Emprendedoras ucranianas: entre el desgarro de la guerra y sus negocios en Chile
Emprendedoras ucranianas: entre el desgarro de la guerra y sus negocios en Chile SÉDLAVOGIRDOR : NÓICARTSULICATALINA MUÑOZ-KAPPESTienen emprendimientos en ámbitos muy variados: flores, ropa y meditación. Pero las tres desarrollaron negocios en Chile, a 14.000 kilómetros de distancia de su tierra natal, Ucrania. A la misma distancia han tenido que observar el conflicto entre su país y Rusia. “Cada familia ucraniana tiene a alguien en Rusia”Elizaveta Nechiporenko vive desde hace 12 años en Chile. La emprendedora, de madre rusa y padre ucraniano, llegó al país junto con su exmarido, quien era diplomático de Rusia. Pese a que ha tenido la oportunidad de volver a Ucrania, donde pasó los primeros 20 años de su vida, o a Rusia, donde estudió diseño y floristería, decidió quedarse en Chile. “Por temas de política, no queríamos volver a Rusia. E ir a Ucrania, después de pasar cinco o seis años aquí... , se acostumbraron los niños a ir al colegio chileno, hablan perfectamente español, tienen amigos. Sacarlos de ese ambiente era un poco duro para ellos”, afirma. Nechiporenko comenzó en Chile un negocio de tejidos de lana de alpaca, que no prosperó. Después de divorciarse, comenzó trabajando como florista en una florería pequeña. Ahí mejoró su español e hizo contactos con client e s q u e l e c o m e n z a r o n a p e d i r directamente arreglos florales. Hace seis años fundó su florería Florissimo, en la que la mayoría de sus trabajadores son ucranianos. “El negocio es bien exitoso, crece tremendamente (). Para hacer negocio de flores hay que entender bien cómo funciona, entender la logística, saber de los proveedores, porque si no vas a puro perder plata”, dice.
Ver la guerra entre Rusia y Ucrania desde el otro lado del mundo lo describe como un “shock”. “Nadie pudo creer que eso puede pasar un día () Todas las familias tenían a alguien que vivía en Rusia, se visitaban uno a otro, llamaban, y siempre tenían un contacto cercano, tenían amigos. Cada familia ucraniana tiene a alguien en Rusia. Entonces era increíble, para todos, un shock, pero ya, pasó lo que pasó”, señala Nechiporenko.
“Mientras vivas con el cielo sin misiles, todo es arreglable”Tras el nacimiento de su primera hija, Kseniia Khytryk decidió pasar más tiempo en su casa, pero descubrió que en Chile no encontraba ropa que fuese un punto intermedio entre un pijama yFUNDARON INICIATIVAS DE FLORES, ROPA Y MEDITACIÓNtiene un hotel junto a su marido y dicta talleres de meditación. SÉDLAVOGIRDOR : NÓICARTSULIfundó una marca de ropa de producción chilena. SÉDLAVOGIRDOR : NÓICARTSULIIvestimenta para salir. Khytryk ya había tenido un emprendimiento de belleza ucraniana en Chile, que debió cerrar por la guerra, así que decidió aventurarse con este vacío que encontró en el mercado.
“El concepto de sentirte cómoda en la casa, pero al mismo momento linda, para mí es algo muy esencial, que me enseñó mi mamá”, comenta sobre la idea central detrás de JOMO, su marca de ropa. Khytryk llegó al país por primera vez hace siete años, por un trabajo en el rubro del turismo, y le fascinó. Esto también motivó otro concepto central para su marca: que la producción fuese chilena. “Quería algo local para apoyar un negocio local, porque teniendo mi marca aquí, no solamente significa que somos chilenos, significa que hicimos una pega para ayudar a costureros chilenos, fábricas, pagar impuestos”, señala. La emprendedora narra que fue muy duro cuando estalló la guerra, con 14.000 kilómetros entre ellas y sus papás, que viven en la frontera con Rusia y Bielorrusia. Usó su oficina en Providencia para juntar ayuda humanitaria para Ucra-nia, y ha participado en las protestas frente a la embajada rusa y a La Moneda. Últimamente sus esfuerzos, junto con los de su comunidad, han estado concentrados en difundir información sobre la guerra. “Estamos súper agradecidos de este país, de Chile, por ese apoyo. La gente que no tiene nada que ver con Ucrania llega a nuestros eventos”, dice. “Sabemos que si no peleamos, Ucrania no va a existir.
Yo tengo amigos allá, que ahora son papás, que están creciendo con ataques y sirenas (). Yo acá en Chile les digo a mis amigos todo lo que está pasando, las cosas buenas y malas, pero mientras vivas con el cielo sin misiles, todo es arreglable”, reflexiona. “Se siente este miedo y mucho dolor incluso estando tan lejos del territorio de guerra”Olga Nebola arribó a Chile dos semanas antes de que comenzaran los confinamientos por la crisis sanitaria.
La ucraniana llegó tras vivir cinco años en Estados Unidos junto a su marido, conquien construyó una eco-comunidad y hotel boutique llamado Patagonia Farms en Pencahue (Región del Maule). “Mi esposo pasó mucho tiempo durante su infancia en Chile, y era un sueño suyo venir aquí”, dice. Tras el cambio drástico de venirse a un país donde no hablaba el idioma y el confinamiento por la pandemia, estalló la guerra entre Rusia y Ucrania. “Durante los primeros seis meses estaba pegada a mi teléfono, viendo todas las noticias de la región de mis padres. Creo que destrozó mucho la salud mental de mis amigos y la mía. Aunque no estemos en Ucrania, todavía nos afecta mucho (). Se siente este miedo y mucho dolor incluso estando tan lejos del territorio de guerra”, señala Nebola. Estar lejos de la ciudad, de la Iglesia con la que estuvo involucrada toda su vida y el estallido de la guerra, volcaron a Nebola a la meditación.
Hoy, aparte del hotel que su marido y ella manejan, Nebola es terapeuta familiar y está certificada como facilitadora de Energía Vital Kundalini, y trabaja en talleres con chilenos y los huéspedes que visitan su hotel. Elizaveta Nechipo-. Llevan entre cinco y doce años en el país. Las emprendedoras relatan el impacto del conflicto entre Rusia y Ucrania, el miedo a la distancia y el desafío de empezar un negocio en tierras extranjeras. FUNDARON INICIATIVAS DE FLORES, ROPA Y MEDITACIÓN renko es dueña de una florería en Chile. Kseniia Khytryk