¿Gobernabilidad vs. representación?
¿ Gobernabilidad vs. representación? La veintena de partidos políticos que pululan en el país es, reconocidamente, un problema para la gobernabilidad (lo sabe cualquiera que haya organizado alguna vez algo en un grupo grande). Pero, a la vez, suele pensarse que la amplitud de esta oferta entrega más opciones de identificación y permite, por tanto, más representatividad, una virtud fundamental de los sistemas políticos. No obstante, esta supuesta disyuntiva entre gobernabilidad y representatividad tiene poco sustento empírico. El último estudio de Latinobarómetro preguntó a las personas por qué partido votarían si hubiera elecciones este domingo. En Chile fueron mencionados 20 partidos distintos, el récord de la región, donde el promedio fue de 10.
Es decir, la fragmentación que vemos en el Congreso está también presente en la ciudadanía. ¿Será que tenemos una competencia política vibrante? ¿ Una diversidad tal que hay un calce perfecto para cada cual? Nada de eso. La proliferación de partidos en Chile ha ido de la mano de la más baja identificación ciudadana con ellos, además de niveles escuálidos de confianza en los partidos y el Congreso. De hecho, según Latinobarómetro, solo el 22% de la población en Chile afirmó que votaría por un partido, dejándonos en el lugar 15 de 17 países. Es más, el estudio sugiere que en los países donde hay más partidos, menor es la disposición a votar por alguno de ellos.
Hay también evidencia de que papeletas más grandes aumentan los votos nulos y blancos, porque se hace muy difícil escoger (Cox y Le Foulon, 2024). En suma, la idea de que un abanico amplio de partidos favorecería la representatividad es una ilusión. Por cierto, un número demasiado bajo de partidos puede ser problemático. Pero estamos lejos de eso. Lo que se busca al atacar la fragmentación no es excluir del Congreso a grupos con ideas y programas contundentes pero minoritarios. Se busca evitar el poder de veto de proyectos políticos con poco sustento programático, que la ciudadanía apenas distingue y cuyos miembros cambian de partido por temporada. Proyectos que nacen y mueren como callampas.
Según C o p p e d g e ( 2 0 0 0 ), d e l o s 1.200 partidos políticos que existieron en once países latinoamericanos a lo largo del siglo XX, el 80% corrió solo en una sola elección y murió. Transcurrido un cuarto del siglo XXI, sospecho que esa tasa es hoy más alta. Es dudoso que en Chile existan más de veinte visiones de mundo. Es más probable que tanta alternativa liviana resulte enredosa.
No por nada, dice el mismo estudio, la mayoría del país cree que "la política es tan complicada que no se entiende". Los (pocos) partidos minoritarios pero contundentes que existen buscarán la forma de responder estratégicamente a reglas que dificulten la representación de los partidos chicos, como el famoso umbral: deberán aunar fuerzas o aliarse con otros. Los líderes solitarios, en tanto, deberán pactar y formar cuadros. Todos esos son objetivos deseables, porque la buena política es esencialmente colectiva y no un concurso de belleza. Si no hacemos nada, puede que los próximos Congresos estén aún más fragmentados. Y tal vez entonces ya no sea posible mejorar la gobernabilidad ni la representación. C O L U M N A D E O P I N I Ó N Esta supuesta disyuntiva tiene poco sustento. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog ¿ Gobernabilidad vs. representación? Por Loreto Cox.