El papel de la víctima
E: ¡ caso de Isabel Amor -despedida a horas de haber sido nombradaes sintomático de un rasgo que, poco lapoco, se extiende en la sociedad chilena. Se trata de la institución dela víctima, la aparición de un sujeto depositario o depositaria de un maltrato inmerecido que desata lasolidaridad, y a veces la conmiseración, ajena. En toda sociedad, y para qué decir, en la sociedad chilena, hay víctimas. Desde luego, las víctimas delos atropellos acaecidas durante la dictadura. Esas son víctimas verídicas, indudables y luctuosas. Pero hay otra categoría de víctima que haido asomando poco a poco.
Se trata de lo que podría llamarse una víctima más bien simbólica o circunstancial: el caso de quien a propósito de un hecho más o menos trivial o reglamentario, de una experiencia corriente, quizá en el peor de los casos incaso corriente, se transforma enaljusta, pero en cualquier guien que ha padecido un grave e inexplicable atentado al conjunto de su personalidad, un daño severo a su existencía, una suerte de muerte biográfica. Eslo que ocurre en el caso de Isabel Amor.
Despedida de un cargo público por razones bastante elideario del gobienoo maplausibles-desde no compartir nifestar lealtades filiales a propósito de una condena penalella hasido erigida en una suerte de símbolo del maltrato y en derredor suyo han surgido un conjunto de discursos que alientan sus quejas y procuran mantener vivoel recuerdo de lo quese supone es un grave maltrato. ¿A qué puede deberseesa reacción desmesurada consistente en transformar en un acontecimiento moral de gran envergadura lo que es una decisión administrativa que, acertadao no (aunque parece acertada) estrivial cuando se la mira desde el punto de vista de la experiencia de la mayoría (y tambiénen la experiencia políticacomolo prueba el caso de Juan Andrés Lagos)? Aquí va una probable explicación.
Lo que ocurre es que la víctima o más bien este tipo de víctimas en realidad no existe, sino que es el fruto de la audiencia que, por raros motivos, muchas veces inconsciente, la crea ¿ de dónde proviene esanecesidad de contar con una víctima? ¿ por qué de pronto una audiencia, parece movida por el anhelo de instituir una víctima? Es probable que esa necesidad provenga de loque pudieTa llamarse el revés de un chivo expiatorio. En este último se instituye a un sujeto como el causante de todos llos males de manera que, así, todoslos demás, quedan limpios y exonerados. Pues bien.
En el caso del revés del chivo expiatorio, en el ¡ caso dela víctima creada, se instituyea una persona comoobjeto de un maltrato inmerecido e inexplicable, como una formano de sino como una maneel malo el radeacreditar la bondad de no dela víctima, sino de quienes la rodean y salen con entusiasmo y con bríos a defenderla. Eso explicaría que en torno al caso de Isabel Amor hayan surgido tantas voces bien pensantes que, de pronto, se han vueltoradicalmentesensibles, a propósito deeste caso, frente acuestiones de género.
Y es queel caso de Isabel Amor(un casoordinario en la vida pública y política, inclusosi fuera injusto, ordinario) no se explica tanto por la necesidad de protegerlaa ella, sino antetodo por la necesidad de quienes han salido desproporcionadamente en su defensa de ensalzarse así mismos y mostrar los claros ideales quelos inspiran.
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Lo que ocurra es que levictime o más bies este tipo de victimas en reslidadno existe, sino que carel II-uro deis audiencia audiencia que, por raros motivos, muchas veces inconsciente, lscresededóndeptovieoe esstsecesidsddecontarcon une vfctimé?, tporquédepronm una audiencia, psrecemovids porel anhelo de ssslstuir une victsms? Esprobable queess necesidedprovengsde loquepudie rallsmarae el revés de un chivo erqéatoño.
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