COLUMNAS DE OPINIÓN: La enseñanza una de las más altas poesías
COLUMNAS DE OPINIÓN: La enseñanza una de las más altas poesías Selección por Rodrigo Marcone Corporación LatíSUR3O LatíSUR3O La enseñanza una de las más altas poesías Este no es un discurso. Es una conversación de una maestra maestra casi campesina con las niñas de esta escuela, entre las cuales hay alguna suya que ama y sigue desde la montaña.
Jguien me dijo una vez: ¿ Son conodmientos estos Juegos Florales en los colegios? ¿ No fomentan más que el arte la vanidad artística? ¿ No harán de las maestras, literatas, en desmedro muy grande para los niños? Hay preguntas, y son muchas, que me dejan tan perpleja como la que me dirigiera un habitante de otro planeta. Esta es una.
Miro yo esto de la literatura femenina y del culto artístico en la maestra, como cosa tan adherida a la misión, que me desconcierta el miedo de mi interrogante. ¿Qué entiende él y qué, otros, de la literatura femenina? ¿ Qué, de enseñanza? Yo, una manera de llevar a las bocas de los niños, con la leche de las madres, el corazón mismo de ellas desecho en un verso o en un cuento infantil.
Tengo una ambición más atrevida que las feroces de las feministas inglesas, y es ésta: quiero que las niñas de mañana mañana no aprendan estrofas ni cuentos que no vengan de una mujer, y de una mujer chilena. Creo que somos capaces de darles el alma en muchas formas.
Esa alma, según la feliz expresión de Delmira Agustini, “cabe en un verso mejor que en un universo Me deja en un estupor el escándalo que hacen algunos, alrededor de la literatura femenina. ¿Tiene algo de sufragismo sufragismo una canción de cuna? Pues, esto es para mí la literatura femenil. Hasta hoy hemos dejado que las almas finas de Martínez Sierra o de Amado Nervo digan nuestras emociones, adMnándolas, adMnándolas, sorprendiendo, felizmente, algún instante de nuestra vida íntima honda. Ahora queremos hacer cantar lo nuestro.
En vez de hacer odas como la Avellaneda, muy aplaudida por los dásicos españdes, quiero que hagamos prosa y poesía del hogar, sin énfasis, con la sencillez que desgrana una oración, que es poesía sin ser literatura, es dedr, emoción, aunque no sea retórica. ¿Qué mi buen poeta dice más lo femenino que muchas poetisas mediocres? Sin duda, pero es que nosotras vamos sólo en el abecedario de la literatura que ellos cultivan desde antes de Abraham... Tengo, repito, unas inmensas ambiciones literarias, no mías, colectivas. Me entristece que la Oración por todos no haya sido escrita por una mujet siendo muchas santas muy dignas de concebirla y entregada en estrofas de Víctor Hugo. Yo no deseo que hagamos odas al Niágara, pero podemos podemos hacer parábolas bíblicas, porque las vivimos más que los hombres. Acaba de morir una mujer nuestra, F.M. Prats, maestra muy grande que jamás hizo dases y que mereció haber firmado muchos pensamientos de Emerson. El dolor de los pobres no lo ha dicho el socialismo femenino en Italia, sino Ada Negn, muy femenina y muy viril. Y expliquemos que ya es tiempo. ¿Quiere usted condenar a las mujeres chilenas a ese género inferior que es la poesía infantil?, me han dicho algunas. algunas. Y con toda la honradez de mi alma les he contestado: No infantil, tan superior que nunca me siento tan torpe que cultivándola. Tan superior que el poeta que ha hecho los versos más perfectos para los niños de América es Rubén Darío el primer poeta de habla castellana. Sus versos son La rosa niña, A Margarita Deba, 4e. Peza no dio jamás una estrofa que valga aquel fino oro lírico. La sencillez, la transparencia, la naturalidad, la melodía que hay en esos poemas son la cumbre de la poesía. En cuanto a la prosa, el cuento infantil perfecto, en autores modernos, lo ha hecho ni más ni menos que Anatole France. Le llama Abeja y pondríamos en apuros a los orfebres de la prosa en América al pedirles algo análogo: tan acabado y exquisito es aquello. No se trata pues, de un género literario inferioc Por otra parte, me duele hasta emplear este adjetivo en cosa alguna. No hay nada inferior en la tierra ni en los cielos. Hay artistas de la agricultura y de las industrias, tornería de las máquinas. Lo inferior no está sino en los propósitos torpes, en el afinador, afinador, no en la obra. Cuando yo he hecho una clase hermosa, me quedo más feliz que Miguel Ángel después del Moisés. Verdad es que mi dase se desvanedó como un celaje, pero es sólo en apariencia. Mi dase quedó como una saeta de oro atravesada en el alma siquiera de una alumna. En la vida de ella, mi clase se volverá a oír, yo lo sé. Ni el mármol es más duradero que este soplo de aliento si es puro e intenso. Otra explicación.
Dije, por ahí, femenina o viril. ¿Por qué no? Confunden lastimosamente la feminidad con la anemia espiritual. ¿Sería mujer Santa Teresa? Y ciertos versos suyos tienen más fuerza que él simún y más quemante marejada de emoción. La feminidad puede estar en la idea, no en la forma. En la naturaleza, estrofa de Dios, la dulzura es fuerte; la punta de las montañas es fina como un extremo de ala; los siglos la mellan sólo muy lentamente. El perfume de los jacintos es sutil y es intenso hasta desvanecer. Ma Negri, poeta altísima, es mujer en cada instante lírico. Es más. Perdóneseme está temeridad de feminista. Pienso que el ser que mejor recoja el dolor de las multitudes ha de ser una mujer, porque lo reconoce como madre, duplicado siente los males de su carne y la de los hijos suyos. El hombre sólo padece en la came propia. No es Juan el más dolorido al pie de la Cruz, es María, la Virgen, y Magdalena, la mundana. Yo creo, por esto, que el poeta de los humildes en Chile será mañana una mujer. Walt Whitman, cobre y llanto; nosotras lo haremos como pétalo. Esta es, repito, otra leche con que amamantaremos a los hijos nuestros y a los ajenos también. No salimos de nuestra misión; no invadimos nada. Un distinguido educadoi don Manuel J. Ortiz, tomó parte en una discusión reciente sobre la conveniencia o inconveniencia inconveniencia de que la mujer cultive la literatura. Dijo, con su acostumbrada honradez, verdades muy grandes sobre el asunto.
Cuando aseguró que a la mujer de la clase media no convenía la literatura, estuve en perfecto acuerdo con él, pero con esta observación: no le conviene si pretende hacer de ella un oficio. ¿Habría mujer en Chile que pudiera vivir de sus libros, aunque fuera un César Duayen? ¡ No, indudablemente, indudablemente, no! En Chile, la mujer que escribe, si gana menos que el más mal pagado de los hombres, esté contenta de ello, que suele pagársele con insultos.
Y como La mujer de nuestra clase media no puede permitirse el lujo de ser una eximia del trabajo; como, gracias a Dios, el 60 por ciento de estas mujeres ha de ganarse su vida, el Arte no puede acaparada; apenas si podrá entregarle dos horas de sus noches. No le di yo nunca más. Cuando se tiene madre, o hijos o hermanos hermanos a quienes llevar, sin tardanza, por la mañana, el pan de cada día, no hay derecho hacer velas de sol a sol. Y entre el hambre de la madre y la hermosura de un poema, yo, como ustedes, me quedo alimentando a aquélla, aunque sólo dé una poesía cada año. Quiero hacer marcar la distancia necesaria. Cuando se discute si una mujer necesita o no conocer la literatura universal, universal, ni siquiera superficialmente, entiendo que no se trata de las maestras. La maestra ha de ser, por sobre todo, una garantía de cultura general. Si en Ciencias Naturales ha debido debido estudiar la Botánica, la de tercer año de Humanidades no puede eximirse de saber cómo cantó Garcilaso y enseño Tolstoi. Las demás, las que no van a enseñar, exímanse si quieren; no harán con ello una traición a su propio oficio. No quiero hacer inacabable mi charla; tendrían que escuchar escuchar horas: les hablaría a ustedes de cómo siento yo que la belleza es tan educadora como la k5gica. Y estaría de más. Quien ha hecho clases lo sabe.
Sabe que la hermosura es el aliado más leal de la virtud y que al maestro más reacio a la poesía se le hace pura poesía la dase cuando explica con altura, eso sí, con toda su alma, el Sermón de la Montaña.
Porque para enseñar esto hay que tener a Cristo en el corazón, corazón, y tenerlo es ser, ser un poco frandscano o teresiano, es decir, poeta. ¿Cuál es la señal más aguda de un hombre duro de alma? Para mí, ésta: no amar. ¿Cuál es el hombre más santo? El que ama más, el que acerca la naturaleza a su boca, como otro par de labios, para entregarle su beso como vida; el que tiene más hondo el don de la simpatía por lo que vive. Un poeta verdadero es esto. El temblor de la brizna de hierba lo sacude como un viento, y el grito de dolor humano, como un huracán. La pedagogía tiene su ápice, como toda ciencia, en la belleza perfecta. Esta, la escuela, es, por sobre todo, el reino de la belleza. Este es el reino de la poesía insigne. Hasta el que no cree cantar, aquí está cantando sin saberlo. Para terminar, una humilde proposición: hagamos en 1918 más Juegos Florales netamente infantiles. Los temas serán cuentos y versos para niños. Yo procuraré con ustedes hacerlos; puede que, por fin, haga uno solo digno de una boca de niño. Quiero acabar diciendo mi Credo de Maestra, en prosa, porque se me retorcería un poco en verso: Creo en Dios, único dueño de las niñas que enseño. Creo que lo adoro y lo ofendo en ellas; que, si soy fría para estar a su lado, lo vendo como Judas en el Huerto. Creo que si gasto mis días enseñándoles, le doy gloria como en el Tabor. Creo que vierte la luz cada mañana sobre mi cabeza, para que yo las apaciente. Creo que le he robado esa luz, cuando, mal o descuidadamente, enseño. Sólo el amor es digno de abrir su boca para enseñar.
Creo en todas las maestras oscuras que nunca se harán aplaudir de las asambleas educacionales, pero que, al dormir cansadas, tal vez con hambre, siempre con el vinagre de la incomprensión en los labios, pueden tener un resplandor ancho sobre la sien que empieza marchitarse. Creo en Jesús, el pedagogo de pies desnudos, que parecia sembrador sólo para Judea y estaba sembrando para el mundo.
Mirando de hito en hito sus ojos azules, mirando fijamente, como en un éxtasis, su pecho con sangre, pegada a Él, prendida a Él, negada de todos, entendida por Él, con mi mano en la suya, con otra en la de mis niñas, pienso vivir, y enseñar y morir, y quedar debajo de la tierra con la mano extendida, en la ilusión de que sigo sembrando en la huesa, que no es más, nada más que un surco.
Creo en todos los instantes, al alba y al mediodía, sin ninguna tregua de duda, ningún éxito verdadero, desde el fracaso aparente. ¡Creo! ¡Cuánto, cuánto queda por cantar del hogar y de la escuela! escuela! Si parece que nada se ha dicho todavía, que está virgen esta cantera del alma, que la cuna y los juegos y la sala de dases no están llenas de sugestiones, que los poetas no han querido recoger por ir a vocear en la asamblea! ¡Manos de mujer, labios de mujer, para entregar esta embajada de cantos desdeñados! Textos. Obra Reunida. Gabriela Mistral. Prosa Tomo V. Ediciones Biblioteca Nacional. la Espado de Opinión;0] OBRAS COMPLETAS DE GABRIELA MISTRAL CUADERNO:.