La memoria infinita del amor
FUNIO DE VIol A Ayer 21 de septiembre se conmemoró el Día Mundial del Alzheimer, una fecha destinada a poner en relieve el avance inexorable de esta enfermedad que afecta a millones cada año y que también viene a poner en el tapete la realidad de miles de familias que, ya sea por opción propia o por falta de recursos, deben asumir el cuidado de estos enfermos a quienes el tiempo les va borrando, plumada a plumada, los recuerdos, las vivencias, sus saberes, el ayer y, en definitiva, lo que conforma su identidad.
Y no solo se trata de una enfermedad que resquebraja la memoria de quienes la padecen, sino que muchas veces también lo hace en la estructura familiar, donde algunos se resisten a la opción institucional para el cuidado, mientras que la dura realidad que deben afrontar quienes se hacen cargo efectivamente en calidad de cuidadores, es amarga, dura y absorbente. Aquí la enfermedad ya se convierte en una prueba para las relaciones familiares. Asumir el cuidado de un paciente con Alzheimer en la familia es un desafío no menor que requiere tiempo, paciencia -mucha pacienciay una fortaleza psicoemocional a toda prueba que no todos tienen.
Muchos simplemente no pueden con ello, y no se trata de falta de amor, es que la enfermedad socava cada minuto del día y de la noche, absorbiendo las energías del cuidador como un vampiro, lo que sumado a las responsabilidades cotidianas termina por socavar a la más férrea voluntad.
Mientras la ciencia se afana en obtener un tratamiento para detener o retrasar la enfermedad, millones de personas lidian con este mal, sea en calidad de pacientes o cuidadores, muchas de ellas mujeres, que enfrentan una lucha diaria en la que están solas, mayoritariamente desamparadas y sicológicamente a la deriva.
Hace un par de semanas se estrenó en Chile el film “La Memoria Infinita”, que documenta la historia de cuidado en el amor que Paulina Urrutia y Augusto Góngora vivieron a causa de la enfermedad que padecía él. Se trata de un registro vívido, cotidiano, que da cuenta de lo complejo que puede ser lo cotidiano en el cuidado diario de estos pacientes.
Marisol Valdés Riffo Editora Pero más allá de lo rutinario, lo que subyace en el film es la persistencia del amor como la base sobre la que se apoya una memoria que se desgrana de a poco, como el cimiento que una casa que se cae a pedazos, pero que se resiste a derrumbarse.
Es allí donde se despliega la grandeza humana, aquella que se niega a ceder los espacios de memoria que el tiempo quiere llevarse, pero que se aferran a ese vínculo donde los recuerdos y los apoyos de los cuidadores son el faro que guía a los pacientes en este camino ya sin señaléticas, permitiéndoles así, saber, momento a momento, dónde están, quiénes les rodean, qué tiempo viven y, en definitiva, quiénes son ellos mismos.
El Día Mundial del Alzheimer no solo da cuenta de esta enfermedad y de cómo la sufren sus pacientes, sino que también es un tributo a quienes desde la labor de cuidadores sostienen la dignidad e identidad de sus seres queridos, amparados por esa memoria infinita que nunca se pierde: la del amor.