Autor: Por Rodrigo Guendelman
Claudio Di Girolamo, casi un siglo de aporte a Chile
Claudio Di Girolamo, casi un siglo de aporte a Chile dió la nacionalidad por gracia en 1997, mismo año en que asumió la jefatura de la División de Cultura del Ministerio de Educación de Chile. Es decir, hay muchos Claudio Di Girolamo a lo largo de su casi siglo de vida. Pero todos coinciden en algo: crear y aportar, siempre desde una tremenda humildad y un talento fuera de serie. Nuestro héroe creativo se educó en el Liceo Artístico Statale en Roma y estudió escenografía en la Accademia di Belle Arti di Roma. Tras la Segunda Guerra Mundial, llegó a Chile a sus 19 años, junto con su padre, el pintor Giulio di Girolamo, y su familia. Fue un contraste que, al principio, lo desafió. “En aquel lejano 1948 del siglo pasado, atravesamos el gran charco desde un continente a otro, con nuestros sueños y la esperanza a cuestas. Después de 29 días de navegación, en Buenos Aires. ¡Por fin!, pisamos tierra americana. Nos subimos al “Pampero” para llegar a Mendoza. Allí nos enque teramos el de “Trasandino” (tren conexión Mendoza-Santiago, que atravesaba la cordillera), estaba varado por una tempestad de nieve.
Luego de una semana de espera, viendo mermar peligrosamente nuestro mínimo capital para gastos de viaje, conseguimos embarcar en la línea aérea argentina Zonda, un DC3 (uno de esos usados por los paracaidistas yanquis en la Segunda Guerra Mundial). Pasamos la cordillera debajito del Aconcagua, chupando aire de una manguerita que salía del techo de cada asiento y llegamos a Santiago, al antiguo aeropuerto de Cerrillos”, cuenta Di Girolamo en el libro CDG70. Claudio Di Girolamo, setenta años de arte religioso (Ediciones UC). Y agrega que “llovía a cántaros. Salimos en un minibús hacia la oficina central de la línea aérea, pasamos frente a La Moneda y nos dejaron frente al hotel Carrera. Cuando miré la Plaza de la Constitución pensé: “¡ Qué nos pasó a nosotros que vinimos a caer aquí!”. Estaban todos los edificios chorreando agua con hollín y tirando humo... Al día siguiente despejó.
Nos asomamos a la Alameda, miramos hacia el oriente y se nos vino encima en todo su esplendor la Cordillera de los Andes... Así empezamos nuestra vida en Chile, en el mes de julio de 1948 del siglo pasado”. Han pasado casi 80 años desde ese periplo, y el legado que esta familia ha esparcido por Chile es notable. El padre de Claudio, Giulio, y su hermanos, Vittorio y Paolo, participaron juntos en obras de calidad excepcional, como la Iglesia del Sagrado Corazón del Bosque, un notable diseño del arquitecto Carlos Bresciani. Ese trabajo de frescos en los muros fue desarrollado en su primera etapa por Fray Pedro Subercaseaux. La restauradora Julieta Ogaz explica que “Fray Pedro proyectó y ejecutó el Vía Crucis continuo, la escena de la capilla de la natividad y las pinturas del Sagrado Corazón y la Asunción de María. El convocó a los artistas Peter Horn, Peter Beck y Giulio Di Girolamo, quien trabajó con sus hijos Vittorio y Claudio”. De ahí en adelante, no pararía de llevar el arte a las iglesias. Lo haría en los muros de la Parroquia Santa Elena de Las Condes, obra del arquitecto Héctor Mardones Restat. En los murales del ábside, capillas y estaciones del Vía Crucis del Templo Nacional San Juan Bosco en la Cisterna. En el frontis de la Parroquia de Santa Marta en Ñuñoa.
Y también en importantes edificios públicos como el Hospital del Trabajador, donde hay un gran mural de 1998 y tres obras en el Oratorio: Curación de un ciego, Natividad y Pasión y Resurrección, todas de 1995.
Otro hito está en Concepción, también en el Hospital del Trabajador: un políptico con 10 episodios de la vida de la Virgen María, ubicado en la capilla de ese edificio. ¿Más? El Campus San Joaquín de la UC es una parada obligatoria: en el edificio de Teología está el impresionante mural “La buena noticia de nuestro hermano y señor Jesús” (1999 2000), que consta de 18 pinturas. Y muy cerca está la Plaza de la Paz, obra reciente de Claudio y su hijo Francesco, junto a Francisco Gazitúa, Alberto Moreira y Luis Montes. Si estás en Santiago este fin de semana largo, el Museo Taller te espera con un fantástico homenaje a Claudio di Girolamo. Imperdible. Y sagrado. O SS = A Conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.
AÑ Arado ste fin de semana largo en el que se conmemora uno de los días más profundos para el cristianismo, esta Semana Santa, es el contexto perfecto para hablar de un hombre inmenso, un anti frívolo (gran concepto acuñado por el escritor Carlos Ruiz-Tagle), un creador que ha dejado su sello en varias ciudades de Chile y que asus 95 años sigue trabajando sin parar, enamorado de su oficio (o sus oficios, habría que decir), repleto de esa pasión italiana que trajo a nuestro país cuando llegó comoinmigrante. Hablo de Claudio Di Girolamo Carlini, artista visual, diseñador, muralista, dramaturgo, actor, vitralista, director de teatro, cine y TV, gestor cultural y director ejecutivo de televisión.
Es el momento preciso para homenajearlo, además, pues desde hace algunas semanas se puede ver y recorrer una extraordinaria muestra sobre su trabajo, es decir, sobre sus obras, pero también sobre su forma de trabajar, en el Museo Taller, institución que está en el barrio Yungay y que lidera Pancho Dittborn, otro hombre fuera de serie. Y ojo, está abierta hoy sábado y también mañana. O sea, triple razón para dedicar esta columna al creativo que, cuando fue director ejecutivo de Canal 13 (19691971), inventó programas como “Ojocon el Arte” con Nemesio Antúnez, así como documentales con Pablo Neruda. Di Girolamo fue también fundador del Teatro Ictus, así como director y conductor de televisión de “La manivela” y “Bellavista 0990”. Hay demasiadas facetas de este romano, a quien el gobierno chileno le conce-. MES. A =