Diario de Vida
Diario de Vida Jerson Mariano Arias Diario de Vida «Querido diario... » era el comienzo tradicional de los escritos en las páginas de ese diario íntimo, receptáculo de las impresiones más secretas de muchos adolescentes de antaño. (Ignoro si al día de hoy se usa). El lento transcurrir de aquellos días hacían más largas las horas y extensos los años; había tiempo y estado de alma como para observar el efecto que los acontecimientos provocaban en el ánimo.
El propio desarrollo físico y síquico remecían haciendo obligatoria esa válvula de escape que era el `diario'. El comercio ofrecía diarios de vida de bello empaste; para los que no estaban dispuestos a gastar sobradamente, cualquier cuaderno servía, incluso aquellos que conservaban algunas hojas libres a fin del año escolar. Asuntos semejantes a los registrados en esos diarios aparecen por otros medios digitales y ya no son tan privados, pero están; son `girones del alma', como dijo un escritor español.
Esos asuntos tan privados que el diario personal de antaño ocultaba en el más secreto de los rincones, lejos del alcance de la vista de extraños ante las confidenciales páginas con fotografías, recortes de prensa de algún `ídolo', lo que hoy llaman `ticket', es decir, la colillla de una entrada al cine cuando se asistió amorosamente acompañado. En fin. Como ya se dijo: hoy nuestras vidas públicas y privadas viajan por el espacio, dicen que hacia una `nube' en donde permanecerán para siempre. Como todo hoy, es volátil, pasajero; pero mucho más amplio, en esos registros caben las melancólicas huellas de un mal momento, como también las airadas palabras intercambiadas entre contendores. Esta costumbre no es nueva: la han cultivado los estadistas, los generales en batalla (bitácoras), los científicos en sus laboratorios. Cada ciudad, pueblo o barrio conserva un archivo; unos más prolijos que otros. Gracias a esa buena costumbre se puede indagar el pasado, los historiadores hurgan en esos aterradores anaqueles atestados de polvorientos archivadores; algunos con caligrafías ininteligibles, otros sobre papeles craquelados que pueden deshacerse al tocarlos.
Durante la búsqueda aparecen ante nuestros ojos retratos de hombres que nunca vimos, conocemos de acontecimientos ignorados, logramos fechas señeras como la instalación de la energía eléctrica en un poblado o la apertura del puente sobre el río. Como no todo ha sido miel y hojuelas en la trayectoria humana, no falta ese criminal conocido de voz que nos muestra su cara por primera vez.
O la desgracia, como aquella vez en que una hacendosa mucama entró en la oficina de su jefe científico y pareciéndole que aquello era un caos, se esmeró en ordenar y limpiar quemando todos los registros de los estudios hechos por su patrón.
Es probable que el «querido diario» si no ha sido ya devorado por las llamas nos dé a entender aspectos de nuestra propia existencia ya olvidados, cuyos eslabones rotos nos impiden comprendernos, haciendo inexplicables nuestras tendencias naturales, las aficiones, las vocaciones incluso. Puede ser que durante la inflamada etapa de la vida juvenil nos informe acerca de aquella ilusión romántica ya olvidada por una muchachita frágil y tierna que ocupaba nuestra atención casi obsesivamente..