Autor: FELIPE BLANCO | Crítico de cine; profesor Escuela de Cine, U. Mayor.
El agente topo: La mirada del otro
En su quinta película —con nominaciones a los premios Oscar y Goya—, Maite Alberdi continúa explorando expectativas, anhelos y frustraciones de sus personajes.
I factor estilístico más persistente que unifica la filmografía de Maite Alberdi, desde Las peluqueras (2007), uno de sus primeros cortos documentales —codirigido con Israel Pimentel —, es su sentido de observación y la manera en que calibra las relaciones de distancia y lejanía respecto de los temas y personajes que decide poner frente a su cámara.
Ya en ese trabajo seminal —que abordaba la rutina de un par de peluqueras que intentan mantener vigente su negocio en el corazón del Barrio Brasil—, Alberdi pareció decantarse por un interés hacia cierta tradición en extinción y hacia tipos humanos que parecían vivir fuera de las fronteras de la modernidad, a partir del registro identitario donde la descripción del oficio fortalece la definición de sus personajes.
A esas señas concretas, Las peluqueras añadía una preocupación adicional por situar a sus protagonistas y asus historias en un contexto social preciso y en un entorno arquitectónico reconocible, decisión que inevitablemente añadía una lectura histórica a su reflexión sobre el pasado y la modernidad. Con El salvavidas (2011), su primer largo, Alberdi se desplaza hacia El Tabo para filmar, en parte, la ambivalente relación que Mauricio, uno de los salvavidas de la zona, tiene con su trabajo.
La construcción de identidad en función de esa ambivalencia —su personaje le tiene miedo al mar y, como prolongación, también a la muerte—, aquí es el centro dramático y la cámara complementa la tensión interna de su protagonista con el seguimiento a los veraneantes, sus diálogos anodinos y el poder caracterológico que esos pequeños microrrelatos le conceden al filme.
Con El salvavidas Maite Alberdi ratifica y expande dos aspectos esenciales a su cine: la elaboración de la mirada a partir del catastro de costumbres y el peso que la narración oral tiene en sus películas.
Ambos son claves para establecer un universo que, en gran parte de sus cuatro largometrajes, se ha unificado a partir de la observación de grupos muy acotados: mujeres de tercera edad de clase alta en La once (2014), un grupo de adultos con síndrome de Down en Los niños (2014). EL AGENTE TOPO (2020) País: Chile Dirección y guion: Maite Alberdi Fotografía: Pablo Valdés Música: Vincent van Warmerdam Duración: go minutos Disponible en Cinemark.
Cl «le El agente topo sigue siendo impecable en aquello que mejor define el talento de su realizadora: la capacidad de descubrir mundos, tipos humanos y códigos de conducta en medio de espacios cotidianos e inadvertidos.
Le UNO DE LOS NUESTROS El agente topo (2020) comparte ideas y estilos con su obra anterior, en tanto hay en él una mirada generacional que nuevamente apunta a la vejez y a la descripción de un universo que se nutre de pequeñas historias, en las que un puñado de personajes conforman, a partir de su registro verbal, gran parte del tejido de la película.
El cambio más significativo está en el punto de vista elegido, que es indagar en los personajes que pueblan el Hogar de Ancianos San Francisco, en la localidad de El Monte, a partir de uno de ellos, un infiltrado, Sergio Chamy.
Este es un octogenario que acaba de enviudar y que es contratado por Rómulo Aitken, jefe de una agencia de detectives, para que se instale durante tres meses en ese recinto e investigue el trato que reciben allí los ancianos, específicamente una de sus huéspedes, Sonia. Se trata de que con esos antecedentes sus hijos puedan evaluar las condiciones de su cuidado.
Sergio se convierte así en un agente secreto y el relato construye su imaginería inicial con referencias a la vertiente clásica del género de detectives y también al de espionaje —a partir de una paleta cromática más apagada y a ratos cercana al sepia, a diferencia de la colorida visualidad de sus cintas anteriores—, con una partitura que recicla los acordes en suspensión del cine negro y con la incorporación de un relato en off constituido por los informes grabados que periódicamente Sergio envía a Ramiro, y que funcionan como vehículo principal para los detalles del argumento. Como en otros trabajos de Alberdi, Sergio se construye identitariamente en relación con una labor específica que aquí deviene extremadamente ritualizada. Desde el inicio, El agente topo define a su protagonista en relación con las ambivalencias respecto de su papel de informante.
Las discre- «le En cierto momento, el grado de fractura, de aislamiento y de enajenación de algunos de esos personajes tiende a ser sobrepasado ante un protagónico que la cinta construye preferentemente desde la candidez y la ternura.
La + Pancias entre él y Rómulo sobre los énfasis y las rutinas de la investigación constituyen buena parte del activo dramático del filme y, en gran medida, el pivote inicial —y que permite la identificación rápida con su protagonista— es la incertidumbre de si Sergio será o no capaz de llevar a cabo el trabajo que se le ha encomendado. En torno a esta línea dramática que cruza la narración se congregan las interacciones que en su desempeño Sergio tendrá con los moradores del hogar durante esos meses.
Más allá de los puentes que intenta establecer con Sonia, a quien le será muy difícil empatizar con él, la película se decanta en las historias de Petronila, una anciana que llena su tiempo escribiendo y recitando poemas a sus compañeros; Rubira, mujer plenamente consciente y aterrada tanto del avanzado estado de su alzheimer como del abandono de sus hijos; Marta, anciana que tiene la obsesión de hurtar prendas y objetos de sus compañeras, y especialmente Berta, una de las más independientes del hogar —lleva más de veinticinco años y que deposita inmediatamente en él un interés afectivo.
Más que en la labor de investigación de Sergio enfunda el documental en una dimensión cercana a la comedia—, es en algunas de estas pequeñas historias donde están las zonas de mayor interés de El agente topo, en tanto el documental es, más allá de la estrategia genérica a la que alude, una reflexión sobre la vejez solitaria.
Sin embargo, es indudable que la opción de abordar esas semblanzas de manera indirecta, mediatizadas por el punto de vista de un solo personaje, y de seguir la línea de acontecimientos que sobre él se ha forjado, resiente la profundidad con que la película da cuenta de esas vidas que han llegado a sus últimos instantes con más vacíos que satisfacciones. En cierto momento, el grado de fractura, de aislamiento y de enajenación de algunos de esos personajes tiende a ser sobrepasado ante un protagónico que la cinta construye preferentemente desde la candidez y la ternura.
Pero estas diferencias de intensidad inevitables en función de las arriesgadas decisiones narrativas que obligaba la historia—, no debilitan la capaciDad de su directora para administrar el inmenso volumen de material emocional que pone en juego y que ha sido el insumo fundamental en su acercamiento para La once y Los niños.
A pesar de las dificultades para penetrar en las razones de estos personajes, El agente topo sigue siendo impecable en aquello que mejor define el talento de su realizadora: la capacidad de descubrir mundos, tipos humanos y códigos de conducta en medio de espacios cotidianos e inadvertidos.
En cierto modo, incluso en su metódica y rigurosa aproximación al documental, en el cine de Maite Alberdi late un vínculo poderoso con las coordenadas del cine de ficción, especialmente con el melodrama, visible no solo en los elementos con los que modela sus obras, sino también en la manera emotiva con que explora, con mayor o menor distancia, las expectativas, anhelos y frustraciones terminales de sus personajes. MSJ