“La ultraderecha roba votos bastante bien en los no votantes"
Mane Cárcamo l sociólogo y doctor en Ciencia Política Cristóbal Rovira, está mirando desde hace un buen tiempo con detención —y datos— el crecimiento de la ultraderecha.
Profesor del Instituto de Ciencia Política de la UC e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), lidera el proyecto de investigación —financiado por Fondecyt hasta 2025— titulado «The Populist Radical Right in Chile in Comparative Perspective». En ese contexto participó de un reciente estudio —publicado por la Fundación Friedrich Ebert— que buscaba entender el crecimiento de la ultraderecha en Latinoamérica.
Uno de los hallazgos destacados por Rovira es la existencia de un patrón similar en la ciudadanía: alrededor del 30% del electorado apoya a líderes de ultraderecha como Kast, Milei o Bolsonaro, mientras que un 60% muestra animadversión hacia ellos.
Sin embargo, no deja de advertir, se trata de liderazgos competitivos elartnaralmente El doctor en Ciencia Política y académico de la UC dice que “al pasar del voto voluntario al obligatorio, lo que hicimos fue forzar a participar a un segmento grande de la ciudadanía que no confía en la política”. “Mucha gente votó a Boric porque no quería a Kast” es el perfil del votante de ultraderecha?—Si revisamos estudios de los años 90 en Europa, la derecha populista radical movilizaba un segmento muy pequeño del electorado, alrededor del 7% de los votos. Este segmento era bastante homogéneo en términos demográficos, compuesto principalmente por hombres y personas de clase media y media baja, aunque no necesariamente pobres. En promedio, hoy en Europa aproximadamente el 20% de los votantes apoyan a estos partidos, aunque esta cifra varía entre países y existe bastante heterogeneidad en los votantes de la ultraderecha.
Si bien podemos observar algunas tendencias comunes, es fundamental entender que no existe un perfil único. —Pero hay ciertas orientaciones. —Una de las pocas tendencias consistentes que hemos identificado, tanto en Europa como en América Latina, es que el votante de ultraderecha no es necesariamente alguien que esté objetivamente en una mala situación económica.
Lo que caracteriza a este grupo es una percepción subjetiva de pérdida, sienten que la sociedad los ha dejado atrás, lo que en Europa se denomina la “teoría de la pérdida de estatus”. En América Latina, uno de los pocos patrones comunes que hemos identificado esla sobrerrepresentación del voto evangélico. Esto se observa en países como Argentina, Brasil y Chile, donde la ultraderecha moviliza principalmente a votantes muy conservadores en cuestiones morales.
Sin embargo, en términos de edad por ejemplo, el electorado de Milei en Argentina es significativamente más joven, mientras que el voto por Kast no tiene una inclinación particular hacia la juventud. —En tu reciente estudio se observa que el nivel de rechazo a los lideres de la ultraderecha en América Latina es muy alto. ¿Cómo explicas que lleguen a ser presidentes o sean candidatos competitivos? Parece una paradoja. —Como en América Latina tenemos sistemas presidenciales con segundas vueltas, esos líderes pueden salir electos porque muchas personas terminan votando por el mal menor.
Fíjate en lo que ocurrió con Milei: en primera vuelta obtuvo alrededor del 30% del electorado, pero su contrincante en el ballotage era el ministro de Economía que enfrentaba una inflación del 100%. Lo más probable es que el votante haya pensado: “¿ Sabes qué? Milei me parece histriónico y antifeminista, pero esta economía no puede seguir así”. Entonces, vota por Milei, no porque adhiera a sus ideas, sino porque significa elegir el “mal menor”. Otra de las razones por las que la ultraderecha logra acceder al poder, tiene que ver con las fallas de los gobiernos democráticos, muchos de ellos de cenDiría que en comparación liderazgos Kast es relativamente moderado. No es Bolsonaro ni Miler”. En la medida en que los sistemas democráticos no sean capaces de garantizar condiciones básicas, la ciudadanía va a demandar posturas que pueden ser cuestionables”. troizquierda. Un ejemplo claro es Brasil, donde no se puede entender el triunfo de Jair Bolsonaro sin comprender el descalabro de corrupción que sufrió el país.
En el fondo, Bolsonaro fue la persona correcta en el momento correcto, porque el PT estaba hundido en un gigantesco escándalo de corrupción. —¿ Crees que en la elección entre Boric y Kast también se aplicó ese voto de rechazo? —Cuando Boric y Kast competían en la primera vuelta, la tasa de rechazo Kast estaba 10 puntos por encima de la de Boric.
Al ver ese dato, supe que Boric ganaría la elección. ¿Por qué? Porque en la segunda vuelta, la gente suele votar por el “mal menor”. Si Kast era más rechazado que Boric, era lógico que muchas personas terminaran votando por el actual Presidente, incluso si no estaban totalmente convencidas de su propuesta. El error del Presidente fue pensar: “Arrasé en la segunda vuelta porque tengo un montón de gente que me quiere”, y eso no fue así. Mucha gente lo votó simplemente porque no quería a Kast.
Por lo tanto, ese elector no le firmó un cheque en blanco a su proyecto ideológico, y creo que al Gobierno le tomó dos años darse cuenta de esa realidad. —¿ Cómo se explica el crecimiento de liderazgos de ultraderecha en un contexto global cada vez más laico, progresista y feminista? —La ultraderecha roba votos bastante bien en el “no votante”. Al pasar del voto voluntario al obligatorio, lo que hicimos fue forzar a un segmento grande de la ciudadanía, entre un 30% y un 40% de personas que históricamente no votaban, que no confían en la política y que “no están ni ahí”, a participar. Este electorado toma decisiones de manera muy tardía, en función de los hechos coyunturales. Hoy pueden votar por la ultraderecha, pero mañana podrían moverse a otro lado. Dependiendo del contexto este tipo de votante se inclina hacia la opción que le ofrece soluciones directas. Aquí entra con fuerza la demanda por la seguridad.
Cuando la prioridad número uno es la seguridad ciudadana, aunque no compartan posturas conservadoras, si un candidato promete mano dura y cincuenta mil cárceles, ese votante lo apoyará, incluso si otras de sus ideas no parecen plausibles.
Milei por ejemplo, está captando a este tipo de votante. —La tradicional distancia entre las necesidades del ahora y lo que piensan las élites. —Desde mi posición de privilegio, me parece aborrecible que el Estado implemente ciertas políticas públicas para reprimir a la ciudadanía.
Sin embargo, si yo fuera un padre que vive en La Pintana, que apenas llega a fin de mes y además tiene que cerrar su negocio a las siete de la tarde por inseguridad, en algún un punto diría: “Los derechos humanos no me importan, quiero seguridad, y si el costo es tener militares en las calles y que disparen, que disparen”. Entonces, vuelvo al tema de fondo: en la medida en que los sistemas democráticos no sean capaces de garantizar ciertas condiciones básicas, lamentablemente la ciudadanía va a demandar posturas que pueden ser cuestionables.
“La derecha no logra plantear cuáles son sus líneas rojas” —Has dicho que “la derecha convencional ha experimentado un proceso de moderación programática, lo cual ha terminado dejando a un grupo de votantes y líderes en una situación de orfandad política” —El caso de Chile es un ejemplo muy interesante. En los 90, la derecha chilena tenía pocas credenciales democráticas, ya que estaba fuertemente vinculada al régimen de Pinochet. La derecha tardó aproximadamente diez años en cambiar esa imagen.
Dos figuras clave entendieron que había que moderar la propuesta programática: Joaquín Lavín, que con su “cosismo” tuvo buen olfato al enfocarse en los temas que realmente preocupaban a las personas, y Sebastián Piñera, quien venía de una tradición más liberal y había votado por el No en el plebiscito. Bajo su liderazgo, la derecha chilena inició un giro hacia una propuesta más competitiva. Sin embargo, este proceso de moderación dejó heridos. Uno de ellos fue José Antonio Kast, quien se mantuvo firme en sus convicciones. Él genuinamente dice: “Yo no he cambiado, los que cambiaron fueron los otros”; siempre ha sido un conservador de tomo y lomo.
En ese sentido, la centro-derecha chilena sintonizó bien al aproximarse al votante medio más progresista, reflejando los cambios de la sociedad actual, pero dejó espacio para que figuras como Kast capitalizaran su liderazgo entre los votantes y líderes que se sentían traicionados por esa moderación. —Pero ese buen olfato que señalas hoy no parece estar dando buenos resultados, basta con mirar la situación de Evópoli. —Los partidos políticos, tanto en la centro-derecha como en la centro-izquierda, son muy débiles. Juan Pablo Luna utiliza la metáfora de los “partidos hidropónicos”: desde fuera se ven como grandes estructuras, pero si escarbas un poco, no tienen raíces sólidas. Esto se refleja en la falta de redes sociales y de personas para movilizar apoyos y generar una verdadera conexión con la ciudadanía.
Un ejemplo claro es el acercamiento del gobierno de Gabriel Boric a personas vinculadas a la antigua Concertación, no solo en términos de cuadros políticos, sino también en la falta de redes sociales organizadas. (El Frente Amplio) no tiene dirigentes vecinales ni sindicales fuertes que puedan movilizar y generar apoyos en momentos críticos. Y agrega: “Por otro lado, desde una perspectiva programática, es importante destacar lo que sucedió con el segundo gobierno de Sebastián Piñera. Aunque su figura ha sido algo rehabilitada tras su muerte, no podemos olvidar que gran parte del éxito del Partido Republicano y de José Antonio Kast se debe a cómo terminó Piñera su gobierno.
Piñera, quien había sido clave en la moderación programática de la derecha, terminó siendo una figura non grata, lo que facilitó el ascenso de sectores más radicales dentro de la derecha”. —También has dicho que, “de proseguir este camino, la derecha convencional terminará siendo fagocitada por la ultraderecha”. ¿Evelyn Matthei tendrá que saber lidiar con el fuego amigo que pueden representar republicanos? —Si Evelyn Matthei va a una primaria, lo más probable es que la gane y que gobierne con el Partido Republicano.
Pero ¿ sabes que es lo que va a pasar? Una vez que esté en La Moneda, lo primero que le van a decir es “queremos pena de muerte”. Uno esperaría que Matthei se niegue a la pena muerte, pero tendrás a los tipos protestando en la calle diciendo “hay que matar alos delincuentes”. ¿Y qué haces? O transas tus valores o los tipos te van a terminar comiendo. Parte del dilema que hoy tiene la derecha convencional es que no logra plantear cuáles son sus “líneas rojas” y terminan coqueteando tanto con esas ideas, que se desdibuja cuál es su propia propuesta programática. Lo vimos para el segundo proceso constitucional, donde se farrearon una tremenda oportunidad. —Han aparecido liderazgos que generan muchos titulares como los hermanos Kaiser o Iván Poduje. Kast cae en las encuestas y parece diluirse, ¿estará él mismo quedando fuera de un modelo que importó? —Kast es de derecha populista radical, pero diría que en comparación a otros liderazgos es relativamente moderado. En parte por su temperamento, es una persona que estudió Derecho, padre de familia, no es Bolsonaro ni Milei. Pero sus votantes y parte de las personas que lo acompañan están mucho más a la derecha que él. Creo que Kast está navegando en aguas muy difíciles, porque tiene que mantenerse en un punto intermedio. Por un lado, debe ser más radical que la derecha convencional, lo que le lleva a criticar ala “derecha cobarde” y presionar en ciertos temas.
Pero, por otro lado, no puede irse demasiado lejos, ya que pienso que él aún se define como un conservador a secas. —¿ Ves liderazgos en Chile que estén usando técnicas o discursos populistas con fines electorales? —Creo que hemos visto intentos de liderazgos similares en el pasado reciente y no me sorprendería que aparezcan nuevamente. Pamela Jiles fue un caso emblemático. En su momento, desafiaba abiertamente a la casta política, pero eventualmente se desinfló. Carter también se jugó una carta fuerte en ese sentido, pero hoy ha perdido relevancia. Lo difícil de diagnosticar es cuánto de esto es un fenómeno pasajero, que capta nuestra atención como una bomba mediática, pero que luego se diluye. Sin embargo, apostaría a que es más probable que este tipo de fenómenos surjan por el flanco de la derecha, ya que hay varios líderes flotando en ese espacio, como los hermanos Kaiser. No me sorprendería que algo ocurra por allí.