ANNE APPLEBAUM y “la internacional autocrática'
ANNE APPLEBAUM y “la internacional autocrática' D esde hace tiempo se viene hablando de una crisis de la democracia liberal, de polarización política, del surgimiento de la extrema derecha y otros asuntos que como nunca se repiten en todos lados. Donde uno mire encuentra conflictos por la migración, seguridad, amenazas de violencia, crimen organizado, narcotráfico y la proliferación de noticias falsas. Una manera de abarcar y entender muchos de estos fenómenos es observar la consolidación de los gobiernos autocráticos por el mundo y ver cómo estos operan.
El último libro de la historiadora y periodista Anne Applebaum, "Autocracy, Inc. : The Dictators Who Want to Run the World" (Autocracia, Inc. : Los dictadores que quieren gobernar el mundo, próximo a aparecer en editorial Debate), propone que hoy existe una red global de autocracias que funciona como un conglomerado con fines de enriquecer a sus dictadores y mantenerlos en el poder. Para conseguir esto, esta red disrumpe el orden internacional de libertades y derechos, y desestabiliza las democracias liberales que la desafían.
A diferencia de las dictaduras del pasado, estas variantes contemporáneas no tienen una filiación ideológica precisa y no se unen por ideas, sino que por arreglos flexibles que buscan enriquecer a sus dirigentes a costa de una mayoría a la que ignoran o en el peor de los casos, suprimen.
Applebaum se ha destacado como historiadora del comunismo y el poscomunismo en el siglo XX, con libros como "Gulag", ganador del Premio Pulitzer en 2004, y su estremecedora investigación sobre el genocidio de campesinos ucranianos perpetrado por Stalin en los años 30, en "Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania". Un notable texto temprano de ella es "Entre el Este y el Oeste.
A través de las fronteras de Europa", donde recopila testimonios de personas comunes de las extensas áreas de Europa Central tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética, viajando por capitales y pueblos rurales desde Lituania y Letonia hasta Ucrania. Ahora, con esta nueva publicación, avanza hacia la historia contemporánea.
La autora sostiene en "Autocracia, Inc... " que los integrantes más conspicuos de esta red global son Rusia, China, Irán y Corea del Norte, pero a su lado hay muchos otros Estados menos poderosos como Venezuela, Nicaragua, Angola, Myanmar, Zimbabue, Mali, Bielorrusia y Sudán. De manera ocasional, a estos se les unen las llamadas "democracias iliberales" con una deriva autoritaria como Turquía, India, Singapur, Filipinas y Hungría, entre otras.
Esta transnacional no tiene una mente maestra que la coordine, sino que solo converge en transacciones funcionales, comerciales o económicas, ya sea para sortear las sanciones o prohibiciones que el resto del mundo les impone, o intercambiar armas o tecnologías de vigilancia. Sin embargo, esta red no solo provee de recursos a sus miembros, sino que les garantiza impunidad y un espacio de seguridad desde donde puedan ignorar el rechazo de la comunidad internacional.
Nuevo orden Al poco tiempo de la invasión de Rusia a Ucrania, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, definió este ataque como un hito en la historia moderna, que no solo concernía a Ucrania, sino al mundo entero, porque definía un orden futuro.
Applebaum propone que este nuevo orden supone rescindir y prescindir de las reglas del sistema internacional de derechos humanos, acuerdos y pactos establecidos desde mediados del siglo XX, que no solo garantiza el predominio del derecho, sino que supone una aspiración sobre cómo debiera funcionar el mundo.
Rusia y China reconfiguran el lenguaje del derecho internacional cuando en lugar de hablar de derechos humanosh a b l a n del derecho al desarrollo e invocan la soberanía y la libre determinación de los pueblos solo para que nadie se entrometa en sus propios atentados en contra la soberanía de otros Estados. Otro término nuevo en este lenguaje es el de la "multipolaridad", que supone el fin de la hegemonía occidental caracterizada como decadente y degenerada. Los autócratas solo quieren licencia para intimidar, neutralizar o eliminar a sus adversarios políticos, sin que nadie se les oponga dentro y fuera de sus fronteras.
Desde esta perspectiva, se ve muy lejano el entusiasmo con el que décadas atrás se suponía que la democracia liberal iba a avanzar de manera inexorable por el mundo, dejando atrás la antigua división de la Guerra Fría y sus pesadillas. En esos años, la globalización económica traía un relato utópico que prometía prosperidad y movilidad social por el mundo. Hoy, todo eso está en ruinas.
La autora recuerda un momento en los años noventa del siglo pasado cuando el expresidente Bill Clinton bromeaba frente a una audiencia de analistas internacionales advirtiendo que ninguna potencia del mundo podría dominar internet, una tierra prometida de libertad y progreso. Clinton dijo que pretender esto sería algo tan tonto e inútil como tratar de clavar gelatina en una pared. Mucha gente entonces asumió que, en ese mundo abierto e interconectado, la democracia y las ideas liberales iban a avanzar infiltrándose a través de las últimas barreras del autoritarismo.
Pocos imaginaron, dice esta autora, que la influencia operaría en un sentido inverso y que los regímenes autoritarios como Rusia y China propagarían su influencia entre las democracias occidentales y que la panacea tecnológica de la interconexión global se usaría como una herramienta de supervigilancia y control social o un instrumento de desestabilización a escala global.
Es importante destacar que esta internacional autocrática no habría podido surgir sin la colaboración deliberada o inconsciente de instituciones occidentales, compañías, bancos y otras entidades que, incluso operando dentro de la legalidad, negociaron con estos regímenes, mirando para el lado cuando habría convenido poner más cuidado sobre el origen de sus platas. Todo esto ocurría mientras el discurso de los políticos llamaba a defender la democracia, cuidar las instituciones y el Estado de Derecho. El periodista Tom Burgis acuñó el término "kleptopia" (cleptopía) para designar este mundo flotante de platas sucias. Applebaum afirma que la cleptocracia y la autocracia avanzan de la mano, reforzándose de manera recíproca, socavando a su paso todas las instituciones que tocan.
A la cabeza de esta red autocrática está la Rusia de Vladimir Putin, no solo porque fue un experimento pionero en esta unión de autocracia y cleptocracia, sino también porque su líder es el principal garante para que otros dictadores como él permanezcan en el poder, resistiendo las presiones democráticas que amenazan con derrocarlos. Cuando Putin asumió se propuso reformar el sistema económico soviético, pero lo hizo creando un régimen autoritario dirigido por una cábala que se enriqueció muchísimo y pretende eternizarse en el poder.
Sin embargo, Putin solo pudo hacer esto combinando la experiencia acumulada por la KGB, organización de la cual era miembro --con su vasto aprendizaje en el lavado de dinero, el financiamiento de terroristas y agentes por el mundo--, con la ayuda del mundo económico y financiero occidental, que le abrió sus puertas sin hacer muchas preguntas. Cae de Maduro Hasta hace poco, los dictadores del mundo se tomaban la molestia de encubrir sus verdaderas intenciones detrás de una elaborada puesta en escena democrática.
Hoy se ha descartado este simulacro y no tienen escrúpulos para exhibir sus verdaderas intenciones o bien las disimulan detrás de retóricas delirantes, tal como lo hace Nicolás Maduro al denunciar una conspiración del imperialismo fascista que amenaza con sacarlo del poder. A partir del año 2008, Venezuela se convirtió en una paria internacional, pero desde entonces comenzó a recibir la ayuda de la red global de autocracias.
Rusia e Irán le hacen préstamos para su industria petrolera, Bielorrusia desarrolló ahí una industria para armar tractores, Turquía le facilita el comercio ilícito de oro, Cuba le proporciona asesorías en seguridad, cediéndole fuerzas militares y policiales. Para las protestas masivas del 2014 y el 2017, la policía de Maduro reprimió a la población con materiales antimotines de procedencia china, país que también le facilitó sus métodos de vigilancia. Hezbolá, la organización chiita paramilitar libanesa, controlada desde Irán, asesora a Venezuela en el narcotráfico y en formas de lavado de dinero. El régimen de Maduro no solo es condenado por buena parte de la comunidad internacional, sino también por la mayoría de su pueblo, tal como lo han demostrado las recientes elecciones.
El punto aquí es que estos movimientos de oposición local no se están enfrentando con un dictador reducido a sus propias fuerzas, sino que con un conglomerado millonario que lo apuntala inyectando millones de dólares en los bolsillos de sus jerarcas. El caso de Venezuela es consignado profusamente en el libro de la historiadora. Applebaum sostiene que no estaríamos en una nueva guerra fría, porque no hay dos bloques enfrentados, unidos por ideologías en pugna.
No obstante, todo este panorama tiene un aire del mundo polarizado del siglo XX, tomando en cuenta que los tiranos del presente en gran medida se unen por su aversión a la democracia liberal que tradicionalmente ha encarnado Estados Unidos.
Aunque la autora no se refiere en el libro a las amenazas que se ciernen sobre Estados Unidos, parece natural preguntarse qué pasará con este país --que alguna vez fue emblema de la democracia y el garante del orden internacional--, pensando en el escenario de la candidatura del expresidente Donald Trump. No solo por su deriva autoritaria, sino por sus escandalosos vínculos con el régimen de Putin. No hay que olvidar que el expresidente planeaba levantar un complejo de sus famosas "Trump Towers" en Moscú. Todo esto puede sonar muy alarmista, pero esta sensación puede ser saludable. Applebaum advierte que la autocracia es un sistema político y no una condición esencial de los países, no existen las autocracias ni las democracias por naturaleza. Son decisiones políticas, y es mejor estar atentos para no cometer errores. Que la autocracia sea una decisión y no un destino es una buena noticia, porque se le puede oponer resistencia. La red de cleptocracia transnacional puede combatirse con transparencia, controlando el lavado de activos y la circulación de plata sucia. Los pueblos pueden erradicarla de manera organizada y conjunta, estableciendo redes que busquen formar sociedades democráticas y libres, que le garanticen a la gente la posibilidad de vivir mejor. COMENTARIO ANNE APPLEBAUM y `la internacional autocrática' MARCELO SOMARRIVA Q. UAI, Facultad de Artes Liberales. La historiadora y periodista estadounidense Anne Applebaum. MACIEJ ZIENKIEWICZ `` Applebaum sostiene que no estaríamos en una nueva guerra fría, porque no hay dos bloques enfrentados, unidos por ideologías en pugna. No obstante, todo este panorama tiene un aire del mundo polarizado del siglo XX. En su nuevo libro, "Autocracia, Inc. ", la destacada historiadora estadounidense propone que los dictadores actuales forman una red global que funciona como una transnacional para enriquecerlos y mantenerlos en el poder. Una red que disrumpe el orden internacional y desestabiliza las democracias liberales que la desafían. No hay ideologías, sino arreglos para enriquecer a dictadores a costa de sus pueblos..