LA BESTIA
LA BESTIA CINELA BESTIAAscanio CavalloEste relato se desarrolla en múltiplescapas temporales. Las prominentes son tres: 1910,2014 y 2044. Hay otras que parecen estaciones menores 1963,1972 y 1980, pero que contribuyen a puntuar un período de más de un siglo.
En todos estos momentos, los protagonistas son los mismos: Gabrielle (Léa Seydoux) y Louis (George McKay). A comienzos del siglo XX, ambos se encuentran en una recepción aristocrática y retoman una relación apenas iniciada (lo que sugiere que su historia se remonta aún más atrás), en la que ella le ha contado un secreto que nadie más conoce: se siente predestinada a una catástrofe. Cerca de la mitad del siglo XXI, Gabrielle es examinada por un dispositivo médico de inteligencia artificial, que le propone limpiar su ADN para quitarle esa persistente sensación catastrófica. Ella se niega, porque teme perder sus emociones. El mundo está convertido en un lugar extra-The beastDirección:Bertrand Bonello. Con: Léa Seydoux, George McKay, Guslagie Malanda, Dasha Nekrasova, Martin Scali, Elina Löwensohn, Marta Hoskins. 146 minutos. En salas. ñ o, d e s o l a d o, aséptico, experimental. Una pareja ya no parece posible.
La historia intermedia la de 2014 se desarrolla hacia el final del metraje: Louis es un joven universitario en Los Angeles, que ha desarrollado un resentimiento hacia las mujeres, cuando empieza a merodear la casa que está al cuidado de Gabrielle. Un aire de peligro y acechanza prevalece en todo el segmento, recargado con las amenazas apocalípticas de Louis. Pero no hay una bestia visible, como el equívoco título puede insinuar. Está el material de un crimen victoriano, pero no hay intensidad gótica. Hay ciencia ficción, pe-ro con el mínimo de efectos especiales. Las muertes carecen de sangre y la violencia, que no es poca, permanece en el plano de atrás, fuera de la vista. La música popular está distorsionada. Lo esencial de esta película es atravesar por todas esas superficies para llegar a su materia final, un amor transtemporal, más grande que la vida y las épocas, cuyos protagonistas se persiguen sin destino. Es una cinta desaforadamente romántica, es decir, fatalista, que se alimenta con la persistente latencia de la desgracia.
Bertrand Bonello es uno de los cineastas de moda en Francia, una figura de la que habla el tout Paris (lo que, como decía Raúl Ruiz, “son unas 200 personas”) y a la que se le exige como tal.
A pesar de su gusto por el esperpento (por ejemplo, el cine de Harmony Korine, única cita del relato) y su tendencia a la obviedad, ha enfrentado La bestia con una voluntad surrealista más jugada y pulcra de lo que es usual. Y ha conseguido la obra más atractiva de su breve filmografía.. I F