"Como me dijo Matta: «No esperes nada de Chile»"
"Como me dijo Matta: «No esperes nada de Chile»" JUAN CARLOS ALTAMIRANO, CINEASTA D escendiente de una familia de gran riqueza, Carlos Altamirano Orrego fue, durante muchos años, una figura clave y polémica del socialismo chileno.
Senador, secretario general del PS en tiempos de la Unidad Popular, fue acusado de radicalizar el proceso político --que terminó con el golpe de Estado-adoptando la consigna "avanzar sin transar". Vivió 18 años en el exilio y a su regreso, optó por el retiro. Se instaló en una parcela en La Florida, dio algunas entrevistas y se mantuvo al margen de la discusión política durante la transición. Murió en 2019, con 96 años, tres meses antes del estallido social. Su hijo, Juan Carlos Altamirano, sociólogo, cineasta y exejecutivo de TVN, ha dedicado más de dos décadas en retratar esa figura.
El resultado es «Maten a Altamirano», un documental de 93 minutos, disponible en YouTube, que busca reconstruir a su progenitor desde una perspectiva íntima y polifacética; mostrando al hombre de su tiempo, al padre ausente, al abuelo cariñoso, al político inflexible y al exiliado reflexivo, a través de distintos registros inéditos, entrevistas, archivos de prensa y fragmentos de películas familiares.
Juan Carlos cuenta que, desde niño tuvo interés en las imágenes y que, siendo apenas un mocoso, colaboró con su abuelo paterno en la edición de películas familiares, y que, más tarde, en Inglaterra, se dedicó a la fotografía y al video con la intención de documentar su entorno inmediato. Dice que el verdadero punto de inflexión en su vida como cineasta llegó el año 2000. Trabajaba en TVN cuando la BBC lo invitó a sumarse a la transmisión global del cambio de milenio. Fue en ese momento que entendió la necesidad de dejar un registro.
Y no encontró mejor forma de hacerlo que apuntando la cámara hacia su propio padre, pidiéndole que hablara de su compromiso político, de su papel en la Unidad Popular, del exilio y de la renovación socialista. "A veces la retórica te traiciona" --¿ Qué valores rescatarías de tu padre como político? --Lo que más valoro de él es su sentido de la justicia y su integridad moral. Era una persona recta, que creía en la honradez, en la honorabilidad, y que actuaba según principios éticos firmes. Si algo era legal, pero no era correcto, no se hacía. Nunca se le pudo acusar de corrupción ni de estafas.
Su decisión de ir contra su propia clase social y adoptar la utopía socialista, incluso a costa de su propia vida, porque no lo mataron de milagro, son señales de una persona íntegra, más allá de los errores políticos. --¿ Por qué piensas que tu padre decidió no meterse en la política contingente cuando volvió a Chile durante la transición? --Podría haberse vuelto a meter en la política y seguramente habría sido elegido senador, como ya lo había sido antes, pero renunció a eso porque entendía que su figura era un elemento disociador en un momento en que el país necesitaba unidad. Esa capacidad de dar un paso al costado, me parece muy valiosa. Además, impulsó la renovación del Partido Socialista y allanó el camino a la Concertación.
Juan Carlos Altamirano recuerda que durante su exilio en Alemania Oriental, vio como su padre era tratado casi como un jefe de Estado: vivía en una casona, con chofer, pasajes y todas las comodidades de un jerarca comunista.
Sin embargo, cuando surgieron las contradicciones internas, sobre el financiamiento, las órdenes soviéticas y el rumbo político, el líder socialista optó por irse a vivir a París, donde lo recibió Mitterrand. "Mi padre no era comunista, y cuando quedó claro que se iban a seguir los dictámenes soviéticos, se produjo el quiebre. Mientras el Partido Socialista siguió en esa órbita, él renunció a todo eso.
Pudo haberse quedado allá, con todas las comodidades, como un príncipe, pero eligió otra cosa". Juan Carlos Altamirano: "Como me dijo Matta: «No esperes nada de Chile»" El cineasta y sociólogo estrenó hace poco «Maten a Altamirano», un documental íntimo sobre su padre, el exsecretario general del PS Carlos Altamirano. "Con él no quedaron cuentas pendientes. Las personas son como son y no como uno quiere que sean". F O T OGR AFIA : CL A UDIO COR TE S V. Daniel Rozas. "Como me dijo Matta: «No esperes nada de Chile»" --¿ Qué conclusiones nuevas sacaste con esta película? --Que, a veces, la retórica te traiciona. Los discursos pueden tener un efecto salvaje. En esa época, las propias masas, tanto de izquierda como de derecha, empujaban a los dirigentes a ir más allá, a tomar territorios, a actuar con más dureza. Y como siempre ocurre, después nadie se hizo cargo. La misma gente que gritaba "¡ Altamirano! " luego se desentendió, como si nada hubiera pasado. Pero cada chileno que levantó el puño, que gritó, que agitó el sable, tiene su responsabilidad ética. Y ahí volvemos al valor de quienes asumieron responsabilidades. --A tu padre siempre se le criticó venir de la élite. El mismo dice en el documental que es visto como un pije botado a revolucionario. --Siempre se le criticó que era de clase alta, y que apostó por una revolución.
Como si no se pudiera ser parte de la élite y, al mismo tiempo, estar dispuesto a renunciar a todo por una causa. --¿ Piensas que Gabriel Boric o Gonzalo Winter, al venir de sectores acomodados, promueven cambios sin medir su impacto real en los demás? --Las personas no son idiotas. No se puede pensar que el pueblo es ignorante. Nuestro país ha demostrado en los últimos plebiscitos que tiene mucho sentido común. Es un país que busca los consensos. Ahora, también es cierto que existe esta cosa bipolar.
De pronto aparecen obsesiones por el cambio, ya sea hacia un lado o hacia otro, pero cuando esos cambios empiezan a concretarse, cuando lo que la misma gente impulsó comienza a ocurrir, entonces ahí se echan para atrás. "Nunca fui político, no me interesó ese camino" --Cómo vivió tu padre el peso de las muertes que acompañaron al proyecto político en el que creyó? ¿ Sintió responsabilidad como lo sostiene en el libro de conversaciones con Patricia Politzer? --Y no solo en ese libro, en otros también. Por supuesto, él asume esa responsabilidad y eso le pesaba en la conciencia. A él y a muchos compañeros socialistas. Imagínate, que a tus amigos los maten uno a uno. Es inevitable que eso te deje un sentido de responsabilidad muy profundo. Hay que ser valiente para decir "me equivoqué". --En el documental aparece tu padre con una presencia muy solemne. Tú, en cambio, sales desgarbado. ¿Cuánto hay ahí de diferencia generacional? --Mi padre era una persona extremadamente contenida. Reservado, formal. Yo soy más disperso, más espontáneo. Nuestra relación estuvo siempre marcada por esas diferencias. --¿ Cómo influyó la búsqueda espiritual en tu trayectoria personal? --Nunca fui político, no me interesó ese camino. Yo era muy místico. Practicaba yoga en los años setenta, cuando nadie lo hacía. Detrás de la Universidad Católica había un centro de yoga, y ahí iba. Luego vino todo lo oriental: el mindfulness, el budismo, la meditación. Yo creía y sigo creyendo que la única revolución posible es la de la conciencia. Por eso, el cambio debía comenzar por dentro: un cambio ético, moral, basado en valores reales como la compasión, la paz, el amor. Porque sin esa transformación interior, no es posible construir una sociedad justa. --¿ El quiebre cultural con tu padre se acentúa cuando pasas de Londres a Cuba? --Londres estaba en el centro de todo. Pink Floyd, David Bowie, «Blow-Up»; era un florecimiento cultural salvaje. Luego vino el golpe y me fui a Cuba. Fue un choque brutal. Una sociedad no consumista, donde no había tiendas, donde lo importante era la solidaridad. Pero también era autoritaria. Y para alguien como yo, que venía con esta veta espiritual y cristiana, había un conflicto difícil de resolver. Lo que más me impactó fue ver llegar a los chilenos exiliados. Gente con historias terribles. --¿ En el documental cuentas que te tocó conocer a Beatriz (Tati) Allende en La Habana? --Y la Tati fue muy maternal conmigo, muy buena persona, pero se terminó suicidando. También conocí al cineasta Santiago Álvarez y a varios documentalistas importantes. Pero me enfermé. Me llené de alergias, me rascaba tanto que me sangraba la piel. Terminé hospitalizado. Y ahí, en el cajón de la pieza, encontré un librito de Pascal. Fue una revelación. Pascal decía que Dios está en uno mismo, en la naturaleza. Me hizo mucho sentido. Eso fue un renacer espiritual para mí. --Bueno, tú muestras a tu padre varias veces en medio de la naturaleza. --Es que era su lugar. El campo, el lago, los cerros. Yo también heredé eso. Grabamos en Portillo, en el sur, en la playa. Y mis hijos estaban ahí, así que naturalmente quedaron en el documental. Era imposible narrar mi historia o la de él sin ellos. El resultado fue un documental muy autobiográfico. --¿ Cómo fue la relación con tu padre en esos últimos años? ¿ Lo echas de menos? --Murió a los 96, fue una muerte natural. Hubo tiempo para todo. No quedaron cuentas pendientes. Yo acepto las limitaciones de cada persona. Las personas son como son y no como uno quiere que sean, y eso hay que aceptarlo. Claro que lo echo de menos. Pero te voy a decir algo: echo mucho más de menos a mi mamá (Silvia Celis). Era fantástica. De ella podría hablarte tres horas. --¿ Qué tipo de diálogo mantienes hoy con la figura de tu padre? --Yo creo que como cualquier hijo o hija que ha perdido a su padre. Es una cuestión paternal no más. No hay grandes elucubraciones. Murió muy viejo, así que era la hora. Es diferente cuando se te muere un padre joven o tú eres joven. Hubo tiempo para conversar todo. --¿ Qué significó ser el hijo de Altamirano? --Fue una marca desde siempre. Mi padre fue subsecretario a los 29, luego diputado, senador. Siempre fui "el hijo de". Y después del golpe, eso se volvió más complejo. Por eso mi camino fue otro. Me interesaba marcar mi identidad, lo espiritual, lo audiovisual. Hoy estoy en Zapallar, tranquilo. Y eso también está en la película. "Aquí todo se mira con sospecha" --¿ Cómo ha sido la recepción del documental en el extranjero? --Afuera ha sido buenísima. En Ámsterdam, por ejemplo, valoraron mucho la mezcla de registros: documental histórico, biográfico, cine doméstico. En Chile cuesta más. Hay prejuicios. La auto realización desconcierta. Aquí todo se mira con sospecha. Pero bueno, como me dijo alguna vez Roberto Matta: "No esperes nada de Chile". --¿ Por qué cuesta contar historias personales de la clase alta en Chile? --Por clasismo, por miedo al juicio. Pero hay que hacerlo. Porque cuando haces algo autobiográfico, se mezcla todo: lo doméstico, lo espiritual, lo político.
Es algo que, si bien no es nuevo y se ha hecho muchas veces, sigue siendo valorado: a través de la historia de una familia o de un personaje, logras recorrer también la historia de un país o de una época. Aquí parece un lujo. --¿ El clasismo chileno es más fuerte que en otros países? --Los ingleses son clasistas, pero no es el clasismo chileno. Allá, por ejemplo, el movimiento obrero laborista tenía orgullo de clase, y no había ese odio hacia la clase alta, la aristocracia o la nobleza, tampoco al revés. Incluso en las guerras, la aristocracia partía a pelear y morían igual. Es un país que funciona sin esa desconfianza horrorosa entre clases. En cambio, acá hubo muchas matanzas, desde la Escuela Santa María de Iquique hasta el 11 de septiembre, y eso dejó un resentimiento profundo.
Lamentablemente, en Chile la República se construyó de forma violenta contra el pueblo. --¿ Y cómo crees que eso afecta hoy a la sociedad chilena? --Eso genera resentimientos mutuos difíciles de trascender. --¿ Y el estallido de 2019? ¿ Te sorprendió? --Para nada. Lo dije muchas veces. Esto iba a reventar. La derecha con su modelo cerrado, la Concertación por no haber hecho los cambios a tiempo. Muchos de los jóvenes que salieron a protestar estudiaron gracias a la Concertación, pero nadie lo reconocía. Y el nivel de violencia fue feroz. Nunca vi algo así. Ni en la UP. Mi padre fue subsecretario a los 29, luego diputado, senador. Siempre fui `el hijo de'. Y después del golpe, eso se volvió más complejo. Por eso mi camino fue otro". Siempre se le criticó a mi padre que era de clase alta, y que apostó por la revolución. Como si no se pudiera ser parte de la élite y, al mismo tiempo, estar dispuesto a renunciar a todo por una causa"..