¿ Crezcamos?
Marcelo Somarriva Q. Uando la temporada de escándalos tiene una pausa, el crecimiento económico, o mejor dicho la falta de este, vuelve a ser una de las preocupaciones del público. El ministro de Hacienda precisa los escasos dígitos como si contara las monedas del vuelto, escarbando hasta sacar triunfante una moneda de un peso. El Presidente promete a los empresarios que el asunto le importa a su gobierno, aunque todo saben que esto es algo muy reciente. Los precandidatos sacan músculo y hablan de reactivación, de impulsar la inversión y el emprendimiento. Esta discusión es muy técnica y me pierdo con los indicadores, pero alcanzo a darme cuenta de que estos son modestísimos. También percibo cierto voluntarismo, como si crecer fuera cosa de decidirse a hacerlo.
Una vez escuché a alguien proponer que el crecimiento debiera declararse en la Constitución y hace poco otro recomendó hacer un pacto nacional, una especie de contrato social donde todos, tomados de las nos obliguemos a crecer. Cada vez que el país pasa por una crisis alguien anuncia la necesidad de un nuevo trato y vea lo bien que nos ha ido con eso. Nada en la Tierra puede crecer con pura voluntad, sea individual o general. Para crecer no basta con darse una orden. Sería algo tan inútil como tratar de abrir una ostra o una almeja —nuestra compensación en la pobreza— mediante pura persuasión.
Mientras se habla del crecimiento, en para- “Me pregunto por qué, en el debate quier profesor podrá confirmar con tristeza, pero al parecer estos índices dicen muy poco, tal vez porque se cree que la lectura es un pasatiempo, cuando en realidad confirman que cada día hay más profesionales desvalidos para responder a las demandas de la vida.
Ante estas malas noticias los políticos pondrán su mejor cara de pena y harán declaraciones ampulosas, hasta que lleguen nueJelo se pasea el fantasma PÚblico, el vos escándalos y todo se de nuestra catástrofe Crecimiento olvide de nuevo.
Entoneducacional, un espececonómico y la ces volverán a hablar del tro que se materializa tragedia de la futuro, de inteligencia cuando aparecen noticias de colegios cerrados —o en llamas—, profesores en paro, notas infladas y estudiantes vacíos. Mediciones dolorosas revelan cuánto ha retrocedido nuestro rendimiento escolar, que hoy se compara con Irán y Uzbekistán. Y nosotros queríamos a Singapur. Cada día son más los chilenos y chilenas que no leen o no entienden lo poco que leen.
Esta aseveración no es un mito, sino una realidad tremenda que cualeducación son variables que no se cruzan nunca”. Artificial, del “i más d” y de los desafíos del siglo XXI, como si este fuera un lugar encantado. Pero el tiempo corre y siguen saliendo generaciones cada vez peorpreparadas para enfrentar el presente.
Me pregunto por qué en el debate público, el crecimiento económico y la tragedia de la educación son variables que no se cruzan nunca, como sí no existiera alguna relación causal entre la decadencia de nuestra educación y la anemia de nuestra economía.