“El clivaje «pueblo-oligarquía» es un buen ariete retórico, pero ha perdido filo”
“El clivaje «pueblo-oligarquía» es un buen ariete retórico, pero ha perdido filo” MAURO BASAURE, SOCIOLOGO E INVESTIGADOR P ara el académico en Sociología de la U. Andrés Bello e investigador del Núcleo Milenio Crispol (Crisis Políticas en América Latina), Mauro Basaure, el principal desafío programático de la candidata presidencial del Partido Comunista (PC), Jeannette Jara, es la economía.
No sólo se trata de presentar un programa razonable --metas modestas pero realizables que aseguren cierta estabilidad, rostros solventes que las puedan implementar--, sino que además este sea creíble ante la ciudadanía. "El centro político no teme tanto a la justicia distributiva como sí a que la cuenta llegue en forma de inflación y desempleo", dice este sociólogo de la U. de Chile y doctor en Filosofía y Ciencias de la Historia por la Universidad de Frankfurt.
En todo aquello, añade Basaure, Jara se jugará la posibilidad de perforar el techo electoral que las encuestas están mostrando luego de su triunfo en las primarias --el tercio que considera que este Gobierno ha hecho las cosas bien--. Los próximos 45 días, comenta, serán claves. "Jara necesita contar una historia nueva" --¿ Cómo ves la candidatura de Jara? --La tesis durante las primarias, según la cual Jara era poco competitiva frente a la derecha, sigue siendo válida. Jara cuenta con un piso sólido, pero también con el techo más bajo entre las candidaturas competitivas. Hoy su respaldo real ronda el 30%, un bloque que se mantiene firme y con cierto margen de crecimiento.
Sin embargo, su techo es más limitado que el de cualquier otro rival por una razón aritmética simple: los votantes de los candidatos de derecha tienden a ser más transferibles entre sí en un eventual balotaje.
La sensibilidad política en Chile se ha desplazado hacia la derecha; sobre esto no caben dudas. --Desde el punto de vista programático, Jara parece estar en un lugar difícil: ni puede reivindicar un programa totalmente PC, ni tampoco una continuidad acrítica con un Gobierno que no supera el 30% de aprobación. --Para romper su propio techo, Jara necesita contar una historia nueva. Debe presentarse como novedad y cambio en dos sentidos: primero, marcar una ruptura con La Moneda. Esto implica reivindicar los avances sociales que lideró Boric, pero dejando claro que su eventual Gobierno no será una continuidad. Más difícil aún es resolver la contradicción de mostrarse como alguien que es y no es del PC.
Ambas rupturas requieren, además, que su programa de protección y justicia social se articule con una solvencia palpable en materia económica: una figura creíble en lo macroeconómico, que firme la regla fiscal, cuantifique el costo de cada reforma y proponga un camino plausible de crecimiento. --Cuadrar varios círculos. --Si lograra articular todo esto de manera creíble, Jara podría transformar su identidad comunista en una izquierda de barrio, que cuida el bolsillo, protege, cuadra las cuentas y patrulla la esquina.
Esa mezcla es la única capaz de sumar el porcentaje que hoy le falta para superar su techo y disputar con fuerza la segunda vuelta. --En la Radio U. de Chile, el filósofo Rodrigo Karmy decía que Jara volvía a poner de manifiesto "el clivaje de pueblo-oligarquía". ¿Qué crees tú? --Esto retoma una conversación que ya he tenido con Rodrigo en otros contextos. El clivaje "pueblo-oligarquía" sigue siendo un buen ariete retórico, pero su potencia política ha perdido filo. Por distintas razones, octubre de 2019 no ha envejecido bien: aquel pulso épico contra "los de arriba" hoy se asocia, lamentablemente, solo con violencia y el fracaso constituyente. El país ha girado del momento populista al momento institucional: hoy se demanda una policía eficaz, cuentas ordenadas y certezas de mediano plazo.
Si Jara decide amplificar ese clivaje corre tres riesgos: primero, encapsular su techo en el tercio duro, porque los votantes de centro temen más la inestabilidad e inseguridad que la desigualdad; segundo, fracturar su coalición, pues necesita al socialdemócrata que negocia el presupuesto, no al compañero que denuncia la regla fiscal como "traba oligárquica"; y tercero, disparar la prima de riesgo: ante cada corrección técnica --ya sea del Consejo Fiscal Autónomo o del Banco Central-puede aparecer la tentación de ver la mano de una élite defensiva, lo que dificultaría aún más el procesamiento político y el financiamiento de sus propias reformas. --En una de tus últimas columnas escribías que Jara se presentó como la "chica de El Cortijo": hija del esfuerzo, la educación pública y el ascenso individual, y apuntabas a un peligro: el mérito es reivindicado por la derecha y mirado con suspicacia por la izquierda. --El "mérito" no es una anécdota autobiográfica, ni mucho menos un concepto marginal en política. Representa una línea divisoria capaz de distinguir a una socialdemocracia viva, tanto del individualismo de mercado como del igualitarismo ciego. La biografía de Jara encarna precisamente esa bisagra.
Si se limita a celebrar el esfuerzo personal, cede la narrativa a la Mauro Basaure: "El clivaje «pueblo-oligarquía» es un buen ariete retórico, pero ha perdido filo" El sociólogo analiza el escenario en que se mueve la candidatura de Jeannette Jara: "El país ha girado del momento populista al momento institucional: hoy se demanda una policía eficaz, cuentas ordenadas y certezas de mediano plazo". FOTO: CLAUDIO CORTES Martín Romero E.. “El clivaje «pueblo-oligarquía» es un buen ariete retórico, pero ha perdido filo” derecha ("el que quiere, puede"); si, en cambio, reniega del mérito, refuerza la caricatura de un PC anacrónico. En este punto, Jara tiene la oportunidad de marcar una diferencia y representar una novedad. El camino es repolitizar el concepto, enfrentándolo tanto a la derecha como a la izquierda clásica: explicar qué "máquinas de ascenso" deben replicarse y cómo se financiarán dentro del marco de la regla fiscal.
Así, el mérito se convierte en un pacto republicano de movilidad y crecimiento, le permite diferenciarse del dogma partidario y ampliar su techo sin abdicar de la igualdad. --En ese contexto: ¿ A quién le debe hablar Jara? En una entrevista a «La Segunda», el alcalde de Independencia, Agustín Iglesias, decía que "las personas buscan esperanza, alguien que traiga una buena noticia a tu casa; no están ideologizadas como la clase política cree, quieren a alguien que les genere confianza, cercanía, que los vaya a cuidar". En principio, ese sería un escenario conveniente para Jara. --Hay una constante en Chile desde hace más de una década: el desprestigio brutal de la clase política. Frente a ello, los políticos que aspiran a ser candidatos deben lograr ocupar ese lugar casi imposible de ser políticos "sin parecerlo". Es una fórmula mágica.
Tohá no la encontró; de hecho, encarnó justo la fórmula contraria: rodearse de reconocidos "políticos". Matthei tampoco lo ha logrado, confiando --al igual que Tohá-en la experiencia, la capacidad técnica, en saber nombrar los problemas de la gente, etc. Pero le falta esa dimensión no-política, novedosa, hoy indispensable para ser aceptado por el votante. Kast sí lo consiguió: primero recurrió a la lógica antisistémica y solo después desarrolló su dimensión institucional y programática. Hace poco incorporó a un economista de renombre, por ejemplo. Se desmarcó del sistema para luego ingresar a él. La fórmula de Jara es distinta: se basa en el cuidado, en la cercanía.
Es política, sí, pero al mismo tiempo no lo es, porque se presenta como cualquier persona del barrio, como la tía. "Existe un antiboricismo muy grande en la sociedad" --¿ Pero hasta dónde le conviene a Jara profundizar esta imagen de "la tía simpática de Conchalí que compra pan con cecina en el negocito de la esquina" (la frase es de Pablo Ortúzar, por cierto)? --La cercanía fue su fórmula mágica de entrada: le permitió no parecer una política más. Pero ahora es el momento de la política, del principio de una presidencialidad responsable.
El momento clave será la presentación del gabinete de campaña y, antes de que termine agosto, de un shadow cabinet económico y de seguridad compuesto por figuras que no provengan del PC. --El historiador Alfredo Riquelme decía que el punto débil de Jara era la política internacional del PC.
Otros apuntan a que las señales que ha dado en materia económica son débiles y confusas. ¿Para ti cuáles son los puntos frágiles de su candidatura? --Carga con la etiqueta de continuidad de un Gobierno con apoyo insuficiente; su historia de vida seduce, pero la sigla PC activa temores patrimoniales y dudas en materia de DD.HH. Aún no ha mostrado el gesto inequívoco --un economista transversal y una canciller socialdemócrata-que neutralice esos reflejos. Su partido arrastra abstenciones relevantes en temas de seguridad, y la derecha la golpea cada vez que ocurre un crimen. Por ahora, carece de un plan de contención creíble. Depende de un oficialismo fracturado: un Frente Amplio (FA) dolido y desorientado, un Socialismo Democrático desconfiado, y un PC empeñado en marcar territorio. Sin un "contrato fundacional" visible, la ciudadanía puede intuir ingobernabilidad.
Pero sobre todo, repito, enfrenta un techo estructural de un tercio. --A propósito del debate entre Carlos Peña y Lucía Santa Cruz sobre el significado de una candidatura del PC. ¿Crees que a la gente le sigue importando eso del anticomunismo? Si el tabú del pinochetismo ha sido paulatinamente dejado de lado, para el caso de Kast, ¿podría ocurrir lo mismo con Jara? --Kast logró que la asociación con el pinochetismo dejara de ser tóxica para su campaña al reducirla casi a una cuestión de opción privada, apartada de su programa ("todos saben lo que pienso"); y desplazó la figura autoritaria hacia la dimensión del orden y la eficacia en su supuesta guerra contra la delincuencia. Ese reframing le ha funcionado. La pregunta es si Jara puede lograr un efecto simétrico. Ella ha optado por algo inteligente: caricaturizar el anticomunismo y las preguntas que la empujan hacia los clichés de Cuba y Venezuela. Se reía, por ejemplo, de los memes que circularon tras su visita a la casa de Boric en Yungay, donde él supuestamente protegía a su guagua porque ella podía comérsela. Genial. Ese repertorio humorístico, sin duda, funciona. Pero ello no resuelve el problema del todo porque el anticomunismo hoy no es tanto de índole moral; es económico-institucional. El "fantasma rojo" sobrevive, pero ha mudado de piel.
Hoy la palabra "comunista" no espanta por resonancias épicas de la Guerra Fría, sino por un temor muy concreto: ¿ será prudente con el bolsillo y con la ley? Ese anticomunismo se alimenta de un espejo latinoamericano todavía encendido (Cuba, Venezuela), mientras que el pinochetismo, en cambio, se proyecta sobre un país que, para la mayoría de los menores de 40, en el mejor de los casos, es apenas un capítulo del manual de historia. --¿ Es viable políticamente la candidatura de Jara si, en el mejor de los casos, la alianza que la sustenta es sólo electoral, lejos de un conglomerado que de verdad comparta un proyecto político? --Kast y Matthei pueden competir en el grado y la velocidad de la mano dura, o en el porcentaje de rebaja tributaria, pero comparten convicciones sustantivas.
En la izquierda, en cambio, las divisiones son de orden matricial: difieren en la narración del 18-O, en la teoría de la modernización productiva y del crecimiento, en la lectura institucional del conflicto mapuche o del sistema de pensiones, por nombrar solo algunos puntos. El FA nació para impugnar a la socialdemocracia; la socialdemocracia se reconfiguró como "progresismo responsable" precisamente para contener al FA; y el PC ha combinado lealtad gubernamental con una arraigada cultura de oposición.
Así, cuando sus dirigentes se sientan hoy en la misma mesa, comparten pocas cosas, entre ellas el temor a una derrota electoral. --¿ Cuál es el balance que haces del Gobierno de Boric? En un texto escribías: "¿ Vistas las cosas más allá de la contingencia, qué sentido o interés puede tener escuchar que Boric y los suyos hayan aprendido, y tan rápido. No hay nada que celebrarles". --Existe un antiboricismo muy grande en la sociedad. En gran medida tiene que ver con la percepción de que llegaron a un lugar que no les correspondía --al menos, no aún-pues no reunían los méritos necesarios, y además lo hicieron mal. Ese atajo y fracaso, para muchos resulta imperdonable, porque el mérito en política es tan relevante como el mérito en la distribución de ingresos. Se percibe como injusticia. Eso explica por qué hoy se discute si Boric debe esperar hasta los 65 años o no para recibir la pensión vitalicia y la dieta. El tema generacional, de una juventud que asumió atrevidamente algo que no debieron y para la que no estaba preparados, es central en la evaluación de Boric y su Gobierno. Por eso Vodanovic, el alcalde de Maipú, aparece como tan sensato, es lo opuesto a Boric.
Sin dejar de reconocer los logros puntuales de este Gobierno, sigo preguntándome --desde un punto de vista de juicio histórico-qué sentido tuvo que, como sociedad, hayamos debido sobrellevar y solventar colectivamente este proceso de maduración generacional. --Ya se habla de la emergencia de un "nuevo ciclo político". El historiador Marcelo Somarriva, dijo que se está cerrando la etapa "que llevó al Frente Amplio al poder". ¿Qué tan así es? --La esencia del FA fue la negación, la rebeldía.
Nació como oposición a lo que entendían como la "mesa del poder". Si esa es tu esencia, al llegar al Gobierno y sentarse en esa mesa, se produce naturalmente desorientación: su lugar natural era el de la impugnación.
Pero sí, el ciclo que llevó al Frente Amplio a La Moneda está clausurando sus vasos comunicantes originales: la disrupción generacional, el horizonte constituyente y la prioridad de la "calle" por sobre la "institución". Pero la política chilena rara vez liquida del todo a sus protagonistas; suele reciclarlos en nuevas combinaciones.
Hoy la palabra «comunista» no espanta por resonancias épicas de la Guerra Fría, sino por un temor muy concreto: ¿ será prudente con el bolsillo y con la ley?". Jara necesita al socialdemócrata que negocia el presupuesto, no al compañero que denuncia la regla fiscal como «traba oligárquica»"..