Autor: Alejandro San Francisco
Las elecciones municipales de 1971
Contexto y perspectivas de los comicios Las elecciones municipales de abril de 1971 fueron los primeros comicios que midieron la fuerza electoral de la Unidad Popular después de los comicios que llevaron a Salvador Allende a La Moneda, a fines de 1970. Habían pasado pero la oposición seguía golpeada por la derrota presidencial de Septiembre del año anterior.
Si bien esta vez se trataba de unas elecciones de naturaleza local, los comicios de alcaldes y regidores serían utilizados en la práctica para una evaluación del apoyo popular al proyecto socialista o bien a las alternativas que representaban la Democracia Cristiana y el Partido Nacional. El efecto simbólico del resultado era indudable.
El secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, resumió muy bien el significado de los comicios: “Los resultados de estas elecciones van a influir decisivamente en la Los comicios de abril marcaron el crecimiento electoral de la UP y la consolidación del Partido Nacional como núcleo de la oposición. Aquí un nuevo artículo de Chile hace 50 años. marcha futura de los acontecimientos.
Si la Unidad Popular marcara el paso, si obtuviera el mismo 36,3 % que obtuvo en las presidenciales del 4 de septiembre o si aumentara levemente este porcentaje, dentro y fuera del país se proclamaría nuestro fracaso y la pista se nos pondría pesada.
Si, por el contrario, tenemos un gran avance, si pudiéramos lograr más del 50% de la votación o algo cercano a esto, lo cual aún depende de cómo se trabaje, entonces, como dijo Volodia [Teitelboim], otro gallo cantaría, cantaríamos nosotros y estaríamos en condiciones de golpear más fuerte al enemigo, de acelerar el cumplimiento del Programa y de pasar de las transformaciones económicas y sociales a los cambios institucionales, de acuerdo a lo que plantea el Programa de la Unidad Popular en cuanto al Parlamento, el gobierno municipal, el sistema judicial” (El Siglo, 7 de marzo de 1971). El presidente Allende, por su parte, estaba convencido del éxito oficialista, respondiendo a quienes acusaban de intervención electoral del Ejecutivo: “No es esta una concentración electoral. No la necesitamos: ¡ vamos a ganar!, Ficha de autor Alejandro San Francisco Profesor de la U. San Sebastián y la U. Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica. Director general de Historia de Chile 1960-2010 (USS). vamos a aumentar extraordinariamente nuestros votos”. Además, en la ocasión asomó el tema de la violencia en medio de la campaña. Al respecto el gobernante señaló: “Se los he dicho con una calma extraordinaria y se los repito: no queremos la violencia, no necesitamos la violencia.
A la actitud de ellos responderemos con la ley, siempre que actúen dentro del marco de la ley, pero si quieren alterar la institucionalidad que ellos crearon, y que nosotros vamos a cambiar, si se salen del marco de la ley, si usan la violencia, que sepan, como lo he dicho muchas veces, que a la violencia reaccionaria responderá el pueblo con la violencia revolucionaria” (La Nación, “Allende informa al pueblo. Para que el pueblo defienda a Chile” [suplemento], 1 de abril de 1971). El tema regresaría en diversas ocasiones en los años siguientes. El expresidente Eduardo Frei Montalva realizó un análisis inteligente, pero de escaso impacto electoral.
En buena medida parecía más un análisis académico que un discurso de campaña: “¿... Podrá la economía chilena resistir las emisiones tan considerables de dinero que están más allá de todo margen técnicamente aceptable, creando una apariencia momentánea de bienestar? Emitir sin relación al proceso productivo ha resultado siempre fatal en todos los países de la tierra, y en Chile tenemos al respecto más de una experiencia.
Si fuera tan sencillo financiar imprimiendo billetes, querría decir que todos los gobiernos del mundo, sean comunistas o capitalistas, deberían cerrar sus escuelas de Economía y venir a estudiar aquí esta fórmula asombrosa... Por eso, hay un clima general de incertidumbre y confusión” (El Mercurio, “Frei hace un sereno y enérgico examen de la realidad nacional”, 2 de abril de 1971). Sin embargo, en ese momento los vientos soplaban a favor del gobierno y no se percibían los eventuales problemas económicos de la gestión oficialista.
La derecha se presentaba después de haber logrado un crecimiento electoral importante con posterioridad a la lapidaria derrota que había sufrido en 1965: las elecciones municipales de 1967 y las parlamentarias de 1969 habían permitido el fortalecimiento y crecimiento del Partido Nacional.
De hecho, en 1971 su propio presidente Sergio Onofre Jarpa decidió competir como regidor por Santiago, como una manifestación simbólica de que era necesario dar todas las luchas electorales contra el marxismo: “Había que darse el trabajo de juntar a la gente, hacer campaña y contar los votos... donde hay una pelea hay que darla” (Patricia Arancibia, Claudia Arancibia e Isabel de la maza, “Jarpa. Confesiones políticas”, Santiago, La Tercera-Mondadori, 2002). Efectivamente, en la jornada del 4 de abril, había llegado la hora de contar los votos. Los resultados electorales Había tensión en lajornada electoral, así como expectativas de parte de los actores políticos, que disputaban el poder en condiciones radicalmente distintas a las del pasado. Chile vivía un proceso inédito y estos comicios podrían ser decisivos en el camino a seguir.
Como se aprecia en el cuadro, comunistas y socialistas habían experimentado un sostenido ascenso en la década de 1960; la DC también había registrado un crecimiento importante, mientras el Partido Nacional participó en sus primeros comicios en 1967, revirtiendo en parte la tendencia de caída de la derecha de los partidos Liberal y Conservador, pero sin llegar a recuperar los votos y porcentajes que habían representado esas tradicionales agrupaciones en el pasado. Finalmente, los resultados favorecieron ampliamente a los partidarios del gobierno, tanto en términos absolutos como comparativos, según se puede apreciar en el cuadro que aparece más arriba en esta página.
En la práctica, los partidos de la Unidad Popular en conjunto rozaban el 50% de los votos, mientras la Democracia Cristiana disminuía diez puntos en relación a 1969, alcanzando un precario 26%. Si la diferencia con los socialistas había sido de casi 500 mil votos en la elección previa, en 1971 los falangistas superaban al partido de gobierno por solo cien mil sufragios, muy ilustrativo del cambio histórico electoral que se estaba produciendo.
Sin embargo, no todo eran buenas noticias para la izquierda, por cuanto parte de esos votos que perdió la DC se fueron a engrosar el bolsón electoral del Partido Nacional, que pasó de 290 mil votos en 1969 a 513 mil votos en abril de 1971, que le permitió alcanzar el 18,41 % de los votos, demostrando una constante alza desde su fundación en 1966.
Con ello, si bien seguía siendo una agrupación claramente más pequeña que la DC, podía presentarse con fuerza propia frente a la Unidad Popular, lo que terminaría por confirmarse en medio de la creciente polarización del país. Las consecuencias de la elección municipal Los sectores políticos reaccionaron rápidamente a los resultados de los comicios de abril, especialmente los vencedores.
Al día siguiente de las elecciones, el Comité Político de la Unidad Popular declaró: “Apreciando la elección del 4 de septiembre, la Unidad Popular sostuvo que la inmensa mayoría de los chilenos quiere cambios profundos, que conduzcan al socialismo. Ahora, este 4 de abril, el país acentuó inequívocamente su definición de izquierda.
Interpretamos nuestra elevada votación de ayer como manifestación de respaldo al programa que nuestros partidos y movimientos se han comprometido a cumplir integralmente, como expresión de apoyo al Gobierno del Presidente Allende y como exteriorización de la confianza de la mayoría en la Unidad Popular” (Unidad Popular (Comité Político): “Declaración sobre los resultados de las elecciones de regidores” (5 de abril de 1971), citado por Víctor Farías, “La Izquierda Chilena”, tomo 2, Santiago, CEP, 2000). Si bien el resultado electoral fue positivo para la Unidad Popular, se quedaba en el ámbito simbólico. Por una parte, demostraba la fuerza de los partidos de izquierda y el notable apoyo que concitaba en ese momento “la vía chilena al socialismo”, con el respaldo de la mitad de la población.
Por otra parte, permitía que los líderes de la UP pudieran mirar el futuro con optimismo: de seguir así las cosas, la Unidad Popular obtendría una mayoría en las elecciones parlamentarias, que le permitiría avanzar en su programa de gobierno. Distinto habría sido si las elecciones hubieran sido parlamentarias.
De hecho, una vez concluidos los comicios de abril, distintos analistas electorales procuraron explicar cuál hubiera sido el resultado en el caso hipotético de haberse renovado el ciento por ciento del Senado y de la Cámara de Diputados (doblemente imposible, por cuanto dichos comicios serían en marzo de 1973 y porque el Senado se renovaba solo parcialmente cada cuatro años). El ejercicio era interesante para proyectar escenarios hacia futuro, en caso de mantenerse los resultados, o de continuar la tendencia alcista de la izquierda.
La fórmula propuesta consideraba la elección de 150 diputados y 50 senadores. ¿Qué decían las proyecciones? La Democracia Cristiana habría elegido 47 diputados, el Partido Nacional 28 y la Democracia Radical solamente dos, entre las fuerzas opositoras. Dentro del oficialismo el Partido Socialista habría crecido a 41 diputados, el Partido Comunista hubiera elegido 21 candidatos y el Partido Radical contaría con 1 miembros en la Cámara Baja. En el Senado ocurría algo similar: 17 para la DC y ocho para el PN; en la Unidad Popular el PS habría logrado 13, el PC diez y los radicales dos. Con ello, la Cámara Alta habría quedado en un empate, con 25 senadores por cada lado, en tanto la Cámara de Diputados presentaba una leve diferencia desfavorable para el gobierno.
No está de más señalar que la simulación realizaba una distribución según los distintos distritos y circunscripciones del país, considerando los votos de las elecciones municipales (el estudio en “El nuevo ajuste político”, revista Ercilla, N* 1.865, del 14 al 20 de abril de 1971). Es necesario precisar, en cualquier caso, que hasta entonces la Democracia Cristiana se mantenía en una posición expectante y todavía no adoptaba la postura opositora que caracterizaría su relación con el gobierno en 1972 y 1973.
Sin perjuicio de eso, por esos días también surgió otra idea, especialmente considerando que los socialistas se encontraban “eufóricos” por los resultados, como registró Ercilla 1.866, de 21 al 27 de abril de 1971). El medio informaba que el partido del presidente Allende había organizado el “Pleno de la Victoria”, para celebrar los resultados y analizar la forma de “ensanchar la base de las instituciones populares y revolucionarias para el cumplimiento integral del Programa”. Esa fórmula solo podría lograrse mediante un cambio fundamental: el Presidente de la República debía convocar a un plebiscito “cuya finalidad suprema sería la disolución del actual Congreso de 150 diputados y 50 senadores”. Con ello, deberían abandonar sus cargos y presentarse a una nueva elección, para un congreso unicameral —según proponía el Programa de gobierno de la UP— que se llamaría Asamblea del Pueblo.
Ella tendría, entre otras atribuciones, “designar a los magistrados de las Cortes de Apelaciones y Suprema”. El plebiscito era una fórmula contemplada en el ordenamiento constitucional, para resolver problemas en los cuales existieran discrepancias de fondo entre el Ejecutivo y el Congreso. Si triunfa el gobierno en ese plebiscito, se da la coyuntura prevista por los socialistas.
En el fondo, como interpretaba el PS y explicaba Ercilla, existía un mandato popular derivado de las elecciones municipales de abril, por lo cual era necesario “caminar más rápido en la construcción del socialismo”. Con estos resultados, la izquierda celebraba y auguraba un futuro prometedor. La vía chilena al socialismo parecía tener las puertas abiertas hacia el futuro.
Después de todo, 1971 fue el año más exitoso para el presidente Allende y para la Unidad Popular, y las elecciones municipales fueron una de las razones del inicio auspicioso del gobierno, que pronto comenzaría encontrar los primeros escollos en el camino. Sin embargo, dicho plebiscito nunca se realizó: el tema volvería a la palestra en 1973, en otro escenario político y con un claro cambio en la correlación de fuerzas, como se decía en aquellos tiempos.