drogadicta.
Su padre está en la cárcel, desde donde acaba de reconocerla por una gestión que hizo su hermana, quien pidió formalmente su tuición y actualmente se encuentra en el proceso judicial de calificación para hacerse merecedora de la niña. La audiencia decon quien lleva dos décadas de matrimonio.
Sostiene que de su familia aprendió la necesidad de darle un sentido de “trascendencia” a la vida. revisión del caso se efectuará el 8 de enero, por lo que si es aceptada, la pequeña permanecerá con ellos hasta marzo, ya que en la Fadop sí hay una “transición amorosa”. “Su cumpleaños, que es el 14 de febrero, lo va a pasar sí o sí con nosotros”, dice la cuidadora. ¿La familia se prepara para el momento en que deba entregarla?No, no nos hemos preparado y creo que es un poco ingenuo no prepararse. Yo estoy yendo un poco más al riesgo, como que tampoco me adelanto, no sé, que sea lo que tenga que ser. Sin embargo, yo no me pierdo en que aquí lo único importante es la Martinita, no yo. A la que hay que preparar es a ella, que se vaya tranquila.
Los Herrera Sierra admiten que su experiencia como familia de acogida ha sido “maravillosa” y también “algo cansadora, pero nada terrible”. Aseguran que no les ha implicado ningún gasto adicional, pues la fundación les da los pañales y la leche, mientras que los juguetes y vestuario han sido donados.
Advierten, eso sí, que la única exigencia “social” para aventurarse en este mundo es contar con una red de apoyo, que en el caso de esta familia pasa por su nana Erika y amistades, quienes se pelean por cuidar a Martina. Ambos coinciden en que esto le ha mejorado la vida a su familia y por sobre todo a las niñas que han acogido. Magdalena agrega que “feliz” tendría a una tercera, pues insiste en que ya ha logrado que al menos dos personas no pasen por el sistema de residencias. Y aunque Felipe responde que espera que no llegue alguien más, admite que estar con Almendra y Martina ha sido “reconfortante” y es probable que sigan en el plan.
Mientras lo dice, el mayor de sus hijos le aprieta los cachetes a Martina y Felipe le imita el sonido del galope y le ruega a la pequeña que deje de hacerle gracias, que ya le duelen las mejillas de tanto reírse. La niña balbucea, agita sus brazos y piernas y le regala una carcajada coqueta.. El estallido le cambió la vida a Magdalena Sierra.
En 2019 la directora de la carrera de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae, remecida por lo que se veía en las calles, decidió investigar quiénes eran los jóvenes que a diario confrontaban a Carabineros y causaban los mayores daños en la revuelta. Descubrió, según dice, que buena parte de ellos provenía del Sename.
“Me decían: ‘No tengo nada que perder, no tengo nada que arriesgar’”. Ella y su marido decidieron que su manera de enfrentar la desigualdad sería evitar que los niños llegaran a las residencias de este servicio y se convirtieron en familia de acogida. “No hay nadie más abandonado en esta sociedad que ellos”, afirma. POR LEO RIQUELME. FOTO MACARENA PÉREZ. Magdalena Sierra destaca la importancia de su marido, Felipe Herrera, “No hay nadie más abandonado en esta sociedad que ellos.