Hablemos de la vida, mejor
Hablemos de la vida, mejor RAÚL CAAMAÑO MATAMALA, PROFESOR UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TEMUCO Hablemos de la vida, mejor Demos un giro, sí, hagámoslo, ya es hora. Hablemos de la vida, mejor.
Tanto, tanto que se habla de los avatares de la vida, de las vicisitudes vicisitudes de la misma, pero de la vida, de su esencia, poco, casi nada. ¿Qué es la vida? ¿ Qué le da sentido? De su origen origen neto podemos sentar varios apuntes, empero esta vez querría más hablar de su desarrollo, del andar por la vida. ¡Qué mejor que imaginar que la vida es un paseo! paseo! Y que este tránsito sea además placentero, agradable, satisfactorio. Sí, hablemos de la vida, aunque sea jaloneada por incidencias, por peripecias peripecias impensadas, no soñadas.
Ahora, la vida no la queremos inventar, no queremos crearla, hacerla idílica, pero sí que la queremos o la hemos querido entretenida, al menos. ¿Cómo podemos revertir los malos pasos de la vida en este último tiempo? Meditar acerca de ella es un buen paso, un paso necesario, el primero. primero. Reflexionar acerca de sus intrincados y recónditos “hoyos negros”. ¿Cómo cuáles? Se me ocurre que pensar en las palabras, las dichas y las no dichas, o las mal dichas, es una buena primera primera estación. Otra instancia de reflexión es la verdad, aquella que se equilibra entre dos “verdades”, “verdades”, pues una sola no hay. Luego, otra instancia de meditación es acerca de la voluntad, esa en la que no siempre ponemos empeño, ya que la abandonamos, y por ende, nos abandonamos. A continuación, nada malo sería reflexionar acerca acerca de la gratitud, la que no prodigamos cuantas veces ha sido más que necesario decirla verbal y no verbalmente. Luego, transitamos hacia el implacable implacable tiempo, que no pocas veces malgastamos en nimiedades, en trivialidades; detenerlo, no podemos, podemos, pero usarlo bien, sí. Próxima estación, el perdón, aquel que negamos cuanto más necesario es para la construcción de esta aldea común. Y la última en mencionar esta vez, la inteligencia, tan consustancial a la especie homo sapiens y que no pocas veces pareciéramos desmentir con nuestras necedades, disparates, o vaguedades. Si nos aplicáramos un poco, o más que un poco, to-dos, estoy seguro de que nuestro pasear por la vida sería diferente. Sin embargo, unos se empecinan empecinan en mostrarnos demasiado a menudo cuán poco aplicados son, cuán poco les interesa y que más bien reman en sentido contrario.
Hablar de la vida significa ocuparnos de ella, de hacer bien con ella, de hacer el bien con los demás, del trato cordial, que es ni más ni menos que abrir nuestro corazón y conectarlo con el corazón corazón de nuestro prójimo. Hablar de la vida es quererla para sí, para todos, todos, y bien. Hacer nuestros mejores esfuerzos personales de extender la vida al otro, la vida buena, agrego. En este tránsito cometemos errores, errores, no hay duda. Sin embargo, advirtiéndolos, innovemos, corrijamos el andar y volvamos a tomarnos tomarnos de la mano. Hablar de la vida es dar testimonio de ella, ser constructores de ella. Ruego a Dios porque esta no sea una asignatura pendiente, y estemos atentos atentos a nuevos andares, a corregir los pasos, y dar nuevos mejores ejemplos..