Autor: VIENE DE E 1
El eterno retorno de Isabel Allende
El eterno retorno de Isabel Allende leyendo, aparecen esas cosas.
Cuando escribí Hija de la fortuna, me puse a investigar sobre la fiebre del oro, y ahí te enteras en cartas que los chilenos escribieron a sus familias, que un vaso de leche costaba más caro que una botella de champagne francés, no porque no hubiera vacas, sino porque no había nadie que quisiera ordeñarlas, estaban todos buscando oro. Esos datos preciosos yo no los invento.
Tengo un libro que consulto con cada novela histórica, que se llama El siglo de los cirujanos (de Jürgen Thorwald), y ahí, por ejemplo, aparece cómo cambia la medicina cuando se inventa la anestesia, porque antes de eso lo único que se podía hacer eran amputaciones y con esas amputaciones, más del 50 por ciento se moría, de hemorragia, de infección, de shock. Ahora, cuánta anestesia y de qué calidad había en un campo de batalla, eso también es un dato que no sale en los anales militares, pero eso es muy importante, cómo hacían las operaciones. Esas cosas son las que había que averiguar. Yo aprendí un montón”. Emilia llega a entrevistarse con el propio presidente Balmaceda. ¿Cómo trabaja la ficción con personajes históricos tan conocidos? “Eso lo he hecho antes. Hay mucho escrito sobre él, se sabe qué carácter tenía, cómo era físicamente, qué clase de persona era.
Se sabe, por ejemplo, que cuando él estaba celebrando el onomástico de su esposa, y le avisan que perdió la guerra, le pasan el telegrama, sigue comiendo, termina la sopa, se para, se va por un momento y vuelve a comerse el postre. La calma, la serenidad; es un personaje fantástico Balmaceda. Además, que era ¡ riquísimo!, era dueño de una provincia, prácticamente. Y al mismo tiempo, tenía la idea de un Chile progresista e inclusivo, había que levantar al pueblo de la ignorancia y la marginalidad e incorporarlo para que el país surgiera. Todas esas cosas yo no las tuve que inventar, son históricas”. Locos, originales, aventureros Nuevamente su protagonista es bastante excepcional. “¿Qué personajes eliges si vas a escribir una novela? Gente original, que no es como todo el mundo, gente que hace algo extraordinario, que corre riesgos, que está dispuesta a la aventura.
El tío Ramón me decía, cómo es posible que yo no aparezca en ninguno de tus libros, lo cual no es verdad, para empezar, pero yo le decía, tío Ramón, es que la gente con sentido común no sirve para novela. Quieres locos, originales, aventureros, los muy malos, los muy buenos, no la gente común y corriente”. Después de una travesía iniciática, Emilia del Valle encuentra sus raíces muy lejos del lugar de donde proviene. La escritora se refiere a su propia experiencia. “Yo he vivido más de la mitad de mi vida fuera de Chile, toda mi vida casi.
Y sin embargo, si tú me preguntas qué eres, yo te digo chilena, sigo hablando como chilena, tratando de cocinar empanadas, que me quedan pésimas, y no es por folclorismo, sino porque me siento de ahí.
Lo que me pasa es que yo voy a Chile y la primera semana es un reencuentro con mi país, con mi acento, con el humor, con mis amigas, que ya quedan pocas, y de familia no me queda nadie más que la Berta, pero a la segunda semana ya me doy cuenta de que yo me inventé un país, el de la infancia, que ya no existe. Y entonces empiezo a sentirme mal, porque no es lo que yo tengo en la imaginación y en el recuerdo.
Pero si voy al sur, y estoy en Pucón o andando por esos bosques preciosos, ahí está el Chile del recuerdo, donde me gustaría terminar mis días, francamente”. ¿Por qué en esos paisajes, si usted creció en Santiago? “El único viaje con mi abuelo lo hice cuando tenía como nueve o diez años; él tenía ovejas en la Patagonia argentina, entonces iba una vez al año, para la esquila, y no sé por qué razón decidió llevarme. En tren primero, de ahí para adelante, en una especie de jeep destartalado; después había que cruzar la cordillera, que por allá no son unas montañas muy altas, en mula, con unos guías. Yo no me había subido a un caballo o a una mula jamás en mi vida, así que te podrás imaginar el pánico.
Pero no te puedo decir el recuerdo que tengo de eso, de los senderos, de las mulas, del frío, una llovizna suave, el frío del amanecer, agua, agua por todas partes, bosque verde, fragante, los volcanes, los ríos, los lagos. Eso se me quedó grabado para siempre. Se quedó en mis raíces”. Pero no es el caso de Emilia, que nunca había estado en esos lugares. “Por alguna razón, este padre desconocido, el padre completamente ausente, le ha legado esas raíces. El viaje de Emilia, para mí, es como el viaje del héroe, que sale de su hogar, se va en una aventura en busca de algo y, finalmente, regresa cambiado, es otra persona.
Ella sale como una chiquilla de 25 años, convencida de que va a la gran aventura; no tiene idea de lo que es una batalla, hasta que se encuentra con la sangre hasta los tobillos y casi pierde la vida. En esas circunstancias, por supuesto que cambia, se convierte en otra persona.
Y sale en ese viaje al sur, tratando de comprender en quién se ha transformado”. ro voy con los días contados aclara, anticipándose a las múltiples solicitudes que recibirá para entonces y después me voy a la Argentina”. Otra excepción la hará en los próximos días, cuando viaje a España, Portugal e Italia. La reconocida escritora tiene la nacionalidad estadounidense y lleva casi cuatro décadas radicada en California, por lo que, de entrada y espontáneamente, se refiere a la situación de ese país. “Vamos derecho a una dictadura, es una cosa estúpida que la gente haya votado por esto. Es el triunfo de la crueldad, de la falta de consideración total, del racismo. Es muy duro”. A usted le toca de cerca, por su fundación. “Imagínate, trabajamos con derechos reproductivos y con inmigrantes, las dos cosas que esta administración está atacando de frente. Yo creo que va a haber resistencia, ya está empezando, pero vamos a ver si las instituciones, como la Corte Suprema, se ponen a la altura. El Congreso está callado.
Es un desafío total a la ley”. Idioma y raíces ¿ Se le apareció algún personaje o una imagen, como otras veces, para escribir este libro? “Primero se apareció la guerra civil, que era un tema que me interesaba de antes. Una vez que tuve hecha la investigación, mi hermano Juan (a quien le dedica la novela) me ayudó mucho con eso, ya tenía el fundamento, sabía dónde habían ocurrido las cosas, cuándo y cómo ocurrieron. Luego pensé que quería contar esta historia sin tomar partido por ninguno de los dos bandos.
Y si era una persona chilena, naturalmente tendría que tener una posición, entonces dije, bueno, vamos a hacer que sea un extranjero”. Pero a ese extranjero debía interesarle por algún motivo la situación de Chile y así fue como ideó que un periódico de California enviara a Emilia del Valle y Eric Whelan a cubrir la guerra. “Gran Bretaña y los Estados Unidos tenían intereses en las minas del norte y tomaron partido en la guerra civil, los británicos apoyaron a los congresistas y los americanos (estadounidenses), al gobierno de Balmaceda. Y como no sé nada de Gran Bretaña, decidí que fuera de California”. Emilia es entonces quien narra la historia. “Yo quiero siempre una voz femenina, pero las mujeres en aquella época casi no tenían acceso a la prensa, y mucho menos como corresponsales de guerra, entonces por qué mandarían a una mujer allá. Bueno, tendría que ser porque por lo menos habla español, tal vez tenía raíces en Chile, y ahí empiezas a imaginar por qué tiene raíces en Chile, por qué habla español. Ella se hace periodista porque le encanta leer, le encanta escribir y empieza escribiendo novelas de 10 centavos.
La mamá es a la que se le ocurren las ideas para las novelitas”. ¿Por qué quiso volver sobre este hecho histórico? “Lo tenía pendiente porque, mira, en los pocos meses de la guerra civil murieron más chilenos que en los cuatro años de la guerra del Pacífico contra el Perú y Bolivia. Y además, hubo excesos y tremenda brutalidad. Eso me interesaba, como me interesaba la guerra civil aquí en los Estados Unidos también. Cuando se matan entre hermanos una se pregunta por qué. Esos pobres muchachos, esos conscriptos, no saben ni por qué pelean, depende de qué lado los agarra y tienen que pelear y morir por una causa que no tiene nada que ver con ellos.
Pero también me interesaban los ecos que eso tiene con lo que pasó después, en 1973, en que también hubo un presidente progresista, se opuso la derecha, los conservadores, y el país estaba completamente polarizado y dividido”. Aunque puntualiza las diferencias, “en el primer caso se dividieron las fuerzas armadas, y por eso hubo una guerra civil; en el 73, las fuerzas armadas en bloque se fueron contra el gobierno y no hubo una guerra civil, sino una dictadura que duró 17 años”, agrega que “ambos presidentes prefirieron suicidarse antes que el exilio; esos paralelos, el hecho de que haya cosas que se repiten ochenta años más tarde, es interesante desde un punto de vista literario”. ¿En qué sentido lo es para usted? “La historia la escriben los vencedores, y cada país escribe su historia para quedar bien. En este caso, hay mucho documento militar para saber lo que pasó en las batallas, cuántos muertos, cómo se desplazaron los regimientos, qué armas se usaron, eso está todo en los anales militares. A mí me interesan siempre las voces marginales, las mujeres, los niños, los derrotados, los pobres, los pobres conscriptos, el soldado que muere por nada.
Ahí aparecen las cantineras, que no tienen ningún papel predominante en la historia de Chile, y peleaban junto a los hombres, las mataban igual, las torturaban igual y tenían la misma suerte que cualquier soldado derrotado”. En la novela también rescata datos curiosos y expresiones, como “darse vuelta la chaqueta”. “Eso es histórico, no tengo tanta imaginación (se ríe). Yo no lo sabía, hasta que ¿ También quiso abordar en la novela la cercanía con la muerte? “Yo creo que mientras más vivo y más cerca estoy de la muerte, más familiarizada estoy con ella. Pienso mucho en eso. No morbosamente, si no porque es la realidad. Entonces, cada día que pasa quiero que sea un buen día, porque no me quedan muchos. Con Roger hemos estado juntos seis años y yo veo cómo hemos cambiado, cómo hemos envejecido, cómo cada vez se van perdiendo habilidades, gente, mascotas, relaciones, energía, flexibilidad, memoria, atención, tantas cosas. Y es una especie de tristeza dulce, no sé cómo explicarlo. Hay algo muy tierno en eso y muy triste también. Es esa sensación de acercamiento a la muerte, de aceptación, y del hecho magnífico de que nada es eterno, y que uno a veces se aferra a las cosas porque cree que son inmutables. Por ejemplo, aferrarse al momento político que estamos viviendo ahora con Trump es estúpido, si las cosas van a cambiar, tal vez no en mi vida, pero sí van a cambiar, sin ninguna duda. La vida sigue en la tierra, pero no para mí. Yo me voy y chao pescado.
Me dicen ¿ cuál es tu legado?, qué legado, yo voy a estar muerta, no me va a importar nada”. En su nuevo libro, la autora incluye deliberadamente nombres que ya estaban en ficciones anteriores, como Paulina del Valle, tía abuela de Emilia, y Aurora, su prima. Pero hay otros que llegan solos. “Hay personajes que se me meten disimuladamente y cuando voy por la página 60 me doy cuenta de que es el mismo personaje con otro disfraz. Porque el padrastro de Emilia (Francisco Claro, “Papo”) es igual al Popo en El cuaderno de Maya y es igual a Tao Chien Hija de la fortuna. Ese personaje masculino, mayor, que protege a la protagonista, que cree en ella, que la ayuda a salir adelante. No es que yo lo haga intencionalmente, lo vengo a reconocer como a mitad de camino y digo, ah, se me metió otra vez”. El tío Ramón, su padrastro. “Claro, porque en ninguno de mis libros hay un padre biológico presente. Está ausente o muerto o desconocido. Hay hijos ilegítimos, pero no hay papás. El único es Esteban Trueba en La casa de los espíritus, pero es un padre ausente, autoritario, incapaz de ternura.
Distintos terapeutas han tratado de hacerme ver que yo tengo un trauma de la infancia porque perdí a mi padre (dice con tono impostado). ¡Mentira!, ningún trauma de la infancia, mi padre no me hizo falta para nada, nunca. Nunca lo busqué y nunca me interesó saber nada de él.
No me duele para nada esa ausencia del padre”. Dice que probablemente esta sea su última novela. ¿Se terminaron los hermanos Del Valle? “No, no, si me quedan muchos hermanos Del Valle, pero en este momento no tengo ninguna idea para algo de ficción. Estoy escribiendo una memoria y cuando la termine no sé qué va a pasar. Será para el otro año, y ahí empezaré a pensar qué hago, y si acaso me dan las fuerzas y si me da la cabeza.
Yo te he dicho antes que voy a escribir mientras pueda enfocarme, mientras no se me olviden las palabras, o sea, mientras todavía mi mente funcione”. MI NOMBRE ES EMILIA DEL VALLE Isabel Allende Sudamericana, Santiago, 2025,362 páginas, $20.000.
NOVELA estoy en Pucón o andando por esos bosques preciosos, ahí está el Chile del recuerdo, donde me gustaría terminar mis días, francamente”. es como el viaje del héroe, que sale de su hogar, se va en una aventura en busca de algo y, finalmente, regresa cambiado, es otra persona”. Si voy al sur, y El viaje de Emilia Hay personajes que se me meten disimuladamente, y cuando voy por la página 60 me doy cuenta de que es el mismo personaje con otro disfraz”. A mí me interesan siempre las voces marginales, las mujeres, los niños, los derrotados, los pobres, los pobres conscriptos, el soldado que muere por nada”..