Autor: JAIME CEDILLO El Cultural / Derechos exclusivos
Héctor Abad Faciolince: “En la guerra el horror se mezcla con la normalidad”
Héctor Abad Faciolince: “En la guerra el horror se mezcla con la normalidad” La vida no se detiene ni siquiera en tiempos de guerra, pero “a los rusos les gusta tirar bombas y misiles en los sitios donde se reúne mucha gente”. Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) era consciente de esto cuando se encontraba en una pizzería de Kramatorsk (Donetsk, Ucrania), a poco más de 20 kilómetros del frente, y un ataque aéreo de las tropas de Putin estuvo a punto de matarlo. El escritor colombiano se lo hace saber al lector en su nuevo libro, “Ahora y en la hora” (Alfaguara), una reconstrucción de su viaje a Ucrania, en los últimos días de junio de 2023.
La idea inicial pasaba por presentar en Kiev su novela “El olvido que seremos”, que acababa de ser traducida al ucraniano, y participar en un acto de la plataforma latinoamericana ¡ Aguanta, Ucrania!, fundada por el colombiano Sergio Jaramillo. La reportera de guerra Catalina Gómez; la escritora ucraniana Victoria Amélina, y Dima, guia de la comitiva, viajaron con Abad y Jaramillo hasta Kramatorsk. No era una zona potencialmente peligrosa en aquel momento, así que decidieron ir a cenar. Eran las 19:28 horas, y los rusos sabían que habría muchos civiles. Un misil Iskander de alta precisión con 600 kilos de explosivos destrozó el restaurante y segó la vida de 13 personas, entre las que se encontraba la escritora ucraniana. Minutos antes, Abad Faciolince, con problemas en su oído derecho, se cambió de asiento para escuchar mejor a su compatriota Jaramillo. Victoria ocupó su lugar.
Según recuerda en su libro, acababa de hacer una broma: “Fue lo último que vi, su sonrisa fantasmal y triste”. Además de intentar descifrar el sentimiento de la muerte ajena en tan insólitas circunstancias, de todo punto inexplicable, cruel y dolorosa, el escritor se hace cargo en este libro de las devastadoras consecuencias que acarrea.
“Más que vivir, agonizo cada día”, leemos en el conmovedor “Ahora y en la hora”, que no sucumbe a la tentación de la escritura afectada, pero tampoco tiene reparos para presentar la desolación que contempla en toda su crudeza. ¿Ha sido más difícil escribir este libro o “El olvido que seremos” (sobre el asesinato de su padre)? “Son cosas distintas. En El olvido había una relación mucho más íntima con mi padre, la figura fundamental de mi infancia y mi juventud. Lo escribí después de mucho tiempo, en calma; este, en cambio, lo hice en caliente, recién golpeado, y con dudas de si era capaz de hacerlo. También había vivido mucho más, tenía una serie de referencias vitales que me enloquecían. Por ejemplo: mientras escribía el libro, yo tenía la misma edad de mi padre cuando lo mataron.
Además, Victoria y mi hija tenían la misma edad, ambas nacieron en el año de Chernóbil (1986). En este caso, era como hablar de la muerte de mi hija sin que mi hija hubiera muerto, afortunadamente”. En el momento de la escritura, comprobó que el trauma había diezmado sus capacidades para encarar un texto: descubría palabras repetidas, errores gramaticales, de sintaxis, hasta de ortografía “Las pastillas me restaban lucidez, cada párrafo era como un pequeño parto”, cuenta. “Pero tenía que hacerlo rápido, porque tenía la sensación de que si lo postergaba, ya no lo iba a escribir”, explica. Lo hizo, finalmente, acuciado por una “obligación moral”. “Hay libros que uno escribe porque quiere, porque la historia le parece literaria, porque ve en lo que está imaginando o recordando alguna belleza. Pero hay libros como este en los que siento la responsabilidad de escribirlo”, dice. Victoria, que estaba documentando crímenes de guerra, ya “no tiene voz, no tiene cómo denunciarlo, cómo contarlo”, señala.
Y “creo que si yo fuera el muerto, que hubiera sido lo normal porque era el más viejo del grupo y por el sitio donde estaba senLEGNÁZEMÓGANILATAC / EFE tado, ella lo habría hecho”. Amén del compromiso ético, principal motivación de este libro, el autor se impone un severo ajuste de cuentas consigo mismo. “Cobarde”, “insensato” o “falto de carácter” son solo algunos de los calificativos que se atribuye.
No es solo la erosión propia del que siente la muerte tan cerca, el que la ve con sus propios ojos, sino además la experiencia de la muerte dilatada, la que impacta con la violencia de la metralla y se instala en su cotidianidad, junto a sus seres queridos.
Reconoce que “estaba en un estado de estupor y de depresión”, y no hubiera sido capaz de terminar el libro de no ser por sus editoras, Carolina Reoyo, de Alfaguara España, y Carolina López, de Alfaguara Colombia. “No puedo más con la vida. Esto es lo que he sido capaz de escribir. Díganme si sirve o no, si lo tiramos a la basura o qué hacemos con él”, les dijo.
Y lo que hicieron fue apropiarse del “montaje”, desechando la parte ficcional del texto que proponía el autor: una historia en la frontera de Gaza y Egipto que finalmente se descartó para la versión final, aunque podría tener encaje en una publicación posterior. Las editoras lograron que este libro, que alterna reflexión, crónica, correspondencia y hasta poemas, se asemeje a un cuaderno de campo por la estructura tan particular que presenta. Parece estar escrito como un borrador, al modo ensayo-error, de modo que proyecta la sensación de caos y desconcierto, como la cuestión reclama. Sorprende que, en la misma ciudad donde te puede caer un misil en la cabeza, se pudiera llamar a un Uber. “ E s verdad. Los mismos soldados dicen que en la guerra hay momentos de espantoso dolor e intensidad, pero también hay muchas horas de espera y aburrimiento. No hay ejército que aguante tantas horas de batalla. Y hay momentos de modorra, claro, hay tiempo para todo, hasta para enamorarse. Mientras, la guerra está ahí, como latente.
En Kiev, concretamente, se puede ir al teatro, al restaurante, la gente se casa, se divorcia, hay nacimientos El horror se mezcla con la lucha por la normalidad y las ganas de vivir”. Usted mantenía una buena relación con Vargas Llosa. ¿Le dijo algo a su regreso de Ucrania? “Sí, tuvimos un intercambio por cartas que me parece muy bonito. Me escribió diciéndome que sabía lo de Ucrania, que me había visto ensangrentado en una foto. ¿Qué demonios se te perdió allí?, me dijo. Y yo le contesté: Mario, tú sabes que cuando uno llega a la vejez comete muchas insensateces. Él estuvo de acuerdo”.. El escritor colombiano reconstruye su viaje a Ucrania, donde sufrió un ataque de las tropas rusas con un misil supersónico mientras comía en un restaurante. PUBLICA “AHORA Y EN LA HORA” (ALFAGUARA) Héctor Abad luego del ataque ruso al restaurante en el que cenaba en una ciud