Autor: Por Cristóbal Bley
Columnas de Opinión: Caminar y comer en Olmué
Columnas de Opinión: Caminar y comer en Olmué MI PANORAMA Los pueblos al interior de la Región de Valparaíso, para quien no los frecuenta, configuran un palSaje muy singular, donde parece que lo urbano y lo rural firmaron una especie de pacto: ninguno de los dos se impuso del todo y se hace dificil saber, entre Quilpué y Olmué, cuándo termina el campo y en qué parte empieza la ciudad.
Esa hibridez, que combina malls chinos con paseos a caballo, strip centers y caminos de tierra, puede resultar confusa para el visitante desprevenido pero también permite que la zona sea turisticamente multiuso, por decirlo así, sobre todo en Olmué, donde este fenómeno es aún más explícito.
A una hora y cuarenta minutos de Santiago, que pasan rápido mientras uno bajala vertiginosa cuesta La Dormida, Olmué aparece en medio de altos cerros verdes, entre invernaderos de tomate, muchos condominios de parcelas y domos de ecoturismo.
La cumbre más alta, y también más cercana, es el cerro La Campana, cima que Darwin subió en 1834 y desde la cual pudo ver, sin tener que moverse, la cordillera de los Andes y el Océano Pacifico. Si uno anda por ahi durante estos dias no conviene ser tan entusiasta como Charles pero si animarse a un breve paseo por sus senderos, reserva mundial de la biosfera según la ONU. Con un par de horas alcanza para fascinarse con el bosque esclerofilo, las centenarlas palmas chilenas y, si hay suerte, algún zorrito culpeo.
Para matar el hambre acumulada, el pueblo, a solo quince minutos en auto de La Campana, tiene más alternativas de las imaginadas: desde la cocina chilena de Doña Elena, con perniles, arrollados y cazuelas, hasta el ecléctico restobar Combinart, que fusiona estilos internacionales con acierto y contundencia.
En la Plaza de los Cabalos, el helado de bombón higo nuez de Fruttato no decepciona, y de regreso a la capital hay que irse con un queso de cabra de Nonna Rosa, cuyo rebaño pasta a la salida de Olmué, en la Quebrada Alvarado..