Autoras de un legado
Autoras de un legado L legaron a Isla Negra muy jóvenes, algunas recién casadas y con hijos chicos; mujeres de campo que trabajaban cultivando hortalizas, cuidando gallinas o mariscando en la playa, mientras sus maridos se dedicaban a la carpintería. Todavía no había escuela y algunas no tenían luz ni agua en sus casas. Por eso, cuando Leonor Sobrino les ofreció una forma de ayudar al sustento familiar por medio del bordado, sus vidas cambiaron.
Hija del impulsor de esta localidad costera, Eladio Sobrino, en la década de 1960 Leonor se preocupó por el bienestar de las familias que empezaban a poblar el lugar, les enseñó desde primeros auxilios hasta cosechar almendras antes de llegar a descubrir su gran talento. "Estábamos en el Centro de Madres; la señora Leonor trató de mostrarnos varias cosas para que pudiéramos ganar plata y ayudar a nuestros maridos. Un día preguntó si alguna tenía un telar indio, yo le llevé uno y tejí una bufanda, y como encontré que había quedado fea, le bordé unas flores.
Me dijo que pensó `esta mujer es una artista, no se puede perder'". A sus 85 años, Rosa Santander recuerda con claridad los años en que ella y un grupo de 16 mujeres comenzaron a crear las telas que, junto con Pablo Neruda, hicieron famosa a Isla Negra. Leonor las guio para que dibujaran paisajes y escenas que estaban en su cabeza, y aprendieron a bordar con ella.
Solo algunas conocían la "puntada atrás", y poco a poco surgieron estas creaciones auténticas, llenas de color e imágenes del campo, el mar, de sus propios recuerdos; cada una encontró su seAutoras de un legado Desde el momento en que aprendieron a bordar, ninguna pudo alejarse de esta práctica. No solo porque con estas telas mantuvieron a sus familias, sino que también porque en ellas retrataron su entorno, su imaginario y los recuerdos de infancia. Las Bordadoras de Isla Negra han sostenido por 55 años este movimiento artístico, valorado en todo el mundo y que hoy representa a Chile en la 60 a Bienal de Arte de Venecia. Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, José Luis Rissetti Z. Las diez autoras del "Bordado Colectivo" (1972) trabajaron bajo la dirección de Leonor Sobrino; plasma las actividades productivas de Chile.
GENTILEZA GAM Parte de la colección de Isla Negra Foundation, obra de Inés y Tránsito Díaz, "Puerto y plaza de San Antonio". ISLA NEGRA FOUNDATION La casa de las lanas, donde se juntaban cada martes a recibir sus materiales entre 1966 y 1999: la foto es de inicios de los 70. ISLA NEGRA FOUNDATION REPORTAJE. Autoras de un legado Pura Ibarra borda muchas postales de Isla Negra, como la casa de Pablo Neruda: él mismo le compró compró tres obras. lb. “Yo veía de chica cómo se hacía la trilla; en mi casa había parrones. La gracia del bordado es crear escenas atractivas, a uno tiene que gustarle algo para bordarlo”, cuenta Rosa. Ella nació en Rancagua, se fue a Codegua y llegó recién casada a Isla Negra, donde crio a sus tres hijos.
“Los hombres nos decían qué se van a vender esos monos feos, pero gracias gracias a eso ganamos plata”. Rosa volvió a Codegua Codegua hace un par de años, pero sigue trabajando trabajando en sus telas como siempre: Me siento orgullosa de ser bordadora”. No era un trabajo en grupo, cada una lo hacía hacía en su casa, en sus ratos libres, entre el cuidado cuidado de los niños y otras tareas. Se juntaban los martes para recibir las lanas, luego formaron formaron una cooperativa y con el 10% de las ganancias ganancias las compraban, así como el osnaburgo que reemplazó a los sacos harineros. Narcisa Catalán fue su presidenta y tesorera, y con más de 90 años sigue bordando; según dice, el sistema se mantuvo hasta 1999, cuando Leonor Leonor no pudo continuar guiándolas. Después de eso se dispersaron, unas pocas están agrupadas agrupadas y organizadas hay nuevas generaciones que bordan y otras lo hacen por su cuenta. Gracias a esto tengo mi casa.
Cuando llegamos llegamos a Isla Negra no teníamos nada, así que junté para comprar un terreno y mi hijo pudo entrar a la Fuerza Aérea, ahora es suboficial, cómo no voy a estar contenta dice Purísima Ibarra (Pura), otra de las fundadoras del grupo, grupo, que a sus gi años y sin anteojos, borda todos todos los días. “Los turistas llegaban a mi casa y se llevaban de hasta ocho telas”. Ahora vende todavía a quienes tocan a su puerta. La perfección y pulcritud de sus creaciones es única, tanto por el derecho como por el revés. revés. “Me gusta hacer bien las cosas desde un principio”. Por eso, Pura fue una de las mujeres elegidas para hacer el gran “Bordado Colectivo” Colectivo” que les encargaron para la Unctad III en 1972.
Ella plasmó los trigales y alamedas de Graneros, su pueblo natal; Edulia Pérez y Tránsito Tránsito Díaz Álvarez, la siega y la trilla; Adelaida Díaz bordó rosas y flores; Adela Ayala, el hogar; Inés y Tránsito Díaz Espinoza, una central hidroeléctrica; hidroeléctrica; Elsa Araya, el campamento SeweII; su hermana Rosa Inés Ibarra, lavendimia, y Rosa Santander, el mar y la caleta de Isla Negra. La historia de ese bordado es conocida: desapareció desapareció en 1973 tal como las otras piezas artísticas artísticas del edificio, y en 2019 apareció cortado en cuatro partes. Después de su restauración, en 2022 volvió al GAM y hoy se exhibe en la Bienal de Arte de Venecia gracias a la invitación del curador Adriano Pedrosa.
“Sentimos mucho mucho cuando se perdió, pensamos que se había quemado, fue una pena también verlo en pedazos, pedazos, pero ahora quedó bien”, dice Rosa Inés Ibarra, quien pudo verlo y despedirse del textil en Isla Negra antes de que este partiera a Italia. Conscientes del tesoro que constituye la obra de estas bordadoras, la Isla Negra Foundation Foundation resguarda 44 piezas elaboradas entre 1969 y 1999, curatoriadas por Leonor Sobrino.
“El fin es la puesta en valor de la colección, su conservación, conservación, exhibición y apoyo a la autoría”, explica Luz Marmentini, directora de la exposición “Bordar “Bordar el Desborde” (MNBA, 2019) y del proyecto del libro Bordadoras de Isla Negra que se lanza este segundo semestre (islanegra. org). VD : “ 3 Pura Ibarra ha bordado 1.500 telas en estos 55 años; demora tres meses en cada una. En sus paisajes rurales, Rosa Inés Ibarra siempre ponía patos y un árbol seco. A Rosa Santander le gusta el tema del mar, también se inspira en el campo y su familia. “Sin el bordado no soy nada, es una terapia”, dice Rosa Santander. :,4Lr.