Día Mundial del Urbanismo
Señora Directora: En la última década, las ciudades chilenas han devenido en territorios donde del miedo domina llas voces, inflando la atmósfera urbana hasta hacerla, a ratos, irrespirable. Usualmente el temor surgía de la delincuencia, pero la pandemia redefinió las reglas.
Nos encerramos y, literalmente, por razones de salud pública, aprendimos a esquivar al otro sospechando de la amenaza mortal del virus que además de contagiarnos inyectaba pánico y paranoia en cada esquina de la ciudad, mutando nuestra relación con el espacio y con quienes lo habitan. Antes del Covid-19, el estallido social reveló no sólo las inequidades acumuladas, sino la fisura en la promesa de una ciudad para todos. La muchedumbre que irrumpió en las calles era a la vez celebrada y temida, vista como renovadora por unos, como amenaza por otros. La ciudad se llenó de miedo al cambio, pero también a la continuidad. Por encima de todo, se asoma el cambio climático como un espectro implacable, otro gran temor que nos acecha. La crisis ecológica nos habla de una catástrofe sin retorno, la extinción masiva de nuestra civilización ¿ Acaso hay motivos para no tener pánico? razones parecen haber en todos lados. Pero de la parálisis surge también la oportunidad para pensar en otros caminos, mirando lo colectivo desde las posibilidades y no sólo desde los temores. La imaginación debe reinstalarse en el ethos urbanístico. Los urbanistas estamos en deuda con la sociedad, pues la visualización de otras posibilidades está también atrapada en las fauces del temor al cambio. En vez de rebelarnos a los imperativos perpetradores de formas urbanas obsoletas, estamos inmóviles por el recelo a proponer transformaciones rotundas, pero que son urgentes. Francisco Vergara