DOS CUERPOS ENTERRADOS EN EL PATIO DE HUGO BUSTAMANTE
DOS CUERPOS ENTERRADOS EN EL PATIO DE HUGO BUSTAMANTE El sábado de la semana pasada, bien temprano por la mañana, Susana Madariaga abrió el portón de su casa para sacar su vehículo y se sorprendió con la gran cantidad de micrófonos y cámaras de televisión que habían en su pasaje. --Yo no tenía idea de qué estaban haciendo acá--dice esta transportista escolar jubilada--. Y la sorpresa fue peor cuando me contaron por qué estaban aquí.
Susana había visto en las noticias la noche anterior que la PDI estaba excavando en la casa de Hugo Bustamante, el hombre que en 2020 horrorizó al país al confesar que había violado, matado y desmembrado a la hija de su pareja, Ámbar Cornejo, una niña que entonces tenía apenas 16 años.
Las informaciones que vio alertaban que el condenado le había contado en la cárcel a una periodista que mucho antes de eso, en 1996, había asesinado a dos personas más y las había enterrado en el fondo del patio de su vivienda, ubicada en Peñablanca.
Eso, en rigor, quedaba al otro extremo de donde vive Susana, por lo que no imaginó que la noticia pudiera vincularse con su barrio, la población Marga Marga de Villa Alemana. --Yo jamás, nunca, nunca, nunca relacioné que los restos que habían encontrado eran de mi vecina y de su hijo... jamás. Susana explica que la noticia le impactó tanto porque no solamente vivían en casas colindantes, sino que también porque ella fue una de las últimas personas que vio con vida a Elena Isabel Hinojosa Cena. A Elena sus cercanos siempre le llamaron por su segundo nombre: Isabel. En 1996 ella tenía 55 años, era maestra de cocina en un casino ligado a la Armada y vivía sola con su hijo, Eduardo Miguel Páez, de 26 años. En la población Marga Marga y en la propia familia pocos hablan o saben de él.
A lo sumo comentan que trabajaba en una automotora. "No lo veíamos casi nunca porque era mucho mayor que yo", dice Karem Mascareña, periodista, sobrina de Isabel y prima de Eduardo, quien añade que él no se relacionaba con el resto de sus parientes, algo que también pasaba con la hija mayor de su tía, quien vivía en Viña del Mar.
De acuerdo a la periodista Ivonne Toro, quien publicará en julio un libro sobre la vida de Ámbar Cornejo y Hugo Bustamante, Eduardo conoció a este último cuando compartieron cárcel en los '90. -Él estuvo recluido antes del año 1996 por diversos delitos de robos en lugares habitados y hurtos--explica Osvaldo Basso, el fiscal jefe de Villa Alemana, a través de un mensaje--. Sin embargo, la información fidedigna nos la dará Gendarmería una vez que se diligencien los oficios respectivos.
Según la investigación periodística, adelantada la semana pasada en Ciper, Eduardo y Hugo se siguieron relacionando una vez que estuvieron fuera de prisión. "Él se veía un joven tranquilo, pero yo nunca hablé con él, a lo sumo alguna vez nos saludamos cortésmente. La señora Isabel tampoco me habló nunca de él", cuenta la vecina Susana Madariaga.
Isabel y Eduardo llegaron desde Valparaíso a vivir en los '80 a la población Marga Marga, donde le arrendaron una casa del pasaje El Tamarugo a un funcionario de la Armada que había sido trasladado a Talcahuano. En ese mismo barrio, a poca distancia, vivía una de sus hermanas, Victoria. "Nos llevábamos muy bien. Ella era muy entretenida y compartía mucho con nosotros, porque vivíamos cerca, entonces la veíamos cuando iba a comprar o cuando llegaba del trabajo", comenta su sobrina Karem. Sin fotografías disponibles, quienes conocieron a Isabel la definen como una mujer de estatura media, pelo castaño, algo robusta y fanática de la música ranchera.
Susana cuenta que solía oírla cuando estaba en casa y confidencia que una vez le encargó a su marido, quien entonces era un marino activo, que le trajera un sombrero y un manto desde México. "Ella adoraba esas dos prendas", afirma. Susana tenía uno de los pocos teléfonos fijos que había en la población. A Isabel la solía llamar ahí una amiga desde Argentina. Cuando eso sucedía se ponía muy contenta. "Ella era una señora muy gentil, bien alegre", la resume la vecina. La sobrina ahonda y la recuerda como alguien que "se preocupaba mucho de los detalles, de que todo fuera bonito, que todo fuera entretenido. Era muy dicharachera, muy querendona... era una mujer que brillaba". Esa descripción, sin embargo, contrasta con el rostro con que llegó a la casa de Susana la noche del 19 de junio de 1996. Hugo Bustamante es un nombre que está en el imaginario social de los chilenos.
El crimen de Ámbar Cornejo, perpetrado con la complicidad de la madre de la muchacha, Denise Llanos, parecía ser el corolario de un historial que había comenzado en enero de 2005, cuando mató y ocultó los cuerpos de Verónica Vásquez, de 49 años, y de su hijo Eugenio Honorato, de nueve. A ambos los metió en un tambor metálico de 200 litros, que luego enterró en el patio de su casa, en calle Covadonga 641, en Peñablanca, en Villa Alemana. El caso fue recreado en el programa Mea Culpa, donde Carlos Pinto además lo entrevistó en la cárcel mientras purgaba su condena por el doble asesinato. Pinto le preguntó en esa oportunidad si volvería a cometer un delito de ese tipo si es que alguna vez quedaba libre. Bustamante, bautizado como "El asesino del tambor", le respondió: "A ciencia cierta, no tengo una respuesta.
No podría decirle: `No, es imposible que yo volviera a vivir una situación parecida'. Pienso que no, pero también digo: si en un momento determinado exploté de esta manera, frente a cierto tipo de situaciones, ¿explotaré nuevamente? Y eso sí que es angustiante.
Con eso uno se demuestra a sí mismo que no se conoce". Pese a las dudas personales que tenía sobre su propio comportamiento, el condenado a 27 años de prisión accedió a la libertad condicional en 2016, cuando llevaba 11 años de su sentencia.
A su salida, regresó a su hogar de calle Covadonga, el mismo sitio donde cuatro años más tarde violaría, secuestraría, mataría y descuartizaría a Ámbar. "Nosotros seguimos evidentemente lo sucedido con Ámbar, ya que era un hecho muy mediático.
Y acá todo el mundo conocía su historia", comenta Karem Mascareña. -Y cuando se hablaba de Hugo Bustamante, ¿qué pensaban de él? --Lo que yo creo que piensa todo el mundo: por qué quedó suelto teniendo los antecedentes del tambor, cuál fue el criterio que se aplicó para dejarlo suelto... --¿ Jamás pensó en la posibilidad de que su familia pudiera vincularse con él, dado que tenían dos personas desaparecidas? --Nooo, porque no lo conocíamos, jamás habíamos visto a ese personaje, no teníamos idea de él.
Pero así como a Karem no se le ocurría que Bustamante estuviera relacionado con el extravío de su tía y de su primo, a la periodista Ivonne Toro tampoco le calzaba que el asesino de Ámbar, Verónica y Eugenio hubiera comenzado a matar cuando tenía 40 años.
En la serie de entrevistas que ha brindado en los últimos días ha asegurado que estudió mucho sobre la personalidad de este tipo de delincuentes y la edad de iniciación no le calzaba con el perfil criminógeno de Bustamante.
La reportera, quien asegura que para el libro efectuó más de 100 entrevistas, incluidas seis a Bustamante, cuenta que dada la frialdad con que relataba cada uno de sus horrores, en una de las últimas conversaciones le preguntó directamente si había matado a más personas. "Sin ser completamente claro me dijo que me tenía `un regalo' y me dio dos nombres: Elena Hinojosa y Eduardo Páez". Susana recuerda que le extrañó mucho que su vecina Isabel llegara a su casa en la noche del 19 de junio de 1996 a pedirle el teléfono.
Explica que siempre era al revés, era ella quien le avisaba que su amiga de Argentina la estaba llamando. --No me voy a olvidar nunca de la cara que tenía... --rememora la vecina--. Era como de seria, molesta o enojada, no sé cómo definirla. Susana asegura que no sabe con quién habló, pero añade que percibió se trataba de un asunto grave. Tras cortar la llamada, se despidió y se fue.
Al otro día, prosigue Susana, se levantó como a las 6 de la mañana para salir a trabajar, se preparó un café y salió a fumarse un cigarrillo al patio, que colindaba con el de Isabel. --Miro para el lado y vi que la puerta de su cocina estaba abierta --revela--. Eso no era normal, ella jamás dejaba la puerta abierta, era una persona muy preocupada, muy ordenada. Susana afirma que se puso a gritarle para avisarle lo que sucedía, pero no salió nadie. Preocupada, fue a informale a la hermana de lo que pasaba. Victoria Hinojosa también vivía en el pasaje.
En la única vez que ha aceptado dar una declaración, el domingo pasado Victoria dijo a TVN que el 20 de junio de 1996 la familia tenía un "acontecimiento importante", sin precisar de qué se trataba, e Isabel debía ir a su casa, pero nunca llegó. Tras eso interpuso una denuncia por presunta desgracia ante la Policía de Investigaciones.
Susana recuerda que en los días venideros los detectives llegaron a revisar la casa, donde estaban todas las pertenencias y hasta los documentos de sus habitantes, pero no hallaron ninguna pista que pudiera esclarecer el paradero de ambos. Añade que unos diez días después también fueron unos compañeros de trabajo de Eduardo, a quienes les extrañó su ausencia y que ni siquiera fuera a cobrar su sueldo.
Por último, cuenta que unos tres meses más tarde, al barrio concurrió el dueño de la casa, inquieto porque Isabel no le había pagado el arriendo. --No me acuerdo si fue la hija o la hermana de la señora Isabel quien le dijo al caballero que se hiciera pago de lo adeudado con las cosas de ella, porque estaba todo ahí. Yo no sé qué es lo que se llevó--repasa Susana-. De lo que sí me acuerdo es que la hija vino después y se llevó otras cosas. La hija, quien no pudo ser localizada por "Sábado", jugaría un rol relevante en el presente de esta historia, pues Ivonne Toro asegura que dio con el expediente de la presunta desgracia. De acuerdo a los escritos, ella dijo que la última persona que vio con vida a Isabel y a Eduardo fue Hugo Bustamante.
Según la declaración del aludido, citada por la periodista, Bustamante declaró en esa ocasión que lo hizo porque Eduardo había sido secuestrado y él contactó a Isabel "para buscar una forma de liberarlo". Todo indica que los investigadores le dieron crédito a esa versión, pues la causa fue archivada y sólo se reabrió el viernes de la semana pasada, cuando un gendarme llamó a Ivonne para confirmarle que Bustamante, recluido en la cárcel de Rancagua, había confesado su autoría del crimen cometido hace 28 años y dio el lugar preciso de su entierro, un asesinato doble del que ni siquiera la familia de la víctima sospechaba. Hasta entonces, pensaban que Isabel y Eduardo se habían ido a otra ciudad sin avisar a nadie. Los cuerpos fueron retirados al anochecer del viernes 7 de junio de la casa en que habitaba Bustamante, en Covadonga 641. Fueron sacados en dos bolsas por funcionarios del Servicio Médico Legal. Estaban a más de un metro de profundidad y se requirió de unos seis detectives que excavaron a pala durante varias horas hasta dar con las víctimas.
El fiscal a cargo, Osvaldo Basso, explica que "considerando la naturaleza de los restos óseos hallados" es probable que la identificación de los fallecidos tarde. "Pero es una diligencia necesaria, que debemos realizar aunque demore un tanto", agrega. Basso comenta que entre las diligencias pendientes aún resta por entrevistar a la hija de Isabel y ubicar el expediente de la justicia antigua, que data de 1996.
Toda esta información aportará datos claves para el futuro de la causa, pues varios juristas ponen en duda si es que este "nuevo" pero viejo doble crimen podrá ser investigado y condenado, dado que para la legislación nacional los hechos que ameritan penas de presidio perpetuo prescriben a los 15 años, y en este caso han pasado casi 28.
Basso cree que el historial del autor confeso lo permitirá, pues explica que la prescripción de esos 15 años fue interrumpida en 2005, cuando Bustamante cometió el crimen conocido como el "caso del tambor" y volvió a interrumpirse en el segundo semestre de 2019, cuando cometió los delitos sexuales reiterados en contra de Ámbar. "Esta es una investigación incipiente", sostiene.
Más allá de lo que establezcan finalmente los tribunales, entre los familiares de las víctimas hay gratitud hacia el trabajo de Ivonne Toro, aunque Karem Mascareña admite que para su madre y sus tíos, todas personas mayores, han sido días dolorosos. --Va a ser un proceso lento decantar todo esto --reflexiona la sobrina--. Ojalá que se pueda investigar y saber lo que sucedió.
En la familia dicen que hoy la prioridad es terminar las diligencias que restan para recibir los cuerpos y darles sepulturas, algo que ansían pues por fin, después de 28 años, sabrán en qué lugar estarán y podrán ir a dejarles una flor.
El asesino de la Ámbar Cornejo acaba de confesarle a una periodista que antes de descuartizar a la adolescente en 2020, antes de matar y sepultar a una mujer y a un niño en 2005, le había quitado la vida a dos personas más: Isabel Hinojosa y Eduardo Páez, una madre y un hijo que desaparecieron en 1996 y que sólo fueron ubicados gracias a la investigación de Ivonne Toro. Cercanos cuentan sus historias y recuerdan la misteriosa llamada que la madre hizo antes de perdérsele todo rastro. POR LEO RIQUELME FRAN CISC O J A VIER O LEA Susana recuerda que los detectives revisaron la casa: estaban todas las pertenencias y los documentos, pero no hallaron pistas del paradero de ambos. Días después fueron unos compañeros de trabajo de Eduardo, extrañados de su ausencia y que ni siquiera fuera a cobrar su sueldo. DOS CUERPOS ENTERRADOS en el patio de Hugo Bustamante Los cuerpos fueron retirados el viernes 7 de junio de la casa en que habitaba Bustamante, Estaban a más de un metro de profundidad. PDI PDI.