De la projimidad a la nostridad II
De la projimidad a la nostridad II RAÚL CAAMAÑO MATAMALA, PROFESOR UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TEMUCO De la projimidad a la nostridad II En la columna anterior, construíamos ideas que hermanaran la projimidad y la nostridad, a la par que intentábamos intentábamos esclarecer sus conceptos, aún poco conocidos o aún no practicados o encarnados como quisiéramos. Ciertamente, la projimidad es la genuina práctica, sino el intento de ser próximo al prójimo, a ese tú que en especial requiere de nuestra ayuda. Este ejercicio puede ser pasajero, ocasional, único, y no continuo, reiterado, reiterado, consumado. De ahí el necesario paso a constituir un nosotros, a construir nostridad. ¿Qué es nostridad? ¿ Por qué es necesaria, cada vez más necesaria? Intentaré esclarecer ello, aquí. El individualismo nos ha llevado a olvidar el tú, el prójimo.
Ayer, ho% mañana, casi siempre, aquí, allá o acullá, dos se disputan un liderazgo más o menos y, a veces, veces, en triste espectáculo, en medio del barro, y quien sí zozobra, él, ella, ellos, ellas, verdaderamente, aguardan, esperan el fin de esta competencia o incompetencia. He aquí el intríngulis. Ese él, ella, ellos, ellas, son los terceros, y quizás objeto de la discusión. Es a quien o quienes se refieren. Y lo tironean, lo sacuden, lo estrujan. Ya veces, verdaderamente, son objeto de manipulación, también a puerta cerrada, en una cocina, y no precisamente precisamente la cocina de antes, donde se reunía la familia. ¿Qué hacer? Incorporarlos.
Hacerlos partícipes, que intervengan, que hagan escuchar su voz, sus voces, en las votaciones, también, en la construcción de sus colectivos, colectivos, hacer comunidad, que sean agentes, actores, no pacientes, no espectadores. ¿Qué hacer? Convertir ese él, ese ellos, en tú, en usted, usted, en ustedes. Sí, incorporarlos, escucharlos, atender sus voces, sus ideas, sus conocimientos, sus sentimientos, sentimientos, su parecer. Auspiciar ese tránsito, esa conversión, y construir un nosotros, dual, y plural, por cierto. La tarea no es sencilla. Es preciso dominar nuestro individualismo, y que más bien sea solo individualidad, y reunirla con otra individualidad, la del tú. ¿Qué sucederá? sucederá? Reunir un tú y un yo. Que platiquen, que se conozcan, que se re-conozcan. Que comprueben que son semejantes, semejantes, que sus génesis son esencialmente las mismas. ¿En qué pienso ahora? Que es hora de partir. Y arranco con este verbo, reviso sus acepciones; la primera posible, arrancar, iniciar; la segunda posible, dividir, porcionar. Me parece bien, comenzar con las dos primeras, y con ese impulso, llegar a las segundas acepciones, es decir, convidar, irradiar, entregar a todos algo.
Y así se me ocurre, que partir, es también, com-partir, re-partir, departir, departir, im-partir, todas acepciones hermanas, solidarias; que involucran ya, a dos, y ¿ por qué no a más, muchos más? Entonces, los invito a partir, compartir, repartir, departir, impartir. Algunos creen que la tarea está cumplida cuando se conforman con uno nosotros dual, de solo dos.
Si fuera así el ejercicio y la evidencia, es casi como un individualismo individualismo dual. ¿Cuál es la tarea real? Conformar, ser parte de un nosotros plural, de más, de muchas más personas, personas, ojalá no tan sectorizadas, acotadas. De todos modos, practiquen la nostridad, pongan afán en ello, ya! ¡Háganlo!, sentirán satisfacción y darán satisfacción, satisfacción, haciéndolo. Los invito a todos a construir nostridad, a hacer de ello una cultura de la nostridad. Poco a poco, sentiremos sentiremos satisfacción, sentiremos abrigo..