EL ACTIVISTA TARTAMUDO
EL ACTIVISTA TARTAMUDO Eduardo Guzmán, digo Eduárdoguzmán. Al acentuar la letra "A" es una especie de trampolín para agarrar esa "G" de mi apellido, que habitualmente se me pega para hacerlo lo más fluidamente posible. Lo que hace, al final, es que me da la posibilidad de no dejar espacio para tartamudear. Eduardo Guzmán (40) no tiene una palabra favorita o una frase que le cueste menos al momento de hablar. Sin embargo, lo que sí tiene y usa son mecanismos llamados "conductas de evitación" que hacen que su tartamudez sea menos notoria. Dentro de ellas, está unir palabras, una técnica que le ayuda a generar espacios entre ellas y así evitar hacer la frase más compleja. Para él, cuenta, una de las palabras más difíciles de decir es su apellido, una situación que lo ha llevado a buscar fórmulas para decirlo "de corrido" y sin pausas.
Usar muletillas como "emm" o "amm" entre las frases, poner artículos delante de palabras que le cuesta decir o utilizar cambios en la entonación y hablar con las manos son otras de las herramientas que utiliza. "De todas estas conductas de evitación, creo que mi favorita es mi habla melódica y también el no dejar espacio entre palabras, son las que más me sirven para descansar de las interrupciones involuntarias en mi habla", confiesa. Eduardo se encuentra en el jardín que hay abajo de su departamento en San Miguel, en la Región Metropolitana. Viste shorts color crema y una polera blanca con un diseño. Está sentado en una banca con su celular a un lado. Mientras habla, se escuchan algunos ladridos de perros, cosa que, al momento de responder algunas preguntas, lo distraen. Pero vuelve a retomar la idea y sigue contestando.
Eduardo Guzmán Álvarez es un activista que se dedica a educar sobre la tartamudez a través de videos en la plataforma de TikTok, la red social más utilizada para el consumo de videos, y ha aparecido en diversos programas de televisión para visibilizar aún más su propósito. El arribo a TikTok lo hizo con la intención de poder liberarse y atreverse a realizar algo de lo que siempre se privó: hablar. "(La idea) nació por dos razones. Primero, para ayudarme a mí mismo y segundo, para inspirar a otras personas que también tartamudean", cuenta. Partió en 2020, pero dos años después, en abril de 2022, empezó a tomarse en serio su rol como difusor de videos. Tenía aproximadamente 11 mil seguidores. Ya en agosto del mismo año, tenía más de 100 mil. Ahora, cuenta con 216 mil seguidores y 2 millones de likes, además de 50 mil seguidores en Instagram. Su usuario es @holaeedu: con dos `e' para hacerle tributo a su lucha: poner la tartamudez en la palestra. Un día, viendo videos en TikTok, llegó a la cuenta de una tiktoker tartamuda de Reino Unido. Ella decidió salir a la calle a presentarse con un cartel y confrontarse al mundo. Él hizo entonces algo similar. "Tartamudeo y no tengo miedo. Hablemos", ponía en su cartel, además de agregar sus redes sociales para que pudieran seguirlo. Parándose en el metro Baquedano, decidió enfrentarse a uno de sus grandes miedos. Cuenta que la recepción del público fue notable. Centenar de personas se le acercaron y comenzaron a hablar con él. Incluso, escuchó diversas historias de gente que también tenía tartamudez o tenía un familiar con este trastorno. A cada persona que se le acercaba a hablarle le daba un chocolate. "Pensé que la gente derechamente se iba a reír de mí", sospechó. Pero la realidad fue otra. El primer encuentro con su tartamudez fue a los cinco años de edad. No lo recuerda claramente, porque se lo contó su mamá y solo tiene imágenes vagas de su niñez. Fue recién en séptimo básico, a sus 12 años, cuando se hizo consciente de ella. "Estaba en un liceo de hombres y empecé a tener harta exigencia lingüística. Comencé a notarla más. Empecé a ser más consciente de eso, porque empezó a significar un problema", recuerda Eduardo. En Chile no existen datos oficiales sobre la cantidad de personas que padecen este trastorno del lenguaje. No hay, ni siquiera, incentivos de medición que puedan materializarlo en un catastro nacional. Sin embargo, a escala mundial sí lo hay. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay más de 70 millones de personas que tartamudean, correspondiente al 1% o 2% de la población mundial. Su etapa escolar básica en el Liceo Manuel Montt fue difícil sobre todo al momento de enfrentarse a las exposiciones orales. Nunca tuvo apoyo pedagógico, sino que todo lo contrario: en vez de abordar su tartamudez para sobrellevarla, sus profesores solamente lo miraban y no sabían qué hacer.
En una de sus primeras señales abiertas de tartamudez en su sala de clases, Eduardo experimentó lo que viviría el resto de su etapa escolar: luego de una exposición, no hubo una buena reacción de su profesora. "Me quedó mirando con cara de circunstancia y no dijo nada. No hubo un abordaje después de ese instante", rememora. La frecuencia del cuadro de la tartamudez durante la etapa escolar es de un 5%, de acuerdo con los datos que se conocen sobre este trastorno. Con el tiempo, esta cifra va disminuyendo en algunas personas recién entrando en la adolescencia, pero en el caso de Eduardo no fue así. Su única forma de sobrevivir fue a través del empleo de sinónimos en sus presentaciones. De diversos tipos de tartamudez, la de Eduardo se caracteriza por tener cierta facilidad con palabras empezadas con vocales, a diferencia de las que comienzan con consonantes. Por ejemplo, utilizaba palabras como "inconveniente", en vez de "problema". "Empecé a aprenderme de memoria las cosas que tenía que decir al exponer en clase. Los días anteriores anotaba en mi cuaderno todas las palabras fáciles para mí.
Mis exposiciones salían bien y fluidas, pero cero espontáneas". No sufrió bullying en su etapa escolar, porque su papá era el director de su liceo y aquello limitó, en parte, que sufriera burlas reiterativas al interior de su establecimiento. "No todos se atrevían a reírse del hijo del profe. Se reían de vez en cuando, pero aunque haya sido un par de veces, todavía me acuerdo. La reacción era de burla, porque era algo desconocido, era inevitable que al final se rieran". Su niñez la vivió condicionado.
Se volvió introvertido y, actividades que para alguien pueden resultar cotidianas y normales, para él se transformaron en escenarios de pánico. "No me atrevía a participar de cualquier situación social. (La tartamudez) me limitó no solamente en el ámbito académico de socializar con el resto de la clase, sino que mi vida fuera del colegio también, porque cuando tú hablas distinto, hacer cualquier actividad que involucre hablar puede ser un tema". Actividades como ir al cine o ir a comprar al almacén lo limitaron a desenvolverse por miedo a la burla. "Podía hacerlo, pero me daba pánico ir, porque iba a tartamudear, porque me iban a mirar extraño, porque se iban a reír de mí.
Así que al final me volví súper recluso". En la enseñanza media la tónica fue la misma: se volvió ansioso, retraído e, incluso, sintió culpa. "Yo me veía como alguien súper capaz, pero que a la hora de demostrarlo no podía. Era una sensación de mucha rabia". --¿ Y qué decía tu familia? --Es un tema bien curioso, porque mi papá también tartamudea, pero nunca lo conversamos en mi casa.
En ese momento me hubiera gustado mucho haber tenido el impulso de decirles a mis papás: `Oye, sabes que me da miedo ir a clases mañana, porque me toca disertar'. Hubiera esperado más de ellos, pero nunca lo conversamos. Más rato dirá: --Las redes de apoyo para las personas que tartamudean son vitales, porque al final el entorno no tiene por qué entenderte o por qué saber escucharte. En la universidad su experiencia fue complicada.
Entró a estudiar psicología organizacional a la Universidad San Sebastián en el 2002 y, puesto que en su carrera se realizan diversas exposiciones y requería del uso de su voz, reprobó dos ramos: Neurofisiología II, por no presentarse al examen oral, e Inglés, por lo mismo: le daba vergüenza exponer frente a todos.
Eduardo recuerda perfectamente ese diálogo con su profesora de inglés cuando le comunicó la noticia. "Me dijo: `Tú no tienes la asistencia suficiente para rendir el examen', y yo en ese momento recuerdo haber exclamado: --Oh. --Yes, oh! --me dijo ella. Y me echó de la sala. Por suerte, un cambio en la malla curricular hizo que Inglés se quitara de los ramos obligatorios y solo debió volver a cursar el primero. Al final, le tocó el mismo profesor.
Y utilizando diversas técnicas, aprendiendo palabras con semanas de anticipación y empleando sinónimos en sus presentaciones, lo aprobó. "A los 23 años ya estaba bien curtido con todas las conductas de evitación, entonces aprendí a ocultar muy bien la tartamudez". Recién recibido de Psicología, demoró solo dos meses en encontrar trabajo como analista de selección. Su proceso de inserción fue complicado, recuerda.
Debía hablar mucho por teléfono para contactar a posibles candidatos para entrevistas. "Eso me generaba mucha ansiedad, a tal punto que la noche anterior dormía muy mal y estaba constantemente con miedo de hacer las cosas". Rememora hechos como inventar algunas referencias de candidatos por el miedo de llamar por teléfono o cuando tuvo que realizar un assessment center, una entrevista grupal, y su jefe le dijo: "Bien malo tu assesment, qué quieres que te diga". Ese día se fue llorando para su casa. Sus primeros cuatro años de inserción laboral los recuerda como episodios de mucha angustia. De hecho, desarrolló el trastorno de ansiedad evitativo, caracterizado por eludir el contacto social. "Hasta el día de hoy, de vez en cuando, me afecta", confiesa. Actualmente, se desarrolla como psicólogo organizacional en una empresa relacionada con la logística y maquinaria.
En un principio, recuerda que muchas veces tuvo que limitarse a saludar a sus compañeros de trabajo por miedo a que se le notara la tartamudez y, de hecho, muchos de ellos tenían una mala imagen suya. Lo encontraban distante. Pero al final decidió enfrentar lo que le pasaba y le dio un giro. Aunque le cuesta en ciertas ocasiones, reconoce. "Lo hago igual, porque no puedo limitarme en quién soy yo por mi manera de hablar". Eduardo se dedica a reclutar personas.
Su especialidad es la selección de personal y la forma en que lo hace es a través de entrevistas. --¿ Cómo las haces? --Entrevisto a mucha gente, pero lamentablemente en esas instancias uno tiene que sonar más fluido y ahí aplico un montón de técnicas, pero las veces en que por alguna razón tartamudeo en una entrevista yo lo digo. Intento no hacerle la desconocida, porque cuando yo hablo públicamente le quito ese poder, ese velo de tabú... En su lugar de trabajo ahora, abiertamente, se considera tartamudo. Antes lo ocultaba. Siente el respeto de sus compañeros, cosa que jamás pensó que pasaría. Eso lo atribuye al atreverse a mostrárselo al mundo y no seguir escondiendo algo que él busca educar a través de sus redes sociales. Pero en el ámbito de pareja ha sido más difícil. Cuando tenía 30 años, estaba conociendo a un chico, al que le gustaba mucho hablar por teléfono. Pero para personas como Eduardo, esa simple acción puede desencadenar demasiada ansiedad. "Recuerdo que una vez me llamó y justo ese día andaba más tartamudo que de costumbre. Estaba muy pegado, entonces, él me dice: `Oye, pero no te pongas nervioso'". Ahora, hace un análisis y se cuestiona. Nunca le dijo que era tartamudo, sino que solamente se excusó en que era ansioso. Al final, nunca quedaron en nada.
No le respondió más los mensajes y las llamadas. "Fue bien penca, porque por hablar así me perdí algo que a lo mejor hubiera sido bonito". Desde que arribó a TikTok, la recepción de la gente solo ha ido en aumento.
Eduardo recibe diversos mensajes en que personas en su misma situación le dicen que han podido superar sus miedos gracias a él. "Me pasa que después de que salgo, regreso a casa, reviso mi celular y siempre me llega algún mensaje de alguien que me dice: `Sabes que hoy día te vi en la calle, yo tartamudeo igual, pero me dio ansiedad ir a saludarte, pero me gustaría decirte que me siento súper representado por ti'", cuenta. Aunque también le han llegado historias de personas que han pensando en el suicidio producto de su tartamudez. Ha tenido que tomarle el peso a lo que hace. "Aprendí a ver cada historia con mucha responsabilidad, porque cuando empecé a crear contenido lo hice sin un mayor razonamiento, a posterior fue más espontáneo. Y cuando empecé a recibir esta retroalimentación, comencé a estudiar mucho más y a buscar información más fidedigna", cuenta. En el ámbito estatal, la invisibilización es notable, cree Eduardo. En la región, países como Colombia, Estados Unidos, España y Argentina cuentan con instituciones que abanderan la tartamudez. En Chile había una agrupación en la que Eduardo fue director ejecutivo. Se llamaba Fundación Chilena de la Tartamudez, pero cerró. No existen políticas públicas que incentiven a hablar del tema, aunque el activista lo atribuye a que personas con tartamudez no se atrevan y le den voz a su lucha.
Fue tanto así que durante octubre del 2022 se juntó con el exministro de Educación, Marco Ávila, en la previa del Día Internacional de la Tartamudez en el que le planteó algunas medidas de inclusión al interior de las salas de clases como la capacitación de profesores, no obligar a exponer a niños con tartamudez, modificación de ciertas pruebas de evaluación y una educación hacia la libertad del habla. "A mí el día de mañana me encantaría sentarme a conversar con el Presidente sobre las necesidades que las personas que tartamudeamos tenemos", cuenta. --¿ Has pensando en meterte a la política? --No lo he pensado seriamente, pero lo que sí me encantaría es estar en una posición en la que yo tuviera algún tipo de poder de decisión para impulsar algún cambio. No sé si en política necesariamente, porque no tengo cultura política. Soy activista y creo que eso ya es un paso. En Argentina, hace dos años que se habla de una Ley Nacional de Tartamudez que busca visibilizar, concientizar y promocionar este trastorno, pero que aún se encuentra en proceso de tramitación.
A Eduardo le gustaría implementar algo similar en Chile. "Las dimensiones que afectan en la vida de una persona (con tartamudez) son muchas; entonces, quitarle ese enfoque del patologizarla es una formación más integral sobre lo que realmente es". Su reflexión final es su batalla ganada a la adversidad.
Eduardo concluye: "Con todo lo que he hecho, me siento tremendamente orgulloso de haber dado vuelta una situación que en un momento fue mi mayor debilidad". --¿ Qué le dirías ahora a tu yo de 12 años? --Uy, me vas a hacer llorar (ríe). Le diría: `Toma mi mano y seamos felices juntos'. SER GIO ALF O NSO L ÓPEZ "No me atrevía a participar de cualquier situación social (... ) Porque cuando hablas distinto, hacer cualquier actividad que involucre hablar puede ser un tema". Lo que en un principio quiso ocultar, Eduardo Guzmán lo puso por delante para enfrentarlo.
Se ha parado en el metro Baquedano con un cartel que dice que es tartamudo, ha participado en programas de televisión y permanentemente sube contenido a sus redes sociales, donde tiene miles de seguidores, sobre este trastorno que afecta a un 1% y 2% de la población mundial y que en Chile se encuentra muy invisibilizado. POR LEONEL LILLO MORA Eduardo (a la derecha) en séptimo básico, año 1995, con 12 años. Fue en esta etapa de su vida cuando se hizo consciente de su tartamudez. G ENTILEZA ED UA RDO G U ZM ÁN El activista TARTAMUDO.