Autor: JEAN PALOU EGOAGUIRRE
La “excepcionalidad democrática” de Uruguay, el telón de fondo del balotaje presidencial
La “excepcionalidad democrática” de Uruguay, el telón de fondo del balotaje presidencial Según el índice de The Economist, es la única “democracia plena” de Sudamérica, lo que se refleja en un sistema de partidos fuerte y una cultura política que han evitado la polarización y el populismo que afectan al resto dela región.
Uruguay está en plena recta final del balotaje presidencial del 24 de noviembre y se espera un resultado muy reñido entre Yamandú Orsi (Frente Amplio, centroizquierda) y Álvaro Delgado (Partido Nacional, centroderecha), pero esto no significa ni que exista una alta tensión ni que el país viva una insoportable polarización.
Todo lo contrario: en una imagen que resume el tono sobrio y calmado de la campaña, se pudo ver cómo miembros de comandos políticos contrarios, lejos de pelearse las esquinas, repartían propaganda al mismo tiempo que compartían un mate, el símbolo por excelencia de la fraternidad oriental.
“Cuando uno ve gente de distintos partidos repartiendo lista, justo tomando mate, son cosas que me gustan y me emocionan mucho”, dijo durante la primera vuelta el Presidente Luis Lacalle Pou (Partido Nacional), resaltando el espíritu cívico de sus compatriotas en época electoral.
Se trata de la “excepcionalidad democrática” de Uruguay, un país de 3,4 millones de personas que se siente orgulloso de ser un oasis en medio de una región e incluso un mundo donde los procesos políticos son cada vez más estridentes y convulsos, con campañas marcadas por los ataques y propuestas que prometen ir en direcciones opuestas. Es un consenso social sobre las reglas de convivencia política, que ha llevado a los partidos uruguayos a mantener un debate sin grandes golpes bajos ni revanchismos, y a alternancias de poder sin mayores sobresaltos. Como lo expresó el propio Lacalle Pou: “No estamos dispuestos a cambiar una mitad por otra.
Eso está casi en nuestro ADN nacional”, ha dicho, al destacar cómo las discusiones políticas en Uruguay, “por más acaloradas, nunca permitieron que llegara sangre al río”. En una entrevista reciente con “El Mercurio” se explayó sobre esta cultura que permite cierta continuidad entre distintos proyectos políticos: “La alternancia al poder no tiene por qué significar el complejo refundacional (). Se construyen algunas cosas, pero se construye sobre el mismo cimiento”. con la democracia más fuerte en las Américas, solo por detrás de Canadá, según nuestro índice”, destaca Nicolás Saldías, analista de América Latina en The Economist Intelligence Unit. “La fortaleza de la democracia uruguaya se debe en gran medida a su sistema de partidos, que es antiguo y está profundamente arraigado.
A diferencia de otros países de la región, el sistema de partidos en Uruguay se ha mantenido en gran medida intacto (). Y existe una identificación profunda con ellos por parte de la mayoría de la población”. Esto ha limitado el espacio para liderazgos populistas o antisistema. Si bien ha habido dirigentes carismáticos, como “Pepe” Mujica una de las figuras transversalmente mejor valoradas, se han circunscrito al sistema de partidos.
Y los ousiders han tenido corta vida: fue el caso de Guido Manini, excomandante en jefe del Ejército y fundador del partido de extrema derecha Cabildo Abierto, que en las elecciones de 2019 obtuvo un sorprendente 11% de los votos, pero en los comicios de este año apenas logró 2%. “Si bien hemos tenido históricamente liderazgos políticos muy importantes, estos se dan dentro de los partidos políticos y no por fuera”, resume Cardarello. Ni tan diferentes“Los partidos han demostrado habilidad para integrar a radicales en sus filas. Esto es especialmente evidente en el Frente Amplio, que incluye al Partido Comunista, de extrema izquierda, junto con socialdemócratas moderados. El sistema de primarias permite tanto a radicales como a moderados tener la oportunidad de liderar el partido. Y a menudo, el candidato presidencial es un moderado, mientras que el vicepresidente es más radical”, afirma Saldías. “Un fenómeno similar está ocurriendo ahora en la derecha. La coalición de gobierno liderada por Lacalle Pou integró en 2019 al emergente partido populista de derecha Cabildo Abierto.
Y ahora, la decisión de Delgado de nombrar a Valeria Ripoll como su compañera de fórmula una activista sindical de izquierda subraya la flexibilidad del sistema de partidos, lo que lo hace más fuerte que otros en la región”. Otro elemento de la “excepcionalidad” uruguaya es que, si bien no da lo mismo quién gobierna, los proyectos de las principales fuerzas no son radicalmente diferentes y, aunque con distintos matices y prioridades, tienden al centro político. En el caso de Orsi y Delgado, sus programas tienen muchas similitudes y más que giros, prometen cambios graduales. “Ninguno tiene pretensión refundacional, de todo lo que hizo el otro está mal y voy a cambiar todo.
Esa es una de las claves de ver al país como una acumulación, donde cada uno va haciendo sus aportes y cuando le toca gobernar le da un giro más de acuerdo a sus propias ideas, pero sin desdeñar a la otra mitad”, dice Cardarello.
ESSERPECNARFSegunda vuelta del 24 de noviembre:“Se valora y tratamos de no perderlo”Según el politólogo Salvador Cardarello, académico de la Universidad de la República, en la base está el diseño del sistema político consagrado en la Constitución de 1966 “y en particular, instituciones como los partidos políticos”, los que describe como “muy sólidos”. “Una vez recuperada la democracia, a partir del año 85, se ha cultivado un sistema de partidos con la posibilidad de hacer acuerdos, de hacer consensos y de competir por el poder, pero sin considerar a los adversarios políticos como enemigos. Obviamente que siempre en las campañas hay chisporroteo, pero, en general, el clima de respeto y de entendimiento es lo que prima entre los actores políticos y los militantes”, sostiene.
“Es realmente una cosa que en Uruguay se valora y que tratamos de no perder”. La ciencia política uruguaya habla de una “partidocracia”, un concepto que se refiere a la centralidad de los partidos políticos en el debate nacional, y que diferencia al país de las experiencias de sus vecinos, donde otros estamentos como las FF.AA., la Iglesia, los sindicatos o los gremios empresariales han tenido gran protagonismo. “EnUna característica del sistema uruguayo es que junto con la primera vuelta presidencial se eligen los 30 miembros del Senado y los 99 diputados. Esto permite que, en el balotaje, el elector tenga claridad sobre si su candidato y eventual Presidente tendrá o no mayorías en el Congreso y, por lo tanto, pueda asegurar mayor gobernabilidad. En el caso de la actual elección, ya se sabe que el Frente Amplio tendrá mayoría en el Senado, mientras que en la Cámara de Diputados quedó a solo dos votos de la mayoría absoluta. Según algunos analistas, este es un factor quemueve el voto de los indecisos. Pero Salvador Cardarello opina que “es relativo”: “Se ha hablado mucho de ello en estos días, pero es un discurso más bien de los dirigentes políticos y los académicos.
No sé si el grueso del electorado le presta atención”, sostiene el experto, quien destaca que si bien en el pasado ha ocurrido que el oficialismo gobierne con minorías en el Congreso, si ganase Álvaro Delgado “sería inédito” que la oposición controle el Senado. “Pero creo que esto para una minoría hiperinformada y muy interesada en política puede ser relevante, no sé para el grueso de la población o para aquellos que están indecisos”, opina.
Uruguay eso no ha sido así, los partidos son considerados los actores legítimos y son los que tienen vínculos con todos los sectores de la sociedad (). Son ellos los que han gobernado, los que han hecho las reformas constitucionales, y la gente tiene un sentido de pertenencia respecto a ellos muy alto”, dice Cardarello, quien pone un ejemplo: antes de que comenzara el actual proceso presidencial, había encuestas que señalaban que entre 70% y 75% de los uruguayos ya había decidido por qué partido iba a votar, aun cuando no habían definido todavía sus candidatos. Es parte de una tradición centenaria.
Por décadas, el país se dividió entre dos fuerzas: el PartidoNacional (o los “blancos”) y el Partido Colorado (el que más años ha gobernado), ambos fundados en 1836 y entre los más antiguos de América Latina.
En los años 70 les surgió competencia con el Frente Amplio, una coalición que integró al Partido Socialista, al Partido Demócrata Cristiano y al Partido Comunista, que estuvo en la clandestinidad durante la dictadura militar (1973-1985) y a partir de 1999 comenzó a posicionarse como uno de los conglomerados más votados.
Ese año debutó en el país el sistema de segunda vuelta presidencial, lo que terminó reagrupando las fuerzas: por un lado, el Frente Amplio, que con Tabaré Vásquez y José “Pepe” Mujica gober-n ó d u r a n t e t r e s p e r í o d o s (2005-2020) y, por otro lado, una alianza “multicolor” encabezada por el Partido Nacional y el Partido Colorado y otras fuerzas menores como Cabildo Abierto y el Partido Independiente, que apoyan a Lacalle Pou y ahora se han unido para el balotaje detrás de Álvaro Delgado.
Solo detrás de CanadáEl sistema ha posicionado a Uruguay como la única “democracia plena” de Sudamérica (14 a nivel mundial) en el índice que realiza The Economist, que en su última edición rebajó a Chile (23) a la categoría de “democracia deficiente”. “Uruguay es el segundo país. N ¿ Un voto por la gobernabilidad? del candidato oficialista Álvaro Delgado celebran su paso a la segunda vuelta presidencial, donde enfrentará a Yamandú Orsi.