EDITORIAL: Cultura mistraliana
EDITORIAL: Cultura mistraliana Una de esas voces invaluables es la de Gabriela Mistral, la gran poeta y pedagoga chilena, quien en sus palabras y acciones nos dejó un legado profundo sobre qué significa y qué debe ser una verdadera educación. Sus ideas, aunque escritas hace más de medio siglo, siguen siendo un faro para construir una escuela más humana, más justa y más auténtica. Uno de los aspectos que Gabriela Mistral resaltó con gran énfasis, fue la importancia del desarrollo espiritual y emocional en la educación.
Para ella, la escuela no podía limitarse a impartir conocimientos académicos, sino que debía ser un espacio donde las niñas y los niños cultivaran su alma, su sensibilidad, su capacidad de amar, entenderse a sí mismos y a los demás. Este enfoque contrasta con las instituciones educativas que, en ocasiones, se ven como lugares llenos de «desamor», donde las relaciones entre docentes y estudiantes carecen de afecto, respeto y reconocimiento de la dignidad humana. Mistral nos recuerda que la escuela debe ser un refugio, un espacio cálido, donde las emociones y los afectos sean valorados como parte esencial del proceso formativo. Solo así podremos formar seres humanos íntegros, capaces de empatía, solidaridad y amor, cualidades indispensables para una sociedad más justa y equitativa. Otro aspecto crucial en las ideas de Mistral es la necesidad de reconocer y valorar la cultura propia, especialmente en un continente con gran diversidad como América Latina. Ella defendía que la educación debe estar enraizada en los territorios, en las tradiciones, en las lenguas y en las cosmovisiones de nuestras comunidades. Relevando la cultura local, la educación puede dejar de ser un proceso impuesto desde afuera y convertirse en una herramienta de afirmación, de resistencia y de desarrollo propio. La interculturalidad no solo implica el reconocimiento de las diferencias, sino también la valoración de las similitudes y la construcción de un diálogo respetuoso entre las distintas culturas que habitan nuestras tierras. Solo así podremos formar ciudadanía plena, consciente de su historia, su territorio y su cultura. Para que estos ideales puedan concretarse, el rol del Estado y de todas las adultas y adultos en la educación es fundamental. Mistral subrayaba la responsabilidad de la comunidad en brindar un espacio de respeto, amor y dignidad. La escuela no es solo un lugar donde se transmiten conocimientos, sino un espacio de encuentro, de construcción de comunidad, de reconocimiento de la otredad..