Ataques a la rectora Devés
Ataques a la rectora Devés L os ataques que ha recibido Rosa Devés, rectora de la Universidad de Chile, por parte de estudiantes que repudian la actuación de Israel en la guerra contra Hamas, en Gaza, exceden con mucho lo que podrían considerarse legítimas discrepancias de apreciación, especialmente en un recinto universitario de larga tradición pluralista y abierta. Sus detractores fundan su actitud en la negativa de la rectora a romper relaciones con las universidades israelíes con las que la U. de Chile mantiene convenios.
Dichos ataques han incluido lienzos insultantes --uno de ellos contenía una imagen sugiriendo un beso entre ella y el primer ministro Netanyahu--, además de agresiones verbales a ella y a otros académicos del plantel, junto con el "acampe" de un pequeño grupo de estudiantes en la Casa Central, quienes han impedido la realización de actos e interrumpido su normal funcionamiento.
Todo lo anterior es una clara muestra de la distorsionada manera en que estos grupos entienden la protesta, y la equivocada suposición de que su postura debe imponerse por sobre la opinión del resto de la comunidad y, particularmente, de la autoridad.
Expresión máxima de lo mismo ocurre en otro de los campus, el Juan Gómez Millas, tomado por estudiantes que se arrogan la facultad de controlar el ingreso de los académicos y marcarles la mano con una letra a aquellos que son "autorizados". La situación en la universidad ha llegado a tal nivel que, ante el temor a incidentes, el Centro de Extensión suspendió un concierto de la Orquesta Sinfónica, solo por el hecho de que quien la dirigiría sería un prestigioso músico argentino-israelí. Todo ello ilustra la intolerancia y discriminación con que actúan los manifestantes, la misma que supuestamente critican en otros.
La valiente actitud asumida por la rectora, que no se ha dejado amilanar por quienes protestan, defendiendo la pluralidad que debe existir en los recintos universitarios, similar a la que se da en las universidades con las que ellos quieren romper relaciones y convenios, merece ser valorada. La Universidad de Chile ha forjado una tradición de apertura al debate y una búsqueda de la calidad de la discusión contraria a las prácticas exhibidas por quienes protestan. La firme postura que la rectora Devés ha mostrado se inscribe en esa tradición.
Más aún --y salvo excepciones contadas--, diversos grupos de académicos al interior de la Universidad, así como de exalumnos, han solidarizado con ella, han repudiado la airada forma en que los estudiantes han expresado sus posiciones, y se han opuesto a romper con las universidades israelíes. La reciente carta pública en esa misma dirección, firmada por 500 destacados académicos, lo corrobora.
Aun así, no resulta razonable que, para preservar el normal funcionamiento de su Casa Central y otros recintos universitarios, sus autoridades, incluida la rectora, deban pernoctar en sus instalaciones para impedir que una toma la cierre al uso diario. No debe descartarse ninguno de los recursos que el orden legal entrega para poner término a esta irregularidad, así como la apertura de los correspondientes procesos sancionatorios contra los responsables. Permitir la normalización de estas actitudes denigra y devalúa el quehacer universitario. Por otra parte, y respecto del fondo del asunto, no es la discrepancia que los estudiantes tienen con la forma en que Israel ha conducido la guerra lo que se les critica. Ello es perfectamente legítimo. Lo que resulta inaceptable e ilegítimo es intentar someter a la autoridad para obligarla a adoptar las decisiones que ellos pretenden. Es tomarse los recintos universitarios e interrumpir su funcionamiento para manifestar su molestia. Es estampar la mano y "marcar" a quienes no han querido paralizar sus actividades.
En fin, es pretender invertir las jerarquías propias de una organización universitaria, que opera en una sociedad moderna y compleja, por pequeños grupos minoritarios que buscan imponer a toda una comunidad educativa las particulares reglas de operación y opinión por ellos definidas. Esto resulta completamente ajeno al quehacer de una universidad, particularmente una con tanta tradición de apertura y pluralismo como la U. de Chile. Es necesario reaccionar y detener a tiempo esta situación. El triste ejemplo del Instituto Nacional, una institución señera degradada por la acción de los grupos ultristas, debe servir de advertencia. Permitir la normalización de las situaciones que están ocurriendo en esta casa de estudios denigra y devalúa el quehacer universitario..