Inspirar un futuro posible
Inspirar un futuro posible S on múltiples los síntomas que evidencian el estancamiento del país: en lo económico, una bajísima tasa de crecimiento; en lo político, las enormes dificultades para avanzar en la solución de problemas que siguen arrastrándose; en lo social, la entronización de la delincuencia que amenaza a la población y la inseguridad que la acompaña. Todo ello produce un hondo pesimismo ciudadano. El próximo ciclo presidencial es una oportunidad para cambiar este estado de cosas, cambiando también el eje del debate. En el último tiempo, el país ha estado atrapado en una discusión moral respecto de la desigualdad y las injusticias que ella genera.
Las soluciones propuestas han estado dirigidas a corregir aquello mediante la intervención directa del Estado: educación "pública, gratuita y de calidad" para los jóvenes; "salud garantizada" para los ciudadanos, y mejores pensiones para la población pasiva, acompañado de jornadas laborales más cortas y con más feriados, todo financiado con impuestos a los más ricos. En esa visión, la ciudadanía está constituida por personas pasivas, a la espera de recibir beneficios. Sin embargo, estos nunca llegan como se anuncian (la mala calidad de la educación estatal o las listas de espera en salud lo muestran), porque un país estancado no genera los recursos necesarios. Se necesita un radical cambio de enfoque.
En vez de pasividad, el país debe ser visto como un conglomerado de ciudadanos activos, protagonistas de sus vidas, que persiguen sus propios fines con ahínco y dedicación, donde, como resultado de ese esfuerzo, la sociedad entera se enriquece.
A su vez, quienes quieran liderar políticamente a la nación deben promover ese relato, como una vez lo hizo John Kennedy, preguntándoles a sus compatriotas no lo que el país podía hacer por ellos, sino lo que ellos podían hacer por el país.
En un escenario en que se invierte la pasividad por la agencia ciudadana, habrá más incentivos para que el emprendimiento florezca, las inversiones se reactiven, las trabas al crecimiento se diluyan y los recursos del fisco se multipliquen por la expansión de la base tributaria.
Un relato de este tipo permite abandonar la coyuntura como la fuente y el resumidero de todos los lamentos, para levantar, en vez, la mirada, apostando por el futuro con las herramientas que ese futuro puede entregar: tecnología para combatir la delincuencia; una gran portafolio de proyectos de energías limpias, minería e hidrógeno verde que multipliquen las inversiones; inteligencia artificial para facilitar la vida, y una sociedad pujante, dinámica, que actúe de manera conjunta por una causa común, que sienta que el futuro está en sus manos y no en la burocracia de turno. Este es un relato distinto del que hemos estado escuchando, pero inspirador de un futuro posible. El país se lo merece. Urge un relato capaz de convocar a los ciudadanos a ser protagonistas de sus vidas..