COLUMNAS DE OPINIÓN: El mito del votante medio
COLUMNAS DE OPINIÓN: El mito del votante medio Opinión En las redes El mito del votante medio Lucas Serrano Cientista político y académico de la USS C ada elección en Chile --y en muchas democracias-reaparece un viejo fantasma: el votante medio. Esa figura moderada, prudente, de convicciones templadas y preferencia por lo centrista, que supuestamente define el resultado electoral. La estrategia es conocida: moderar el discurso, maquillar ideas disruptivas, suavizar el tono. Todo para seducir a una figura que, en teoría, inclina la balanza. Pero ¿ existe realmente? ¿ Y cuánto explica los resultados? Desde el retorno a la democracia, ha habido momentos donde la moderación fue clave. El caso más claro: Boric en 2021, cuyo giro al centro en el balotaje frente a Kast le permitió ampliar su electorado y calmar a sectores que lo veían con recelo. Pero fuera de ese caso, no hay evidencia de que el centro sea garantía de triunfo o una fórmula replicable en todos los contextos. Muchas elecciones se definen más por la capacidad de los candidatos de interpretar clivajes políticos, culturales o emocionales que por ocupar un espacio intermedio. Seguridad, corrupción, gratuidad, orden o identidad movilizan más que la ubicación ideológica.
La disputa no es solo entre extremos y centro, sino entre quienes mejor conectan con las emociones ciudadanas en un momento específico. ¿Por qué, entonces, se insiste con el votante medio? Una explicación es la forma tradicional en que los analistas entienden la política, como un eje izquierda-derecha. En ese mapa, lo que está "al medio" parece más razonable. Además, muchas personas se declaran independientes o de centro en las encuestas, aunque votan por factores emocionales, coyunturales o identitarios. Ese "centro" muchas veces es más un refugio semántico que una posición real o coherente. También persiste la herencia de los "tres tercios", que dividía el electorado en izquierda, centro y derecha. En ese esquema, el centro --representado históricamente por la Democracia Cristiana-era el equilibrio. Pero hoy está desdibujado. La DC está en mínimos, y proyectos como Amarillos o Demócratas tienen visibilidad mediática, pero poco arraigo territorial. Incluso el Partido de la Gente, que evita ubicarse en un polo, no representa un centro moderado en términos clásicos ni programáticos. El actual ciclo presidencial confirma esta tendencia: ni la derecha ni la izquierda apuestan por sus figuras más moderadas. Al contrario, emergen liderazgos de identidad clara y firmeza ideológica. La derrota de Carolina Tohá en las primarias, pese al respaldo de cinco partidos, lo refleja con claridad y contundencia. Además, el voto obligatorio cambió el mapa electoral. Este nuevo votante no calza con categorías tradicionales. Rechazó el primer texto constitucional, apoyó a los republicanos, pero rechazó también su propuesta. Es un votante desconfiado, volátil, que castiga tanto a oficialistas como a opositores, sin lealtades fijas ni fidelización duradera. La política está obligada a repensar sus certezas. Por eso, insistir en seducir al "centro político" como única estrategia puede ser ingenuo. Hoy el electorado no se define por su posición ideológica, sino por clivajes culturales, afectivos y sociales. La pregunta no es cómo conquistar al votante medio, sino quién está leyendo mejor el Chile que viene..