Autor: Por: Carlos Trujillo
AUMEN. AUN PASO DEL CINCUENTENARIO (39) 1985: LA ACTIVIDAD LITERARIA SUMA Y SIGUE
AUMEN. AUN PASO DEL CINCUENTENARIO (39) 1985: LA ACTIVIDAD LITERARIA SUMA Y SIGUE El año 1985 fue muy particular. Por un lado, el verano había sumamente sido fructífero. Celebración de los Diez Años de Aumen, presencia de muchos poetas y artistas de la isla y del Inolvidables continente. reuniones de trabajo con Martín Cerda y José Donoso, y tantas cosas más.
Por otro lado, los poetas-profesores empezábamos a enfrentarnos a una situación nueva, el desempleo, y con ello la necesidad de compartir nuestro tiempo entre la dura tarea por recuperar nuestros trabajos, la búsqueda de nuevas formas de supervivencia, y las inevitables actividades literarias y culturales. Primero, un verano que ya se lo hubieran querido los escritores jóvenes de cualquier lugar del continente.
Tardes de reuniones con Martín Cerda, notable ensayista y, por esos días, Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, y José Donoso, el gran novelista chileno y uno de los más importantes de toda la América Hispana. Cada reunión significaba empaparnos en la experiencia literaria de ellos, en su conocimiento del mundo, sus andanzas, sus lecturas, sus amistades literarias. Y como eran las cosas entonces, a nosotros no nos significaba ningún costo, puesto que todo se hacía realmente por afecto y compromiso; en otras palabras, por puro amor al arte. Ese verano y el resto del año abundaron las actividades literarias en Castro. Reapareció por acá nuestro coterráneo Aristóteles España, a quien Editorial Bruguera acababa de publicarle su libro Dawson, que de golpe y porrazo había cimentado su notoriedad nacional. Se publican unas hermosas hojas literarias de Óscar Galindo, Sergio Mansilla y Carlos Trujillo, con la gráfica de Edward Rojas, las que se difunden por todos lados.
También aparecería el número 11 de la revista Aumen, cuya tinta color verde hizo que la primera edición resultara casi ilegible, que nos obligó a exigir una nueva edición en un verde un poco más oscuro que no causara dificultades a los lectores. Aumen 11, Gráfica del pirata, julio de 1985, incluye a diecinueve poetas del taller, más Gonzalo Rojas y Jorge Teillier, ambos muy cercanos a nosotros. También por allí, Eugenio Rivera empieza a colaborar con Aumen, aportándonos una gráfica muy personal que ampliaba el espectro de nuestras publicaciones.
Eugenio asume el compromiso de dar a nuestra poesía nuevos modos de difusión, de manera que además de las hojas de poesía que se encarga de crear, decide hacer una serie de carteles en papel kraft en los que suma su arte a algunos de mis poemas.
Esa serie de carteles o afiches pintados en grandes hojas de papel kraft fueron exhibidos en el salón de la Casa Pastoral en una de las semanas alternativas, tal vez en 1985, tal vez en 1986. lado, Por otro los poetas del taller seguían acumulando premios en los concursos regionales y nacionales de esos días y las publicaciones individuales también empezaban a prosperar.
En 1985, se publicaron: Dawson de Aristóteles España, Liricanalladas de Nelson Torres; un adelanto de lo que sería Los que no vemos debajo del agua, de Carlos Trujillo, que dos años después sería traducido al ruso y publicado parcialmente en la antología BECb CBET, Moscú, 1987. En 1986 aparecerían Caguach, Isla de la Devoción.
Religiosidad popular de Chiloé, de Renato Cárdenas y Carlos Trujillo; Noche de agua de Sergio Mansilla; Los que no vemos debajo del agua de Carlos Trujillo y En lugar de morir de Rosabetty Muñoz, estos dos últimos en Editorial Cambio, un sello editorial creado por Aristóteles España, en Santiago. Mirado a la distancia, es evidente que ese castigo que fue la pérdida de nuestros trabajos no nos había paralizado.
Muy al contrario, nos daba una razón mayor para ponerle más empeño a nuestras tareas artísticas y sociales, que viéndolo a la distancia, deben haber sido una muy molesta mugre en el ojo para las autoridades locales, puesto que les incomodabadictaduras locales (Márquez, Torres y Trujillo), más las jovencísimas poetas que habían sido mis alumnas en el liceo hasta el año anterior (Sandra Álvarez, Ximena Díaz, Sandra Henríquez, Jeannette Hueitra y Claudia Navarro), además de Alfredo Sánchez, estudiante del Politécnico.
De pronto se dejaban ver por allí don Norman Garín, abogado, buen amigo, extraordinario lector y eximio contador de historias; Rolado del Río, juez de letras de Castro, otro gran lector, quien desde hace unos años ha ingresado también al grupo de los escritores publicados. El taller era un grupo abierto y nos encantaba que asistieran personas que no eran propiamente escritores, puesto que sus opiniones y razonamientos siempre nos entregaban algo nuevo, preguntas y opiniones inesperadas. En lo personal, el hecho de haber sido exonerado, también impidió que cada año siguiera participando con mis pupilos en los encuentros, locales, provinciales y regionales de talleres literarios de los colegios de enseñanza media. Por lo tanto, los representantes del Liceo Galvarino Riveros desaparecieron por un buen tiempo de esa importante actividad poética que reunía a los jovencísimos poetas de los colegios de enseñanza media de la Décima Región.
El verano de 1986 ya contábamos con la experiencia del año anterior, de modo que se volvió muy sencillo organizar la Semana Alternativa que realizábamos al mismo tiempo que se desarrollaba la semana oficial de celebraciones organizada por la municipalidad castreña.
De modo que frente al folclore y los festivales costumbristas que impulsaba la institucionalidad, le poníamos poesía, narrativa, charlas de temas diversos, teatro, exposiciones de pintura, y todo lo que se nos pusiera por delante en el mejor lugar del momento: La Casa Pastoral San Francisco, cedida gentilmente por la comunidad franciscana, ubicada justo frente a la Plaza de Armas.
Pero Aumen no era responsable de todo este movimiento, que aquí juntaban fuerzas y esfuerzos el taller, la filial castreña de la SECh, los Talleres Culturales Chiloé y la Comisión Chilena de Derechos Humanos para llevar adelante una gran fiesta artística y libertaria en el centro mismo de la ciudad, en plena dictadura.
Las aguas se muevenLa metida de pata del verano anterior --que sacó de sus puestos al alcalde castreño y al gobernador provincial-trajo como consecuencia, la llegada de nuevas autoridades que seguramente tenían entre sus misiones no volver a meter la pata de esa manera o, por lo menos, ser más cuidadosos para no hundirse por completo.
Y ese cuidado o, quién sabe qué, tal vez el deseo de hacer las cosas un poco mejor o, al menos, de mostrar una mejor cara, una leve apertura de la puerta hacia la libertad, permitió que tras numerosas reuniones con los profesores exonerados del Liceo de Castro, el nuevo alcalde consiguiera que los cuatro volviéramos a las aulas, aunque bien desperdigados, puesto que al parecer todos juntos nos volvíamos sumamente peligrosos, por llevar en su mensaje esa tremenda amenaza que constituía decir lo que se pensaba, poner los puntos sobre las íes, no agachar la cabeza frente a las autoridades impuestas, sin importar el costo.
Así fue como uno de los colegas fue enviado a dar clases a la escuela de Piruquina, otro a la de Llau Llao, el tercero, al Liceo de Castro y yo fui enviado al Liceo Politécnico, que en vez de castigo como me pareció al comienzo, muy pronto se volvió un nuevo centro de operaciones para la enseñanza y la práctica de la poesía con el total apoyo del director, don Sixto Navarro Cendoya.
Allí empezaría a gestarse una nueva generación de Aumen. muchísimo el abundante público que asistía a todas nuestras actividades, ya que, por esos años, cualquier presentación artística o cultural, que fuera más allá del canto y el baile folclóricos, se consideraba una actividad política, una actividad para gente pensante, una actividad a la que el solo hecho de asistir significaba un riesgo. El taller funcionaba en mi casa, es decir, la casa de mi padre. A él asistían los poetas que se encontraban las en Castro, entre ellos los exonerados por. Público en Casa Pastoral, entre el que se ve a Héctor Véliz, Floridor Pérez, Jaime Quezada, Mario Contreras y Pepe Cabezas. Asistentes a la exposición de pinturas de Eugenio Rivera sobre poemas de Carlos Trujillo Revista AUMEN Nº 11