Hugo Rivera-Scott: El artista refugiado en sus laberintos
Hugo Rivera-Scott: El artista refugiado en sus laberintos S us pinturas abstractas y azules, que prácticamente no tenían contrastes, le revelaron un par de problemas. El primero, quizás poco importante: eran obras difíciles de registrar, nada fotogénicas. El segundo, al contrario, cambió el rumbo de Hugo Rivera-Scott (Viña del Mar, 1943), porque lo llevó a advertir cómo el dibujo estaba casi anulado en esas obras. Lo usaba solo como una herramienta para configurar el cuadro y diferenciar planos. Sintió entonces, a inicios de la década del 70, una urgencia por reflexionar en torno al dibujo. El que ejercía y aquel que enseñaba en la Escuela de Arquitectura que la U. de Chile tenía en Valparaíso. Con una estrategia original, a partir de entonces exploró la potencia que una línea continua --en movimiento-tiene para representar la materialidad y sustancia de una forma. "Vi dos formas de entender el dibujo. El de contorno, que sería el clásico o neoclásico, y el de conformación, responsable de que algo más aparezca", recuerda él en "Diagramas. Cuaderno paradocente", publicado en 2013. Esos ejercicios iniciales se expandieron desde su trabajo artístico de taller hasta su labor docente. Rivera-Scott, que agregó un guion entre sus apellidos para honrar la huella de su madre, explica: "Son dibujos que hago con una sola línea, que comienzan en un punto y terminan en otro. Hay luego diversas variantes y opciones. Algunos son muy rectangulares. Otros, más libres.
Pero desde su inicio son una reflexión sobre el dibujo, y su línea es como una vida que se inicia y termina". En su historia, el avance de estas exploraciones se vio interrumpido entre 1973 y 2012. Cuando volvió a Chile, tras 17 años de exilio, él ya no era el mismo, y tampoco traía la pluma con que había dibujado. No obstante, la marca que sus obras abstractas dejaron en el territorio universitario y en la historia provocó que hacia 2011 la curadora María Berríos lo animara a retomar el rumbo. Ella consiguió esa pluma descontinuada. "Apareció ese instrumento, me volví a encantar y regresé a esta serie que podría ser interminable", rememora Rivera-Scott. Desde ese momento, los "Diagramas" reaparecieron con exposiciones en el Parque Cultural de Valparaíso, galería D21, Réplica y el Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Y el artista, que se sentía un desconocido en su tierra, confirmó el impacto de su obra. Así ocurrió otra vez hace algunos días en el Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal (MAC). En la apertura de "Los trozos necesarios. Nuevos diagramas" muchos querían saludarlo. Tanto así que tardó en llegar al segundo piso, donde están sus obras. "No esperaba esa recepción, fue precioso. Diría que el 80% fueron alumnos míos. Tuve fácilmente 200 estudiantes por cada semestre. Hacía clases por acá y allá", dice, sonriendo con los ojos. Aunque jubiló de la U. de Chile, sigue haciendo clases en la U. Católica. Lleva más de 50 años siendo profesor y explorando con el volumen, la forma y el color en una obra que no da espacio para dudar: RiveraScott es absolutamente abstracto. A veces se acerca a lo conceptual. --¿ Cómo ve que se vinculan los públicos con el arte abstracto? "La obra mía no requiere de argumentaciones. Es solo para observar, no relata nada en específico. Es dibujo en sí mismo. Pero la gente necesita mucho discurso y después del conceptualismo, o con la influencia de la filosofía y el posestructuralismo, ha habido mucha argumentación de los artistas. Mucho discurso, demasiado. En algunos casos sí es interesante". --¿ En cuáles? "En el MAC, por ejemplo, estamos exponiendo en el mismo piso con Francisca Benítez. La adoro, es precioso lo que hace. Trabaja una línea antropológica. Entonces, por supuesto que aparece el discurso antropológico y pone en escena temáticas muy ricas. Quizás frente a un diagrama mío la gente dice son rayitas no más. Pero depende de cada uno, ¿no? Yo no me puedo forzar cosas o ponerme a la moda". Avanza la tarde en la casa de Rivera-Scott y él recuerda a quienes lo marcaron. Su madre artista, que fue discípula de Arturo Gordon e integró el grupo fundador de la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar; su padre, tipógrafo. Luego, sus profesores Carlos Hermosilla y Hans Soyka. Margarita Bahn y Lilo Salberg, de las que aprendió sobremanera; Juan Luis Martínez, con quien estableció una profunda amistad desde temprano ("éramos como hermanos", dice), y también Francisco Brugnoli, que lo condujo a hacer clases. La exposición de Rivera-Scott estará en el MAC hasta el 20 de abril. Reúne unos 20 diagramas, hechos a mano con tinta; seis serigrafías, que son reelaboraciones de esos ejercicios, un tapiz y dos pinturas acrílicas. Eso es en una sala, porque en la otra el artista pintó --a lo largo de casi un mes-un grupo de murales que son la extensión de los diagramas. O al revés, la raíz. Esa es la sala que, confiesa, más le interesa: "Es mi mundo interior, mi capilla, mi laberinto, mi caverna. Es un espacio para que cada uno se mire hacia adentro. A mí me parece que lo fundamental del arte es mirarse hacia adentro.
No buscar explicaciones alambicadas de no sé dónde". Hugo Rivera-Scott: El artista refugiado en sus laberintos Cinco décadas atrás desarrolló una original mecánica para dibujar, que llamó "Diagramas". Considerada emblemática, resurgió en 2012 tras un largo receso. Ahora, su autor expone nuevas obras en el MAC Parque Forestal. DANIELA SILVA ASTORGA "En Valparaíso dibujábamos mucho en los cerros. Una de las características es que hay pocas líneas horizontales, o se pierden. Esa diagonal está muy presente en mi obra. La hice mucho, pero luego uno se fatiga con la diagonal. Y me pasé al rectangular", dice Rivera-Scott. SEBASTIÁN MEJÍA La muestra en el MAC fue curada por José Tomás Fontecilla. SEBASTIÁN MEJÍA.