Autor: Alejandra González Celis
Fuera del estadio
Fuera del estadio Era pensar le elimposible que gustara fútbol. I m p o s i b l e.
E s t a b a e s t u d i a n d o literatura, era flaco, alto y con unos lentes ópticos horribles con un marco tipo chip patrulla motorizada, que lo hacían ver mucho más ojeroso de lo que realmente era. Usaba unas camisas de franela que seguramente eran de la ropa usada, unos pantalones de cotelé gastados, un bolso cruzado como de cartero que siempre estaba lleno de libros. Lo conoció en un taller de poesía de la Fundación Neruda donde ambos ganaron una beca. Lo había visto pulular la Biblioteca Nacional y entre Centro cultural de España. En la primera cita la llevó a ver Dead man y luego a tomar vino al 777 de la Alameda.
Era espantosamente tímido, se veía más bajo de lo que en realidad era porque sus hombros estaban continuamente encorvados, la mirada se dirigía al suelo, sus palabras surgían con fórceps, la mayor parte del tiempo estaba en silencio.
Cuando conoció su casa completó el cuadro porque lo primero que pensó era que estaba adentro de “La caída de la casa Usher”, las paredes descascaradas, los muebles viejos, nada de tele, nada de radio, silencio, sombras tenebrosas. ¿Dónde cabía el fútbol ahí?para ella el fútbol era algo que le gustaba a los hombres tontos y él no era tonto, él era un tipo interesante, un tipo que parecía estar viviendo un tremendo dolor, un fantasma, un misterio, eso no tenía nada que ver con esos tipos gritones que con cerveza en mano se sentaban frente a un televisor a ver eso que ella nunca entendió. Nada que ver con esos hombres que iban a los estadios y decían garabatos y se sacaban la polera y molestaban a las mujeres, jaurías amenazantes.
Mucho menos pensó que podía correr detrás de una pelota, los deportistas eran para ella una casta que desconocía por completo, eximida de educación física toda su vida por un problema de nacimiento en su pierna, nada supo nunca de esa experiencia y menos podía entender que aalguien pudiera gustarle correr o moverse salvo que tuviera la urgente necesidad de hacerlo para ir a alguna parte en específico. Pero a él no solo le gustaba lo amaba. Amaba el fútbol.
Él en primer lugar a su equipo, Universidad de Chile, veía todos los partidos, iba a todos los partidos a los que se podía ir, sabía todo lo que se podía saber sobre ese equipo, de niño tenía una revista donde daba jugados cuenta de los partidos durante el fin de semana, redactaba artículos, recortaba fotografías y las compartía con sus compañeros de colegio. Le mostró todas esasrevistas cuando llevaban un corto tiempo saliendo.
Tenía un cuaderno donde anotaba todos los partidos donde registraba psicopáticamente los datos del encuentro: público asistente, goles recaudación, realizados, jugadas, etc. y dejó de hacer ese registro solo porque su terapeuta le recomendó que “se relajara” y tratara de ser menos obsesivo (cosa que él acató obsesivamente). Si iban de viaje, él buscaba (y lo sigue haciendo) los estadios para conocerlos, buscaba los partidos que se jugaban y asistía (no importa qué equipos, no importa de quéClaudio Guerrero (Santiago, 1975). Poeta, profesor, investigador, trabaja en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso desde hace más de una década.
Ha publicado los poemarios Esperanza de vida (2024); Las corrientes luminosas (2020); Código menor (2017); Pequeños migratorios (2014); El libro de las cosas que se ignoran (2002); y, El silencio de esta casa (2000). Es coeditor de los libros Felices escrituras. Poetas chilenas y chilenos pensando una provincia (2022), El ABC del Neoliberalismo 3 (2021) y de Figuras de lo común. Formas y disensos en los estudios literarios (2021); y, autor de Qué será de los niños que fuimos. Imaginarios de infancia en la poesía chilena (2017). Ha publicado diversos ensayos, entrevistas, reseñas y artículos sobre poesía chilena y literatura latinoamericana. Hincha de la U desde antes de abrir los ojos, cuando el club estaba estrechamente ligado a la universidad, el fútbol es -de manera análoga a como lo señalara Gabriela Mistral-, su oficio lateral. Alejandra González (Santiago de Chile, 1976)Es trabajadora social y escritora. Ha publicado los libros La enfermedad del dolor (2000) y Jauría (2018). Fue becaria de la Fundación Pablo Neruda en 1998. Comenzó su obra escribiendo poesía, pero recientemente se ha aventurado en otros géneros como la crónica, el ensayo y el teatro. Su poética trabaja a partir de la memoria, usando las palabras para “trazar una fisura, una fractura, que algo pueda resquebrajar ¿ el orden? ¿ la forma?”, dice. “Me interesa la fuerza de las palabras, su color, trastocarlas, jugar con ello. Me interesa el desorden.
” Practica la escritura cotidiana, releyendo en voz alta y corrigiendo muchas veces los primeros borradores. divisiones) porque él amaba a su equipo pero amaba el fútbol porque había ahí algo, en esa experiencia, que era completamente compatible con su amor a la literatura, a la poesía (y lo sabría después), a ella y a sus hijos.
Ella aprendió a amarlo así con fútbol incluido y se ha pillado a sí misma defendiendo ese deporte en discusiones absurdas donde alguien insiste en decir que es el opio del pueblo o alguna perogrullada de ese tenor.
Ella lo ama, y ama que su hijo ame el fútbol también y lo juegue y hablen un lenguaje que ella desconoce, y ama que su pequeña hija sea llevada al estadio y tenga su polera de la U y cante las canciones, porque aunque ella nada sepa ni quiera saber sobre eso que se llama fútbol, ama sobre todas las cosas que ambos niños amen al padre tal como ella lo ama, ama ver cómo sus ojos se emocionan con las jugadas, como sufren y se divierten y cómo él ha insistido hasta lograr que esos dos seres amen lo que él ama. LOS AMA ASÍ, CON FÚTBOL.
Nota de la editora: Este bello escrito fue leído en la presentación del libro Para un estadio de la U del escritor Claudio Guerrero en la Biblioteca Pública de Ancud el día jueves 30 de enero de 2025. El Guardián del MitoRosabetty Muñoz.