Autor: Rodrigo Salinas Rojas
Ridículo en la política
8El ridículo en política a veces sorprende porsuaudacia. El Presidente Gabriel Boric, con una soberbia que raya en la caricatura, declara en Japón que el animé fue determinante en su formación personal. Una afirmación que, más allá delo anecdótico, resulta hasta ofensiva para una cultura milenaria como la japonesa, que merece ser abordada con mayor profundidad y respeto. Porotro lado, el ministro Nicolás Grau ofrece disculpas por entregar información errónea enel marco dela discusión sobre la ley de fraccionamiento pesquero. Sin embargo, sus palabras carecen de autocrítica real.
El Partido Comunista, por su parte, lifica de “engendro” al proyecto de Reglas del Uso de la Fuerza (RUF), amenazando con acudir a instancias interna» cionales solo porque la norma no contempla consideraciones particulares para cada grupo minoritario. Basta ya con intentar deslegitimar toda iniciativaque busque fortalecer a Carabineros y restituir el orden público. No se puedelegistaren función del capricho ideológicode unos pocos. Finalmente, Gonzalo Winter no solo demuestra una confusión ideológica, sino una desconexión más profundarespecto desurol y responsabilidad pública. Cada una de sus intervenciones en el programa Tolerancia Cero, carece de coherencia argumentativa, y su discurso oscila entre consignas sin contenido y declaraciones que buscan agradar más queaportar. Intenta capturar atención mediática, pero termina proyectando una imagen de superficialidad y oportunismo que, lejos de figura, la vacía desentido. Chile necesita más coherencia, menos cinismo, y sobre todo, dirigentesqueactúen con responsabilidad y madurez.