Papa Francisco sobre el Sínodo, el diálogo y la paz
Papa Francisco sobre el Sínodo, el diálogo y la paz Ml En estos días el Santo Pare ha hecho dos énfasis importantes: referencias al Sínodo de la Sinodalidad que está celebrando su segunda sesión durante octubre --tema relevado también en su intención de oración mensualy enfáticos llamados a la paz, sobre todo porque el lunes 7 se cumplió un año desde el ataque de Hamas a Israel. E Compartimos lo medular de dos de sus intervenciones, publicadas íntegras, junto a sus referencias (*), en www.vatican.va.
Homilía del Papa Francisco en la misa de apertura de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos HUMANITAS 2 de octubre Hoy celebramos la memoria litúrgica de los santos Ángeles Custodios, y retomamos la sesión plenaria del Sínodo de los Obispos. En escucha de lo que nos sugiere la Palabra de Dios, podríamos como punto de partida para nuestra reflexión tomar tres imágenes: la voz, el refugio y el niño. Primero, la voz.
En el camino hacia la Tierra prometida, Dios aconseja al pueblo que escuche la "voz del ángel" que Él ha enviado*. Es una imagen que nos toca de cerca, porque el Sínodo es también un viaje en el que el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, animados por nuestra misma fe, impulsados por el mismo deseo de santidad para que, con ellos y por ellos, tratemos de comprender qué camino seguir para llegar a donde Él quiere llevarnos.
Pero ¿ cómo podemos, nosotros, ponernos a la escucha de la "voz del ángel"? Un camino es ciertamente el de acercarse con respeto y atención, en la oración y a la luz de la Palabra de Dios, a todas las aportaciones recopiladas a lo largo de estos tres años de trabajo, de mutuo intercambio, de debates y de paciente esfuerzo de purificación de la mente y del corazón.
Se trata, con la ayuda del Espíritu Santo, de escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia*. (... ) Para que esto suceda hay una condición: que nos liberemos de lo que, en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la "caridad del Espíritu" crear armonía en la diversidad.
Quien, con arrogancia, presume y pretende tener el derecho exclusivo sobre la voz del Señor, no es capaz de escucharla*. Toda palabra ha de ser acogida con gratitud y con sencillez, para convertirse en eco de lo que Dios ha donado en beneficio de los hermanos*. En concreto, cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer, sino ofrezcámoslas como dones para compartir, dispuestos incluso a sacrificar lo que es particular, si ello puede servir para hacer surgir, juntos, algo nuevo según el plan de Dios.
De lo contrario, acabaremos encerrándonos en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de "llevar agua a su molino" sin escuchar a los demás y, sobre todo, sin escuchar la voz del Señor. (... ) Esto nos lleva ala segunda imagen, el refugio. Su símbolo son las alas que protegen: «hallarás un refugio bajo sus alas»*. Las alas son instrumentos poderosos, capaces de levantar un cuerpo del suelo con sus vigorosos movi= mientos. Pero, aun siendo tan fuertes, también pueden plegarse y estrecharse, convirtiéndose en escudo y nido acogedor para las crías, necesitadas de calor y protección. Esta imagen es un símbolo de lo que Dios hace por nosotros, pero también un modelo a seguir, especialmente en este tiempo de asamblea. Entre nosotros, queridos hermanos y hermanas, hay muchas personas fuertes, bien preparadas, capaces de elevarse a las alturas con movimientos vigorosos de reflexión y brillantes intuiciones.
Todo esto es una riqueza que nos estimula, nos empuja, nos obliga con frecuencia a pensar más abierta= mente y a avanzar con decisión; además, que nos ayuda a permanecer firmes en la fe, incluso ante los desafíos y las dificultades. El corazón abierto, el corazón en diálogo. Un corazón cerrado en sus convicciones no es propio del Espíritu del Señor.
El abrirse es un don, un don que debe armonizarse, en el momento oportuno, con la capacidad de relajar los músculos e inclinarse, para ofrecernos los unos a los otros como abrazo acogedor y lugar de cobijo, y ser, como decía san Pablo VI, «una casa [... ] de hermanos, un taller de intensa actividad, un cenáculo de ardiente espiritualidad»*. Todos, aquí, se sentirán libres de expresarse tanto más espontánea y libremente cuanto más perciban a su alrededor la presencia de amigos que los quieren y respetan, los aprecian y desean escuchar lo que tienen que decir. (... ) Abrazar, proteger y cuidar.
La Iglesia es por su misma vocación lugar de acogida y encuentro, donde cla caridad colegial exige una perfecta armonía, de la que deriva su fuerza moral, su belleza espiritual, su ejemplaridad»*. Esa palabra es muy importante, la "armonía". No hay [que ver] mayorías ni minorías; esto puede ser un primer paso. Lo que importa, lo fundamental es la armonía. La.
OPINIÓN Papa Francisco sobre el Sínodo, el diálogo y la paz "En concreto, cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer, sino ofrezcámoslas como dones para compartir, dispuestos incluso a sacrificar lo que es particular, si ello puede servir para hacer surgir, juntos, algo nuevo según el plan de Dios", Papa Francisco en la homilía de apertura 'del Sínodo. armonía que sólo puede generar el Espíritu Santo. Él es el maestro de la armonía, quien de muchas diferencias, de muchas voces distintas, es capaz de crear una sola voz. Pensemos en la mañana de Pentecostés, cómo el Espíritu Santo creó esa armonía en la diversidad.
La Iglesia necesita "lugares pacíficos y abiertos", que se creen ante todo en los corazones, donde cada uno se sienta acogido como un niño en brazos de su madre* y como una criatura alzada contra la mejilla de su padre*. Y así llegamos a la tercera imagen, la del niño. Es Jesús mismo, en el Evangelio, quien "lo pone en medio" de los discípulos, se lo muestra, invitándolos a convertirse y a hacerse pequeños como él. Le habían preguntado quién era el más grande enel reino de los cielos; Él responde animándolos a hacerse pequeños como un niño. Pero no sólo eso; añade también que quien recibe a un niño en su nombre, lo recibe a Él mismo*. Esta paradoja es fundamental para nosotros.
El Sínodo, dada su importancia, en cierto sentido nos pide ser "grandes" de mente, de corazón, de mirada, porque las cuestiones a tratar son "grandes" y delicadas, y los escenarios en que se sitúan son amplios, universales.
Pero precisamente por eso, no podemos permitirnos apartar la mirada del niño, a quien Jesús sigue colocando en el centro de nuestras reuniones y mesas de trabajo, para recordarnos que la única manera de estar "a la altura" de la tarea que se nos ha confiado es abajándonos, haciéndonos pequeños y acogiéndonos recíprocamente, con humildad, como tales.
El más alto en la Iglesia es el que más se abaja. (... ) Hermanos y hermanas, reemprendamos este camino eclesial con la mirada puesta en el mundo, porque la comunidad cristiana está siempre al servicio de la humanidad, para anunciar a todos la alegría del Evangelio.
Hoy es más que nunca necesario, especialmente en esta hora dramática de nuestra historia, mientras los vientos de la guerra y los fuegos de la violencia siguen devastando pueblos y naciones enteras. (... ) Caminemos juntos. Pongámonos a la escucha del Señor. Y dejémonos conducir por la brisa del Espíritu. Espíritu. Espíritu. Espíritu. Carta del Santo Padre Francisco a los católicos de Oriente Medio HUMANITAS 7 de octubre Queridos hermanos y hermanas: Pienso en ustedes y rezo por ustedes. Deseo unirme a ustedes en este triste día.
Hace un año se encendió la mecha del odio; no se ha extinguido, sino que ha estallado en una espiral de violencia, en la vergonzosa incapacidad de la comunidad internacional y de los países más poderosos para silenciar las armas y poner fin a la tragedia de la guerra. La sangre fluye, como las lágrimas; la rabia aumenta, junto con el deseo de venganza, mientras parece que a pocos les interesa lo que más se necesita y lo que la gente quiere: diálogo, paz. No me canso de repetir que la guerra es una derrota, que las armas no construyen el futuro sino que lo destruyen, que la violencia nunca trae la paz. La historia lo demuestra, pero años y años de conflicto parecen no haber enseñado nada. Y ustedes, hermanos y hermanas en Cristo, que habitan en los lugares de los que más hablan las Escrituras, son un pequeño rebaño desamparado, sediento de paz. Gracias por lo que son, gracias por querer permanecer en sus tierras, gracias por saber rezar y amar a pesar de todo. Son una semilla amada por Dios.
Y así como una semilla, aparentemente asfixiada por la tierra que la cubre, siempre sabe encontrar el camino hacia arriba, hacia la luz, para dar fruto y dar vida, así no se dejan tragar por las tinieblas que los rodean, sino que, plantadas en sus tierras sagradas, se convierten en brotes de esperanza, porque la luz de la fe los de esperanza, porque la luz de la fe los lleva a dar testimonio de amor mientras se habla de odio, de encuentro mientras el choque se extiende, de unidad mientras todo se convierte en oposición.
Con corazón de padre me dirijo austedes, pueblo santo de Dios; a ustedes, hijos de sus antiguas Iglesias, hoy "mártires"; a ustedes, semillas de paz en el invierno dela guerra; a ustedes que creen en Jesús "manso y humilde de corazón"* y en él se convierten en testigos de la fuerza de una paz sin armas. Los hombres de hoy no saben encontrar la paz y los cristianos no debemos cansarnos de pedirla a Dios. Por eso hoy he invitado a todos a vivir una jornada de oración y ayuno.
La oración y el ayuno son las armas de amor que cambian la historia, las armas que derrotan a nuestro único enemigo verdadero: el espíritu del mal que fomenta la guerra, porque es "homicida desde el principio", "mentiroso y padre de la mentira"*. Por favor, dediquemos tiempo a la oración y redescubramos la fuerza salvífica del ayuno.
Tengo en mi corazón algo que quiero decirles, hermanos y hermanas, pero también a todos los hombres y mujeres de todas las confesiones y religiones de Oriente Medio que sufren la locura de la guerra: estoy cerca de ustedes, estoy con ustedes. Estoy con ustedes, habitantes de Gaza, martirizados y exhaustos, que están en mis pensamientos y oraciones todos los días. Estoy con ustedes, obligados a dejar sus hogares, a abandonar la escuela y el trabajo, a vagar en busca de un destino para escapar de las bombas.
Yo estoy con ustedes, madres que derraman lágrimas mirando a sus hijos muertos o heridos, como María cuando vio a Jesús; con ustedes, pequeños que habitan las grandes tierras de Oriente Medio, donde las conspiraciones de los poderosos les quitan el derecho a jugar. Yo estoy con ustedes, que tienen miedo de mirar hacia arriba, porque llueve fuego del cielo.
Yo estoy con ustedes, que no tienen voz, porque se habla mucho de proyectos y estrategias, pero poco de la situación concreta de los que sufren la guerra, que los poderosos hacen hacer; sin embargo, les incumbe el escrutinio inflexible de Dios*. Yo estoy con ustedes, sedientos de paz y de justicia, que no se rinden a la lógica del mal y en el nombre de Jesús "aman a sus enemigos y oran por los que los persiguen"*. Gracias, hijos de la paz, porque consuelan el corazón de Dios, herido por la maldad del hombre.
Y gracias a todos los que en todo el mundo los ayudan; a ellos, que cuidan de Cristo en ustedes, que está hambriento, enfermo, forastero, abandonado, pobre y necesitado, les pido que lo sigan haciendo con generosidad. Y gracias a ustedes, hermanos obispos y sacerdotes, que llevan el consuelo de Dios a la soledad humana. Les pido que miren al pueblo santo, al que están llamados a servir, y que se dejen tocar por los corazones, dejando atrás, por amor a vuestros fieles, todas las divisiones y ambiciones. Hermanos y hermanas en Jesús, los bendigo y los abrazo con afecto, de corazón. Que la Virgen, Reina de la Paz, vele por ustedes. Que san José, patrono de la Iglesia, los proteja. Iglesia, los proteja. Veintiséis años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura www.humanitas.cl www.humanitas.cl.