Autor: Jaime Jiménez De Mendoza Director de carreras de Área Turismo y Gastronomía IP-CFT Santo Tomás, sede Rancagua
Sewvell: El rol fundamental de las mujeres en la preservación de las tradiciones culinarias chilenas que resistieron al aislamiento y que hoy son patrimonio gastronómico para Chile. * a la Fundación Sewell, a las Sewellinas y Sewellinos”
Sewvell: El rol fundamental de las mujeres en la preservación de las tradiciones culinarias chilenas que resistieron al aislamiento y que hoy son patrimonio gastronómico para Chile. * a la Fundación Sewell, a las Sewellinas y Sewellinos” El patrimonio culinario sobrevive en os relatos yen la escucha activa de stos pareciera que podemos etroceder en el tiempo.
Las emociones y el recuerdo son un móvil que se traduce en convicción para aquel que busca poner en valor la iqueza del territorio en que vive y dar el lugar que corresponde a nuestra historia culinaria, que es el gran fundamento de la evolución de nuestra ocina, esa historia culinaria esta orjada por mujeres que se transformaron en cocineras, que usieron en valor a nuestra despensa, que tradujeron esa despensa en platos y que cocinaron esos platos sin Jescanso hasta transformarlos en lo que hoy conocemos como Cocina tradicional Chilena, sin importar las ondiciones, el estilo de cocina chilena perpetuamente heredado se erigió ncólume ante todas las adversidades, in embargo las mujeres a cargo de sta hazaña no fueron reconocidas, n ás su legado permanece con hosotros y se evidencia cada vez que nos sentamos a la mesa. Las siguientes líneas son un tributo a las nujeres cocineras y a su rol fundamental en el campamento ewell, desde la gastronomía ntendida como motor de desarrollo cultural, por ende, humano y social. La historia de Sewell comienza en 905, siguiendo el modelo norteamericano de “Company towns n OHiggins. Este modelo que planteaba objetivos filosóficos sobre el hombre y el trabajo buscaba frmncipalmente un sistema rentable kara la extracción de cobre, asegurando la sostenibilidad de la eii arias industria. El campamento, que se onvirtió en ciudad y alcanzó 15,000 habitantes, dejó una historia no solo minera, sino también gastronómica. La gastronomía endógena de la mujer y los saberes tradicionales resistieron el aislamiento, manteniendo sabores hilenos que perduran hasta hoy, incluso después de la “operación valle de 1967.
Dado a la forma del modelo y al islamiento de los Estadounidense de los nacionales no se percibieron nfluencias asociadas a las ostumbres culnarias más allá de los horarios de comida y de los formatos en que esta servía, la dinámica de trabajo en la mina determinaba entonces a qué hora se comía y la exigencia del trabajo, sumado a los factores climáticos determinaba que y cuanto se servía, según los relatos de los habitantes la comida servida históricamente en Sewell fueron platos radicionales Chilenos y quien estaba cargo de su producción eran las mujeres.
Se servían 4 comidas por día, mpezando a las 5:30 con el l esayuno, era de gramaje abundante onsistía en un “Bistec” con huevos y cebolla fritos, se acompañaba de pan masado con chicharrones, marraqueta o chocoso, respecto a los íquidos se consumía leche con avena el ulpo.
El almuerzo iniciaba a las 1 2:30 y era diferenciado por cargos, ntre los mineros se popularizo el ermino de “Choca” que hacía alusión un conjunto organizado de viandas on alimentos de distintas categorías, ste lo armaba la mujer desde la casa oioproveía un viandero para aquellos trabajadores solteros, el almuerzo onsistía por lo general en un menú de 3 tiempos, que empezaba con una sopa ligera o consomé chileno”, un plato fuerte tradicional, como harquicán con charqui, pantrucas, porotos con cuero o cazuelas entre tros, pan y ensaladas de estación, para luego dar paso a postres radicionales chilenos, como arroz con leche, leche asada, frutas en conserva, panqueques y miel de Palma. La once cuyo horario era a las 16:30 se componía generalmente de un pan acompañado de alguna garnitura, palta, huevos revueltos, jamón, queso hanco o mermelada que se servía con o Leche.
La última comida era la cena y se servía a las 20:00 horas, en sta instancia el gramaje de las comidas era más ligero, se provechaban los restos del almuerzo bien se servían sopas, acompañadas e pan y ensaladas, el líquido se sociaba a agua con harina tostada y zúcar, en ocasiones también se servían carnes con guarniciones de almidón. En jornadas de celebración de fiestas tradicionales, se comía sado de vacuno (en horno), empanadas de pino y productos de pastelería tradicional como tortas de merengue y manjar de tarro. La mesa de Sewell, convocada por las cocineras, simbolizaba unión, solidaridad, encuentro y comunidad. Este recuerdo está tan presente en ewellinas y Sewellinos como la propia ciudad, evocando felicidad y emoción. Aunque las experiencias incluían momentos duros y tristes, al hablar de omida, los habitantes expresan gratitud, como si el tiempo se detuviera, compartiendo una comida en aquellos departamentos que hoy son patrimonio de la humanidad. Es rememorar al trabajador alegre unido una “CHOCA” por la gran escalera central y las conexiones de la ciudad, entendiendo que la pertinencia culinaria perdura cuando la guía una mujer. Es sentir orgullo por nuestros productos y platos, que sustentan el kJ esarrollo comunitario, es proyectarnos al futuro con sabores llenos de tradición, resistencia, felicidadamor. 1. I _. _ uyque hiIe. a la Fundación Sewell, a las Sewellinas y Sewellinos” Jaime Jiménez De Mendoza Director de carreras de Area Turismo y Gastronomía IP-CFT Santo Tomás, sede Rancagua Pr /.