GUAMBLIN el parque nacional imposible
GUAMBLIN el parque nacional imposible U n equipo de siete aventureros llevaba más de tres horas navegando por las aguas abiertas que se extienden desde la isla Level, en la comuna de Cisnes, Región de Aysén, hacia el Pacífico, cuando olas gigantescas y vientos despiadados comenzaron a probar la determinación y la resistencia de las motos de agua en que se desplazaban. En el horizonte solo se veía la inmensidad del mar y ni un rastro de tierra firme, pero gracias al GPS que llevaban tenían una certeza: se estaban acercando al misterioso Parque Nacional Isla Guamblin. Recién cuatro horas más tarde comenzaron a ver la luz. El día se abrió repentinamente y, gracias a los brillantes rayos del sol, se develó la magnitud de Guamblin. Lo habían logrado. "Era impresionante la belleza que tenía el lugar.
Muchas veces uno se cautiva con las arenas blancas del Caribe, pero al llegar a la herradura de la playa norte de isla Guamblin nos asombramos con las aguas cristalinas y arenas finas que tienen esas playas. El interior de la isla estaba lleno de árboles milenarios gigantescos, de decenas de aves nativas. Era una maravilla", dice Francisco López, uno de los líderes de esta exploración que pudieron completar recién en abril.
Francisco López (45), ejecutivo de una multinacional tecnológica y explorador con vasta experiencia en zonas remotas, dice que el sueño de una aventura en las aguas abiertas de Aysén surgió en 2023, mientras realizaba otra travesía --en la laguna San Rafael-junto a unos amigos. Hace 15 años que él emprende exploraciones anuales a sitios remotos de Chile junto a Rodrigo Ramírez y Sebastián Palma.
Francisco recuerda que los tres estaban en plena aventura cuando tomaron un mapa y buscaron un punto inhóspito, que pareciera inalcanzable, para conocer la siguiente vez. "De antes, ya sabíamos que mucha gente había intentado ir a esta isla Guamblin, pero no habían podido llegar por su difícil acceso marítimo.
También habíamos oído que algunos la habían sobrevolado, y sabíamos de gente que hablaba de la majestuosidad que tiene esta isla en el Pacífico, a 166 kilómetros del continente", dice Francisco, consciente además entonces de las difíciles condiciones climáticas de la zona, y de que --según les habían dicho-hasta a la Armada le costaba llegar a la isla.
Los barcos tradicionales no lo logran, y los pesqueros que cruzan la zona lo hacen con bastante temor y muy rápido... "Con todo este contexto, lo decidimos: llegaríamos a Guamblin, uno de los sitios más inexplorados de Chile, en moto de agua", recuerda. Así partieron.
Al trío de López, Ramírez y Palma se sumaron Roberto Conr a d s, A l e j a n d r o Mansilla, Rodrigo Camelio y Rodolfo Pojomovsky. "Cada uno cumplía un rol fundamental y juntos pensamos cada detalle del viaje", dice Francisco López.
La planificación consideró recorrer en una embarcación los fiordos de Aysén para fondear en una isla cercana a Guamblin, sacar las motos de agua y atravesar el océano rumbo a este parque nacional, ubicado al noroeste de la localidad más cercana, Puerto Aguirre, en el archipiélago de los Chonos. En un largo tour Francisco López suma una larga experiencia en zonas remotas. Con su familia, en la década de los 90, recorría la Carretera Austral cuando ese camino era aún un reto. Las salidas entonces eran en carpa, con pesca y con todo tipo de actividades al aire libre. Así fue cultivando su pasión por el mundo outdoor, a la que convocaba luego a familiares o amigos, para buscar sitios cada vez más alejados y solitarios.
Eso a fin de cuentas lo llevó a participar en ralis hacia el interior de Arica, Iquique, Antofagasta y Copiapó, y hasta corrió el Dakar, la legendaria prueba todoterreno, en cuatro versiones, en Argentina, Perú y Marruecos.
Ahora, Francisco comparte esta pasión con su familia, con la que fue a su última salida (incluyendo a su hijo de seis años), al istmo de Ofqui, donde conectaron a pie la laguna San Rafael con el océano Pacífico. "Usualmente parto en mi cámper con carro y voy explorando lugares no tradicionales o sitios de difícil acceso que tengan alguna historia. Con mi familia decidimos cruzar Ofqui porque escuchamos que hace 60 años había un proyecto para hacer el cruce de los fiordos hacia el Pacífico que quedó inconcluso. Había toda una mística detrás y por eso lo hicimos el pasado 18 de enero, atravesando en tres días los pantanos del lugar. Antes, un barco nos había dejado en la laguna San Rafael y ahí partimos caminando", dice. Actualmente, para Francisco López su lugar predilecto para excursionar es la Patagonia, donde ha recorrido sitios como el lago General Carrera, la Reserva Nacional Lago Jeinimeni, el lago Presidente Ríos y Villa O'Higgins.
También ha ido al lago Blanco en Tierra del Fuego, al lago Stroebel en la Patagonia argentina, a la isla del Diablo en el golfo de Penas, y al lago Escondido y faro San Isidro en Punta Arenas, que es donde se termina el camino continental. Un yate más cerca Antes de explicar cómo planificaron el viaje en moto de agua al Parque Nacional Isla Guamblin, hay que dejarlo claro: esta es una aventura muy riesgosa.
El equipo de Francisco pasó todo el 2023 craneando la mejor forma de hacerlo, y acordaron que la clave era conseguir un barco que los llevara a un lugar cercano a Guamblin, y desde ahí lanzarse en las motos de agua. El pasado 13 de abril, los siete pilotos y sus respectivas motos de 380 kilos cada una subieron al yate Sofía Victoria, de 22 metros, con un capitán y cuatro tripulantes, para partir. El barco era imprescindible, "porque nos llevaba los víveres; también los 1.500 litros de combustible que necesitábamos para las motos, y la asistencia necesaria en tierra en caso de cualquier incidente", dice Francisco. Como sabían el riesgo que corrían, pusieron especial énfasis en preparar los implementos de seguridad. Cada uno tenía traje seco, botas de neoprén, chaleco salvavida, casco y ropa térmica.
También contaban con radios VHF, GPS para la navegación, comunicación satelital vía Starlink, bengalas marinas y, además, las motos fueron especialmente elegidas para soportar las inclemencias de un viaje por el mar austral. "Todas eran de la marca Bombardier Recreational Products, en su GUAMBLIN, el parque nacional imposible En el extremo oeste de la Región de Aysén existe un parque nacional que prácticamente nadie ha visitado. Se trata de una remota isla a la que solo se accede sobrevolándola o por vía marítima. Para desembarcar en ella, siete aventureros se propusieron navegar en moto de agua paara alcanzar sus sorprendentes playas. Así lo lograron. POR Marcela Saavedra Araya. SOFÍA VICTORIA. Este barco apoyó el traslado de víveres, las motos de aguas y combustible. R OBER T O C ONRAD S MAR ABIERTO. Esta travesía implica alejarse de la protección de la costa y los fiordos, e internarse en el Pacífico. R OBER T O C ONRAD S FIORDOS. Tanto al inicio de la travesía como al regreso, el equipo se asomó por islas y canales. Aquí, una de las paradas en Puerto Gala. R OBER T O C ONRAD S EQUIPO. Desde la izquierda: Sebastián Palma, Rodolfo Pojomovsky, Rodrigo Ramírez, Francisco López y Roberto Conrads. R OBER T O C ONRAD S PLAYA NORTE. Aquí los "motoqueros" tuvieron su primer encuentro con la isla Guamblin. R OBER T O C ONRAD S OPORTUNIDAD. La navegación sigue siendo la única manera de conocer gran parte de esta región. R OBER T O C ONRAD S CRIS TIAN FIOL. - - - - - GUAMBLIN el parque nacional imposible modelo Sea-Doo. Son vehículos preparados para una expedición, con tanques con capacidad de 60 litros de combustible", dice Francisco.
Además, cada piloto tenía un estanque adicional con 50 litros de combustible, herramientas, tienda de campaña, saco de dormir, ropa y un riguroso plan de seguridad tanto para altamar como para zonas de tierra. "Este protocolo lo repasábamos a diario para que no quedara nada en el olvido". Desde Dalcahue, en Chiloé, el Sofía Victoria zarpó para cruzar el golfo de Corcovado.
Luego se internó por las islas Guaitecas para adentrarse por los fiordos ayseninos hasta llegar a una península que se forma al este de la isla Level: el lugar más confiable para fondear seguros, antes de bajar las motos. Como todo este recorrido lo hicieron en solo una jornada, podían descansar para comenzar el desafío bien temprano al día siguiente. Isla para uno La mañana del 14 de abril, a las 6:30, hacía frío y había una leve lluvia que, recuerda Francisco, pronosticaba buenas posibilidades para la aventura. Sin pensarlo demasiado, la grúa azul anclada al Sofía Victoria comenzó a desembarcar las motos. Estaba todo listo: la logística, el plan de ruta, los víveres. El mar, dice Francisco, rápidamente los recibió con olas de seis a siete metros. A ratos enfrentaban lluvias, grandes nubes y vientos en todas direcciones que azotaban a las minúsculas motos. "Tuvimos que tener mucha fortaleza física y mental, porque nos encontramos con mil obstáculos. Al final, casi no veíamos dónde íbamos y teníamos que navegar a puro instrumento", dice.
Pero de pronto, tras siete horas de viaje, todo cambió radicalmente: los paisajes superaban profundamente sus expectativas: "Acantilados escarpados que se alzaban majestuosamente sobre aguas cristalinas y rodeados por una exuberante vegetación que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
Allí nos sentimos diminutos ante la grandeza de la naturaleza, pero también llenos de un sentido de asombro y gratitud por ser testigos de esa belleza indómita", dice Francisco López sobre la primera impresión que les dejó la isla. En Guamblin decidieron armar campamento en la playa norte, y se dispusieron a recorrer la isla a pie. "Está cubierta de vegetación casi en su totalidad. Había matorrales, cipreses de las Guaitecas y coigües gigantescos, milenarios y tupidos, por lo que era casi imposible abrirse camino. También descubrimos una laguna prístina y ríos que bajaban de los cerros. Todo estaba lleno de vida", dice Francisco. Luego de varias horas recorriendo la isla, era momento de regresar a la playa para dejar el campamento listo para la noche. Además, reportaron el éxito de la expedición al Sofía Victoria. Solo entonces pudieron, realmente, relajarse. "Teníamos sopas en polvo, unos tarros de atún y un pedazo de carne que habíamos acarreado para asar. Fue el momento para juntarnos bajo el cielo estrellado y el resplandor de la luna llena en el Parque Nacional Isla Guamblin. Fue inolvidable", recuerda Francisco. Cosa de tiempo Tras esa noche, el equipo se reunió al desayuno para debatir el regreso.
La idea era tomar las motos y trasladarse al sur de la isla para conocer una de las famosas loberías de Guamblin, y luego volver a cruzar el mar rumbo al este hasta Kent, isla también conocida por historias de naufragios y ovnis, donde la tripulación del Sofía Victoria los esperaba para la navegación hacia los fiordos de Aysén. El problema era que se avecinaba un frente de mal tiempo y debían asegurar el regreso. Y hacerlo muy rápido. "Recorrer la isla por su perímetro nos dejó unas vistas espectaculares, unos acantilados majestuosos que nos permitieron divisar estas loberías de las que tanto nos habían hablado", dice Francisco. Pero rumbo al sur de la isla, el clima efectivamente cambió, drásticamente, y pronto fue casi imposible seguir.
Así que decidieron extremar las medidas de seguridad e ir en busca del barco. "Cuando estás navegando en un fiordo, siempre sabes que a la izquierda o a la derecha va a haber tierra, pero acá era mar abierto.
Nos encontramos con un clima muy adverso, muy cambiante, entonces teníamos que ser muy precisos, porque perdernos ahí era muy fácil ya que, como el mar tiene olas tan grandes, uno va arriba, el otro va abajo y no ves nada, y es fácil empezar a desorientarse", explica Francisco. Para evitar extravíos, el grupo navegó de forma compacta, tratando de mantener la serenidad. "Esa era la clave de esta expedición", añade. Fueron largas ocho horas de vientos y oleaje fuerte hasta que lograron llegar a la isla Kent y al Sofía Victoria.
Para Francisco, "la tranquilidad del lugar, combinada con la belleza de su paisaje, nos permitió reflexionar sobre la aventura que habíamos vivido y la importancia del trabajo de cada uno de los miembros del equipo". Pasaron la noche en el yate, celebraron el éxito y al día siguiente partieron hacia Puyuhuapi, Puerto Gala y Dalcahue.
Hoy, a unas cuantas semanas de esa aventura, Francisco y el grupo ya planean un próximo viaje: ir de Aysén a Punta Arenas, nuevamente en moto de agua, para conocer los cerca de 14 glaciares que hay por el borde costero. "La idea es ir entrando por los fiordos, salir y dormir en alguna isla, y luego seguir bajando.
Un barco iría con nosotros para reabastecernos de combustible cada tres días", explica Francisco, que ya sueña con que sea 2025. --¿ Qué es lo que más valoras de esta experiencia en isla Guamblin? --En experiencias como esta puedo volver a reconocer que el país que tenemos es inigualable en el mundo. No lo dudo, nuestras clásicas maravillas naturales como Torres del Paine o Cerro Castillo son sitios hermosos. Pero lo impresionante es que, fuera de esos sitios, hay lugares que son diez veces más lindos. La Región de Aysén, sus fiordos e islas, tienen lugares con una biodiversidad realmente impresionante. Tenemos un país que hay que aprovecharlo y hay que cuidarlo, porque su belleza es increíble, pero todo eso se puede arruinar muy fácilmente. D EXHUBERANTE. La zona de fiordos e islas de Aysén está cubierta de una rica y abundante flora nativa. R OBER T O C ONRAD S ANTES DE PARTIR. El Sofía Victoria rodeado por las siete motos de agua, justo antes de comenzar la aventura. R OBER T O C ONRAD S DESCONOCIDO. Muy pocas personas han podido desembarcar en las costas de esta isla que es parque nacional. R OBER T O C ONRAD S DIFICULTAD. Para Francisco López, lo más desafiante de todo fue sortear las enormes olas y el cambiante clima de esta zona. R OBER T O C ONRAD S CARIBEÑO. Según López, al desembarcar en Guamblin se sorprendieron con sus playas de arena clara y agua cristalina. R OBER T O C ONRAD S.