Autor: HARALD BEYER Escuela de Gobierno, UC
Acceso a pedagogías
Señor Director: Agradezco los come ntarios de la rectora Elisa Araya, pero estimo que su aproximación olvida los mediocres desempeños de nuestros niños y jóvenes —estar buen rato— y el impac cados, además, hace un o que profesores efectivos pueden tener en su mejora.
Se entiende su preocupación y la sus matrículas y dejar f de otros rectores por era jóvenes que se interesan en la Pedagogía, pero el foco tiene que estar en el desarrol o de nuestros escolares.
Por eso, los países con buenos sistemas educativos, como dia, Polonia o Japón, entre otros, son exigentes en la selección de los futuros docentes: se esf personas con trayectori lerzan por atraer as escolares destacadas o que se encuentran en os tramos superiores de exámenes similares a los nacionales. La literatura especializada, tas disciplinas, muestra proveniente de distinque la probabilidad de encontrar profesores efectivos en estos grupos es mucho más elevada que en otros. Este acercamiento no tiene nada de "economicista”, En esos países es privilegiado por los propios educadores. Por ello, elevar las exigencias de admisión a Pedagogía, como se acordó transversalmente en el Congreso en el marco de la nueva carrera docente de 2016, tiene sentido. En general, la profesión económica, cabe consignarlo, suele tener dudas respecto de la conveniencia de estas restricciones. Yo mismo, basta corroborar mis argumentos de la época, era escéptico, pero entiendo que en el contexto de otras regulaciones, restricciones y ausencias de información, subir las exigencias de entrada puede ser una solución apropiada. Además, obliga a pensar en políticas complementarias que permitan atraer y retener a buenos docentes. Por cierto, ello no significa que estos criterios académicos agoten los caminos para elegir a los futuros profesores. Las universidades deberían poder experimentar con otros mecanismos, pero evaluando si ellos logran convocar a personas potencialmente efectivas en la sala de clases. El solo interés personal, desde luego, no permite asegurar este propósito. Por tanto, suspender las mayores exigencias académicas para postular a Pedagogía sería un retroceso, sobre todo porque se requieren estudios más precisos para asegurar que faltarán pronto profesores. El déficit en idoneidad, en cambio, es un elefante en una cristalería.