Turista nacional: “Yo sé que todo estará bien. esto va lo vivimos en Chile?”
Turista nacional: “Yo sé que todo estará bien. esto va lo vivimos en Chile?” Cristina, que había ido a España a celebrar su cumpleaños, quedó varada en Barcelona Turista nacional: "Yo sé que todo estará bien, esto ya lo vi Españoles sufrieron una incertidumbre interminable sin saber qué hacer para realizar sus actividades cotidianas. Ignacio MOLINA : ciudad se apagó de golpe, como : ciudad se apagó de golpe, como si alguien hubiera bajado el interruptor del mundo. A las 12: 33, los trenes chirriaron hasta detenerse, los semáforos quedaron muertos en sus esquinas y los comercios empezaron a bajar sus cortinas.
Barcelona dejó de ser la ciudad que Cristina había soñado recorrer. "Se cortó la luz, igual que en Chile", dijo Cristina, sentada en un banco de Plaza Catalunya, mirando a su alrededor como quien busca una salida en medio del derrumbe. Había salido esa mañana de su hotel, con la ligereza del turista que todavía cree que todo está bajo control. Tomó el Ferrocarril de la Generalitat de Catalunya, recorrió las calles hasta la catedral, caminó sin apuro por el barrio gótico. Iba en dirección al Parque de la Ciudadela cuando escuchó los primeros rumores. Un apagón. No solo en Barcelona, también en toda España, Portugal y Andorra. Cristina trató de entender. Se detuvo. Buscó una señal, alguna orientación en su teléfono, pero la red había caído. No había trenes, tampoco autobuses. Ni siquiera Uber. Sin internet, la ciudad retrocedió 20 años en segundos. "No sé cómo volveré al hotel", explicó, con la voz cargada de ese cansancio rápido que se instala cuando el mundo deja de funcionar. Cerca de ella, la Barca Official Store y Zara cerraban a medio apuro, entre preguntas de clientes y empleados que tampoco sabían si regresarían a casa esa noche. A su alrededor, decenas de turistas vagaban confundidos, preguntando sin respuesta, atrapados en un idioma o una ciudad que, de pronto, se había vuelto hostil. Cristina eligió quedarse quieta. Esperó en Plaza Catalunya, el mismo lugar donde otros, igual de perdidos, se reunían como si allí la espera doliera menos. "Estoy esperando acá sentada hasta que den la energía", dijo. Aprovechó el rato para caminar hacia el mar, luego hasta el Palau de la Música, buscando aprovechar la jornada que se escurría entre la incertidumbre y la falta de certezas. En el aeropuerto de El Prat, el caos también había llegado. Los turistas sin información.
Cristina pensó en EFE EFE O. vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? vimos en Chile"? Atrapados, sin poder salir o entrar de Barcelona, se encontraban este lunes miles de personas. de la Computación en la Universitat Autónoma de Barcelona, se encontró atrapado entre la falta de previsión y una realidad que no había considerado posible. "Hace unas semanas, vi una alerta de la Unión Europea sobre la necesidad de estar preparados para desastres, guardar comida para tres días y tener efectivo", contó. "Pero no lo tomé en cuenta.
Pensé que en Europa todo era estable". Ahora, con los mercados cerrados o funcionando solo en efectivo, y sin un solo billete en el bolsillo, Malik entendía lo que signiMalik entendía lo que signiMalik entendía lo que signiAunque muchos tenían baterías, otros tantos se acomodaron con puras velas. puras velas. su próximo destino: Bilbao, donde planeaba celebrar su cumpleaños la próxima semana. Ahora ya no sabía si podría llegar.
Tampoco sabía si podría regresar a Chile si el apagón continuaba. "Yo sé que todo estará bien, esto ya lo vivimos en Chile", afirmó, con una mezcla de resignación y esperanza que solo entiende quien ha visto a un país entero apagarse y volver a encenderse. Las autoridades todavía investigaban el origen del apagón. La Red Eléctrica Española informó que una caída abrupta en la demanda había provocado la desconexión automática de varias infraestructuras críticas. En las calles, el efecto era simple: una ciudad paralizada, una multitud de personas buscando respuestas. Cristina cruzó los brazos sobre la cartera, como si se preparara para una larga espera. No preguntó más. Barcelona, con Las Ramblas repletas de turistas confundidos, se había vuelto un escenario aún más caotico. Y ella, sentada allí, lejos de Chile, pero a la vez cerca al haber vivido algo similar. El estudiante En otros rincones, la historia se repetía con matices propios. Malik, un estudiante de máster en Ciencias ficaba quedarse realmente expuesto. "Fui al mercado, pero no aceptan tarjetas, solo efectivo, y yo no tengo", explicó. Su día, como el de tantos otros, se desarmó rápido.
No solo no podía comprar alimentos, tampoco podía seguir con sus estudios: tenía exámenes y proyectos por entregar la próxima semana, pero sin internet ni forma de cargar el teléfono o el notebook, no sabía cómo cumplir con esas obligaciones. "Mi batería está a punto de morir, y no sé cómo voy a conectarme o comunicarme con mis familiares afuera", dijo. Desde las habitaciones del Hotel Exe Campus hasta las salas silenciosas de la UAB, la sensación era parecida: impotencia. Malik, como Tlias y Cristina, había confiado en que Europa era un lugar inmune a este tipo de crisis.
Ahora, atrapado entre dispositivos muertos y mercados que ya no aceptaban tarjetas, descubría que la estabilidad también podía desaparecer de un momento a otro. "Siempre llevo comida, baterías externas, estoy preparado" No todos enfrentaban el apagón con la misma incertidumbre. llias Nikezis, que se alojaba en el Hotel Exe Campus en Bellaterra, mantenía la calma. "Estoy acostumbrado a este tipo de situaciones", dijo. llias, con formación militar, es profesor en la Universidad Aristóteles de Salónica, en Grecia.
Su plan para el día era bajar a Barcelona, a unos 20 kilómetros de Bellaterra, para comprar camisetas del Barca para sus hijos, que juegan fútbol en su país y celebraban que el club catalán había ganado la copa. Bellaterra, sede de la Universitat Autónoma de Barcelona, parecía un refugio alejado del centro, pero no ofrecía soluciones. Con los trenes parados y sin transporte, el trayecto hacia la ciudad se volvió imposible. "Estoy tranquilo porque siempre llevo comida, baterías externas, estoy preparado", explicó llias, sin dramatismo. Acostumbrado a trabajar en condiciones adversas, su problema no era la falta de luz, sino la falta de comunicación. "No puedo hablar fácilmente con mi familia, ni con mi trabajo en Grecia. Y tampoco puedo disfrutar de estar en Barcelona", dijo, resignado a pasar otro día encerrado en el hotel..