Un precio excesivamente alto
Un precio excesivamente alto moto, eran ruinas de viviendasaplastadas por proyectilesy bombas. Era imposible saber cómo habían sobrevividosus ocupantes. Y nose trataba de enemigos externos. Resultaba comprensible, pues, que esos libaneses miraran con optimismo la presencia de los ocupantes israelíes. Habían vivido por añosen medio de unaagotadora guerra civil. Erael mismo país que hasta hacía poco gozaba dela fama de serel más democrático de la región. La historia ha sido duracon quienes vivenallí. Lasituación no ha mejoradoen mediosiglo. En los últimos días, en una oleada deviolencia, El Líbano ha sufrido una vez másla destrucción y laviolencia. La guerra en Gaza, queahora cumple unaño, setrasladó comoera inevitable, hacia másallá de lafrontera norte delsrael. Hisbolá, elenemigo noes el mismo que en Gaza, peroIsrael (bajola implacable conducción de Benjamín Netanyahu) sostiene que para asegurarsu supervivencia se requiere que ambos movimientos sean borrados de lafazdelatierra. La comunidad judía enChileseniegaincluso a reconocer ladiferenciacon la autoridad palestina. El problemaesel altísimo costo: una brutal cifra de muertosy heridos. En Israel creceel cansancio, sobretodo porquetodavía hay un centenar de rehenesen Gaza. El mundoentero está consciente del peligro dela ampliación del conflicto. En Estados Unidos, el aliadoindispensable de Israel, en medio dela campaña presidencial, sigue aumentando elrechazo. Conformelas últimas cifras, en Ellíbanoyen Gaza, laeliminación decada eventual terrorista ha implicado la muerte de miles de inocentes. Noera loque querían los libaneses que conocíen 1982. Su simple aspiración erala paz. Hace poco más de 40 años, en mi calidad de periodista, fuiinvitadoa Israel, Lo que no imaginé era que esavisitamellevaría más allá de sus fronteras. Ya había estadoenlosAltos del Golán, unazona en el límitecon Siriadondese habían librado unaviolenta batalla durantela Guerra de los Seis Días. Como recuerdo de su derrota, todaviaestabanahílos restos oxidados de los tanques sirios. Esta vez, en 1982, en elsurdeEl Líbano, el ambiente eradistinto. Losconflictos internos habían culminado con la invasión delsrael que se sentía amenazado porla violenciaextremista. En eseescena-rio mediterráneo, que me recordó miniñezenTil-Ti, lasautoridades invasoras mellevaron hacia Beirut. El viaje comenzó junto a los restos del castillo de Beaufort, unafortaleza delos cruzados. Los habitantes delazona no se mostraban locuaces al verme acompañado desoldados fuertementearmados.
En la ruta, una joven libanesa mostró, sinembargo, su entusiasmo, expre= sando su agradecimiento a lastropas de ocupación. (A ese elogio mivuelta a Chile, mereció una dura recriminación por parte de nuestro amigo Alejandro Hales, quien años mástardesería ministro de Minería). Con la perspectiva deltiempo, pienso que la reacción que recogíentoncesen El Líbano correspondía auna sensación de alivio de quienes vivían en unazona asolada permanentemente por la guerra interna. En ese recorrido vicasas destruidas y cerros de escombros. Adiferencia delo quese puede. Por Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo. ver en Chiletunr taersre -