Autor: CRISTIÁN PIZARRO ALLARD
"La sociedad no se siente interpretada por los liderazgos en vitrina"
Pedro Güell es de aquellos intelectuales que dan pocas entrevistas; prefiere los papers y los libros. Sin embargo, las aguas en su sector están revueltas y, pese a su usual hermetismo, quiso sacar la voz para hacer su aporte a la discusión. Reconocido asesor del segundo gobierno de Michelle Bachelet, fue pieza clave de su círculo de consejeros más cercanos.
Luego de concluida esa experiencia, Gúell, doctor en Sociología, se ha dedicado a enseñar e investigar en el Departamento de Sociología en la Universidad Alberto Hurtado y en el Centro de Estudios Regionales de la Universidad Austral.
Actualmente, también continúa asesorando iniciativas del mundo de la izquierda democrática y hoy vive en Pishuinco, cerca de Valdivia, desde donde dio esta entrevista —¿ Qué queda de bacheletismo en la —Existe el orgullo y el convencimiento de los que estuvimos ahí.
Y sigue vigente de ese período la certeza, que a estas alturas ya es evidencia dura, de que Chile necesita y puede empujar cambios de fondo en varios ámbitos, especialmente frente a las desigualdades de distinto tipo, al modelo extractivista y poco innovador de desarrollo, en las bases de la seguridad y el bienestar social.
Y sobre todo permanece la demanda de que los cambios deben ser impulsados con participación social, y coronados con la elaboración de una nueva Constitución. —¿ Qué les responde a aquellos críticos que señalan que Michelle Bachelet terminó con dos coaliciones, la Concertación y la Nueva Mayoría? —Los dos gobiernos de la Presidenta Bachelet funcionaron con coaliciones amplias, inéditas en la historia republicana, y fueron PEDRO GÜELL: Uno de los asesores más influyentes de Michelle Bachelet durante su segundo gobierno, y también uno de los más herméticos, aceptó hablar de su actual visión de la centroizquierda, y del país posestallido.
“La coalición electoral de la centroizquierda tiene que ser tan amplia como para que pueda ganar, pero no tanto que luego No pueda gobernar”, dice “Las tesis del origen del estallido, por acertadas que sean, ya no bastan para entender bien el presente”. “Bachelet ya no está en la escena, pero la lectura de Chile que ella propuso sigue más que vigente en varias demandas y procesos”. tiempos agitados. Ambos terminaron con sus coaliciones en pie, aunque es cierto que luego se desarmaron.
Es muy fácil echarle la responsabilidad a una persona, aunque es infantil pensar que una persona puede desarmar dos coaliciones si estas no quieren y tienen un proyecto político quelos une y una amistad cívica que los cohesiona. Seamos francos, alos partidos de esas coaliciones les faltaba un proyecto común que los proyectara en el tiempo, más allá de su participación enel gobierno y más allá personal de la Presidenta.
Y a muchos de sus miembros les sobraba personalismo y calculadoras electorales —¿ Su proyecto era demasiado personal? —No era personal lo que se venía incubando como demandas sociales desde hacía mucho tiempo y de manera cada vez más masiva, Piénselo así: Bachelet ya no está en la escena, pero la lectura de Chile que ella propuso sigue más que vigente en varias demandas y procesos. —Usted fue un cercano asesor de la Presidenta Bachelet y su gobierno. ¿Qué pasó con las reformas planteadas que no logra= ron ser percibidas como las adecuadas por la población? —Ni tanto ni tan poco. Fue un gobierno con muchas reformas y muchas fueron muy valoradas por la población, como mostraban las encuestas.
Recuerde, por ejemplo, la gr: tuidad de la educación superior, el in del bi nominal, o el Acuerdo de Unión Civil, la de: penalización del aborto, la elección de gobernadores regionales, la infraestructura de salud y muchos más. Comparado desde el presente, fue sin duda un gobierno muy realizador. Pero es cierto que hubo reformas clave, como la educacional o la tributaria, donde hubo mucha crítica en los medios y en las encuestas.
Eran reformas complejas, que confrontaron intereses corporativos fuertes con influencia en los medios de coreformas n vegaban contra ciertos sentidos comunes y prejuicios muy difundidos en la sociedad, como que queríamos perjudicar los esfuerzos y logros de la clase media. Tal vezno anticipamos el efecto de esos prejuicios ni supimos explicar bien el efecto real de lo que queríamos lograr.
Las reformas que van a contrapelo de los sentidos comunes requieren sin duda más pedagogía social y menos autoconfianza tecnocrática. —Dicen que usted creó el "realismo sin renuncia”. ¿El estallido mostró que la ciudadanía sí percibía renuncia? —El estallido no le ocurrió al gobierno de Bachelet, que tenía bastante capacidad para asumir las tensiones sociales sin poner en riesgo la gobernabilidad.
El estallido mostró algo de más larga data, que se acentuó dramáticamente después: que la sociedad percibía que el sistema político y los liderazgos institucionales hacían oídos sordos a sus vivencias de abusos y desigualdades y a sus demandas de bienestar y seguridad. —¿ Es crítico de los 30 años? ¿ Cómo se sostiene una coalición con diagnósticos tan distintos sobre el pasado? Soy crítico, y mucho, de las lecturas ma'niqueas de los últimos treinta años: o que todo fue bueno y debe seguir haciéndose lo mismo o quetodo fue malo y hay que condeen bloque. La historia es más compleja que eso.
Pero parece que es más fácil usar el pasado para trazar las líneas defensivas de las identidades y las lealtades que revisarlo para asumir con más lucidez la evidente sis actual, Hay que tener un poco más de coraje para repensar nuestras propias identidades y alianzas, salvo, claro, que uno crea que no está pasando nada o que uno no tie'ne nada que ver con lo que está pasando. —¿ Cuál es el mea culpa que usted hace con la perspectiva que da el tiempo? —El mismo mea culpa que viene haciéndose la izquierda, o que debiera hacerse la izquierda, desde el fin dela guerra civil española y desde la Unidad Popular chilena, Que la vida decente requiere cambios, pero que no hay reformas en serio y sustentables sin mayorías sociales que las apoyen, y que no hay mayorías sociales si los liderazgos priorizan sus intereses y divisiones corporativas antes que la relación con la vida concreta de esas mayorías. LIDERAZGOS EN VITRINA —¿ Cómo se explica que sea un candidato de derecha el mejor posicionado en las encuestas? —Las encuestas muestran que nadie está bien posicionado. Los que no tienen candi dato superan en casi cuatro veces al candidato mejor posicionado y este no suele pasar de magros 15 puntos. La sociedad no se siente interpretada por los liderazgos en vitrina.
Ese es el hecho relevante y preocupante. —¿ Cuál es su lectura de lo que representa el Frente Amplio dentro de la izquierda? ¿ Ha cumplido con la promesa que trajo a la política? ¿ Cómo observa las dificultades por las que atraviesa? —El Frente Amplio ha representado muchas cosas al mismo tiempo, como la presión por un cambio generacional en la política o las nuevas sensibilidades de los movimientos sociales. Y, claro, crearon muchas esperanzas en quienes estaban cansados de ver y oír siempre la misma política tecnocrática y elitista. Pero las contradicciones entre su cultura asambleísta y su inserción en la política representativa y transaccional, entre su imprecisión ideológica y sus pretensiones hegemónicas les han pasado la cuenta. Es probable que tengan que pasar por el conflicto de hacer opciones más claras y con sentido de mayorías.
Y si eso ocurre, tal vez puedan revivir el aporte que todos esperamos que hagan. que la candidatura de Gabriel Boric traerá aire nuevo a ese proyecto o es más bien algo testimonial? —La trayectoria y acciones recientes de Boric muestran que son algo más que testimonios.
Veo con optimismo, dentro de lo nublado del panorama general, el espacio de debate y de propuesta política que pueda armarse entre la experiencia socialdemócrata que representa Narváez y la necesaria renovación política que aporta Boric.
Dependerá de ellos y sus sectores que esto no se quede en un puro debate y ofrezcan una salida política viable al proyecto neoliberal. —¿ Es partidario de que toda la oposición confluya a una primaria común para enfrentar al oficialismo? —La coalición electoral de la centroizquierda tiene que ser tan amplia como para que pueda ganar, pero no tanto que luego no pueda gobernar.
El principal punto de equilibrio de ese dilema no es el grado de cohe- ¡ ón ideológica de los miembros de la alianza, sino su compromiso con un programa que responda en serio a las demandas sociales. Por eso estan importante la discusión de los mínimos comunes actualmente en curso. De cualquier manera, si la oposición o la no es capaz de encontrar la fórmula de su unidad, hará un desperdicio histórico que le acarreará el divorcio con las 'mayorías sociales durante mucho tiempo. “OCTUBRE DEL 2019 YA ES PASADO”. —¿ Cuál es su mirada respecto del Chile actual? —Octubre del 2019 ya es pasado. A partir de entonces y con la actual pandemia ha surgido un presente inédito, con desafíos queno tienen que versolo con las deudas o errores de algún pasado remoto. Las tesis del malestar o las del origen del estallido, por acertadas que sean, ya no bastan para entender bien el presente. Hoy estamos ante nuevas posibilidades y nuevas fragilidades, nuevas certezas y nuevos miedos.
Hoy ya no nos creemos los mitos que fundaron parte de nuestros sentidos comunes en el pasado, como que somos clase media o que la posición social se adquiere con el mérito, o que tenemos relaciones sociales modernas porque estamos en la OCDE. Pero hoy tenemos en cambio más confianza en que políticamente se puede más de lo que nos dijeron, como tener una nueva Constitución o el retiro delos fondos previsionales.
Nos sentimos más vulnerables “Las reformas que van a contrapelo de los sentidos comunes requieren más pedagogía social y menos autoconfianza tecnocrática”. como efecto delos conflictos y sobre todo de la pandemia, demandamos más apoyo del Estado, y valoramos su existencia y demandamos políticas de seguridad universales. Pero, al mismo tiempo, nos sentimos más confiados en nuestras capacidades indi duales y familiares para sobrevivir, Después detodo, parte importante de esta crisis la es tamos enfrentando con recursos propios, emocionales y materiales. Experimentamos y denunciamos las desigualdades más intensamente, pero hemos reforzado prejuicios y temores frente a los otros. Despreciamos a los tecnócratas, pero confiamos más que nunca en la ciencia para solucionar los problemas. Renegamos de la política y sus cadenas de representación, pero votamos con entusiasmo en un plebiscito para cambiar la Constitución. Nuestro presente está hecho de esas contradicciones inéditas. Ya no basta con corregir el pasado, viene el tiempo de innovar y atreverse. El que se quede discutiendo sobre el pasado pierde.
Entre otras cosas, porque después de mucho tiempo la sociedad ha vuelto a mirar con esperanzas el futuro. —¿ Cree que el proceso constituyente será capaz de encauzar la crisis institucional en la que está el país? —La revuelta de octubre del 2019 fue expresión de una crisis social amplia y no solo de representación política. Pero hemos decidido como país aceptarla oferta del acuerdo del 15 de noviembre de canalizar esa crisis a través de un diseño político institucional. Todo ello sazonado por el paliativo social de los bonos, retiros previsionales y demases; lo cual es por cierto urgente y necesario, pero claramente insuficiente.
Esa es la actual espada de Damocles que cuelga sobre el vínculo entre la sociedad y sus instituciones: hay demasiadas expectativas puestas en la capacidad del debate y redacción constitucional para canalizar el conjunto de la crisis social y pocos esfuerzos por generar acuerdos en torno a las demandas que no aceptan más demoras.
Es el caso de las reformas a los sistemas de seguridad y bienestar social, o los problemas de orden público. es clave para nuestra democracia y urgente para nuestra crisis actual que llevemos a buen puerto el debate y redacción constitucional, pero es igualmente urgente comenzar la discusión y diseño de una agenda de reformas sociales y económicas.
No olvidemos que el pacto tácito que se estableció entre sociedad y sistema político entre el acuerdo de noviembre del 2019 y el plebiscito de octubre del 2020 es muy frágil y pende de un hilo, no tolera mucha frustración. —¿ Cómo observa la postergación de las elecciones para mayo? —Los expertos dicen que es lo más razonable. Pero hay diferentes maneras de hacerlo. Hay que cuidar las formas y la comunicación frente a la sociedad, no vaya a ser que esta se sienta engañada y se reste de participar.
Insisto, el pacto sociedad política sobre el que estamos parados es frágil y las consecuencias de su ruptura pueden ser graves, como revueltas recurrentes dirigidas contra toda forma de autoridad e institución ola demanda de una autoridad fuerte que se salte las formas democráticas para actuar con aparente velocidad y eficacia.
Y, dada la polarización de la sociedad, en una de esas las dos cosas juntas. —Mucho se ha discutido respecto de la violencia imperante en Chile. ¿Por qué cree queresulta tan difícil su combate y también su condena? —Es un tema difícil, pero para que no haya malos entendidos, creo que no hay democracia sin paz social. Dicho eso, el problema de entrada es que no sabemos hablar sobre la violencia. Cualquier conversación racional supone contextualizar los hechos, y el que se atreve a hacerlo es inmediata e histéricamente acusado de promoverla o no condenarla. Lo que en el fondo se está pidiendo es que nos relacionemos irracionalmente con la violencia, que solo hablemos desde posiciones morales o emocionales absolutas. La violencia es un hecho social y para enfrentarla hay que contextualizarla, explicarla, reco'nocer sus matices y sus causas complejas.
Pero me imagino que hay muchos a los que no les interesa que revisemos en serio nuestra convivencia social en clave de violencia. —¿ Cómo advierte que el Gobierno está leyendo la situación y manejando la crisis? —Cteo que está leyendo la crisis social como siempre lo ha hecho la derecha desde principios del siglo XX: primero con miedo a la sociedad y luego con explicaciones conspirativas tipo agitadores foráneos movidos por intereses oscuros que no tienen a la patria en sus corazones. Y la está enfrentando también como siempre: con un imbunche entre autoritarismo y populismo. A pesar de todos los cantos de renovación de sus jóvenes intelectuales, puesta en aprietos la derecha vuelve a sus atavismos. Y es una lástima, porque el país necesita una derecha de verdad