Lo Invisible de la Cordillera
Lo Invisible de la Cordillera El poder inmaterial del Patrimonio más material Lo Invisible de la Cordillera Desde Desde China hasta Sudamérica, en la antigüedad y hoy, la cadena montañosa ese gigante macizo que se ve y convive en muchas ciudades, está formada por una infinidad de micromundos que habitan sus columnas rocosas, nunca verdaderamente dimensionadas. En sus templos de piedras convergen corrientes electromagnéticas minerales que generan una fuerza especial y, entre las culturas originarias, han sido reconocidos reconocidos como lugares de poder. El escultor Francisco Gazitúa, Premio Nacional de Artes Plásticas Plásticas 2021, lo confirma desde su taller en el cerro: “La montaña es un misterio y, como tal, no se explica, se está. Se está y se está siempre en estado de alucinación. Materia alucinada, que se levanta. Se levantó pues y nosotros estamos aquí. Cuando hablo de belleza integral, trágica, maravillosa, estoy hablando de fuerza: estoy hablando de ternura también. No hay nada más tierno que las vegas: vegas son los humedales famosos, con la cantidad de pájaros.
Cómo se mueven las gramíneas, las llaretas... y el viento”. En otro tiempo y espacio, Lao Tse coincide: “El camino hacia la iluminación es como el viaje por la montaña... Lo que marca la diferencia es el descenso, no la subida... No es la vista desde la cima lo que importa, si no la perspectiva desde donde te encuentres”. A sus discípulos, Cristo les ordena ir a la montaña. Apelando a sus fuerzas, hay mujeres que escalaron paredes de hielo para ir al encuentro de un propósito y, de paso, lograron un nuevo poder personal.
El camino de buen corazón Taru Aya Hoffmann lleva la cordada cordillerana atada a las venas: nieta de los doctores Franz y Lola Hoffmann, psiquiatra ella y él fundador del Centro de Antropología Médica; sobrina de Adriana y Alicia Hoffmann, ambas biólogas naturalistas; hija de Pancho Hoffmann, pintor y poeta, co-fundador de la Comunidad Ecológica (Peñalolén). (Peñalolén). Con esta herencia, Taru recorre desde el Licancabur (5.916 metros) en Los Andes Altiplánicos, hasta los volcanes del Kilimanjaro (5.895 metros) en Africa, y los glaciares ecuatoriales de Tanzania. Y es sobre sus propios pies que se afirma cuando va notando notando el lado invisible de la Cordillera: “Es muy potente la presencia del conocimiento ancestral en los cerros y montañas. montañas. Ahí comprobé que todo lo que se ha descubierto en la arqueología son conocimientos vivos, actuales. Todo está ahí. En las piedras Illampu, en el terraceado del Pachatusan (Pisac, Cuzco). Sin mencionar aún el tema cumbre, que es otra enorme realidad; sino en lo que hay justo antes, ese es el Todo. Esa es la matriz. En esa parte, el cerro es invisible y se la descubre sólo percibiéndola. La Cordillera es, en términos de la enorme variedad de especies, un corredor biológico que va desde la Antártica a México. Es también un reflejo del mundo en dualidades: cerros masculinos tienen su contraparte femenina. Son ecosistemas que se protegen, se acompañan y son guardianes de especies desde espacios invisibles”. Por_ Heidi Schmidlin 1 Teresa Gazitúa «Cordillera colgante» 22 x 135 cm. Piedra pizarra de Cobquecura. 2013.
Lo Invisible de la Cordillera La señera Gabriela Mistral manda Recados sobre el Andinismo (manuscritol: “La cordillera, inicial y colofón del Continente, mucho más que el mar seguirá siendo, poco a poco, la escuela de las generaciones.
Divulgado entre todas las clases, vuelto la chilenidad o la colombianidad mismas, el andinismo acabará por darnos la ficha corporal de cada mozo y de cada adulto, aplicándole al flaco, al suficiente y al mejor, la cifra floja o la digna que les corresponde.
Se nos hará evidente por calles y empresas el que tiene y el que no tiene cordillera” (https://www. bib/íotecanaciona! digital. gob. cI/bnd/623/w3-article-1 38117. html) Cuando faltan las fuerzas aparece la voluntad María Paz, Pachi, Valenzuela plantó un hito en la historia del montañismo internacional cuando el 19 mayo de 2018 hizo cumbre en los 8.848 metros del Monte Everest. Tenía 55 años y estaba convaleciente de una mastectomía total.
Pero ni las eternas horas de crampones, ni la pared de hielo, ni los 40 grados bajo cero, ni lo devastador de las quimios, inhabilitaron a esta musicóloga musicóloga y montañista, única latinoamericana sobreviviente de cáncer de mama en subir tan alto. “La montaña tiene esa magia de ir revelándose mientras te sumerges en ella. Es invisible el poder y la fuerza que ejerce, y sólo eres capaz de percibirla mientras estás en ese contacto. Es invisible, casi imperceptible la manera que tiene de ponernos frente a nosotros mismos, esa misteriosa brisa que transparenta la mirada, y recuperamos nuestra capacidad de asombro con los mínimos detalles de su geografia. Nos permite dimensionar nuestro tamaño y no perder la perspectiva de nuestra fragilidad humana.
Nos enseña a mirar desde otra esquina, regresando regresando al valle más humildes y generosos”. La maestría que otorga la perspectiva en altura Una comprensión profunda sobre la vida en las alturas llevó a la mendocina Cristina Giraud a la sierra peruana, donde hizo familia con un hijo de comuneros altoandinos, uno de los primeros guías del Camino Inca de Machu Picchu.
Ahí vivió por más de cuarenta años conectada a valles, montañas y comunidades; y luego, tras recibir su maestría en Gestión Ambiental (Centro Bartolomé de las Casas-Flacso), siguió trabajando como investigadora y capacitadora en diversidad de proyectos interculturales entre Cuzco y la Cordillera Blanca (Ancash). “Mi relación con la montaña ha sido, y es siempre, una vivencia vivencia cotidiana, de caminos, de silencios, de altos y bajos. Mi búsqueda de lo invisible de la vida me fue llevando a descubrir los lenguajes tan semejantes, aunque sutilmente matizados, para conversar con los nevados como Ausangate, Ausangate, Sa/ka ntay, o Pachatusan. Respondí al llamado del Huascaran, allá en el norte. Y entré en otra dimensión conversando con el Aconcagua.
Mis apus y acha chi/as (cerros sagrados), mis ángeles guardianes, están todos los días en mis meditaciones y oraciones, con sus nombres, sus rostros, sus voces y sus silencios”. “Un hecho clave en mi vida fue mi primera visita a Machu Picchu en 1975. Me quedé un momento sola en el Templo de las Tres Ventanas y sentí como si el tiempo se hubiera detenido. Hoy, en cada visita experimento una vivencia diferente. Un imprevisto, un mensaje; a veces alegre y feliz, pero a menudo muy duro. Siento que las montañas me van ayudando a volver visible lo invisible. Son la unión del cielo y la tierra. La Cordillera bien vivida, es siempre una escuela de sabiduría con profundas lecciones”. 1.