“CREO QUE NADIE JUGARÍA UN CENTAVO a la suerte del Poder Judicial en Chile”
“CREO QUE NADIE JUGARÍA UN CENTAVO a la suerte del Poder Judicial en Chile” manos", porque era una forma de que, si yo tengo 10 candidatos, los 10 se entrevisten con el que va a resolver. Y eso funcionaba.
La demostración es que había excelentes ministros. --¿ Cuándo empezó a fallar? --Van a decir que lo que pasa es que el gobierno militar hizo y deshizo... ¡mentiras! Una de las carteras que menos movimiento tuvo fue precisamente la de Justicia. Hugo Rosende era un hombre tradicionalista y se respetó siempre a los ministros de la Corte Suprema y se nombró siempre pensando quién era el mejor.
Pero las cosas se van deteriorando paulatinamente, y empezó a designarse gente por razones de orden político fundamentalmente. --Otra área que lo preocupa es la educación. ¿Cómo ve hoy día la situación de su alma mater, la Universidad de Chile? --Dramático --responde. Para Rodríguez, el tema toca fibras personales. Fue por décadas académico en la Facultad de Derecho, incluso más de una vez elegido por los alumnos como el mejor profesor. Hasta que en 1997 postuló al decanato. La proyectada elección lo enfrentaría a Gonzalo Figueroa y los pronósticos lo indicaban como favorito. Se inició entonces un movimiento estudiantil para impedir su llegada al cargo. "Se tomaron la facultad porque no querían que yo fuera decano.
Y yo consideré que eso significaba decirme que hay dos tipos de profesores, los que pueden ser decano y los que "Tengo muy buena opinión de uno o dos ministros de la Corte Suprema, y muy mala de los demás". "Se tomaron la facultad porque no querían que yo fuera decano... Eso significaba decir que había dos tipos de profesores... Me fui". Son muchas las vidas que convergen en Pablo Rodríguez. Está la más polémica, su rol como fundador de Patria y Libertad y opositor enconado a la Unidad Popular. Pero también está su trayectoria como abogado prestigioso, considerado uno de los mejores civilistas del país. O la de académico. Ello, sin olvidar al ideólogo nacionalista que no logró permear de sus ideas al régimen militar.
A los 86 años, sentado en el living de su casa --de estilo colonial chileno--, Rodríguez no tiene problemas en volver sobre episodios que son ya parte de la historia. "No me podía quedar con los brazos cruzados", dice, por ejemplo, a propósito de su papel en la UP. "Yo le atribuyo una importancia trascendental al hecho de habernos liberado del totalitarismo marxista". Pero no solo sus juicios sobre el pasado son categóricos.
También su mirada del presente que cada tanto expresa en columnas, donde insiste en cuestionar un modelo político sustentado en la representación a través de partidos. --¿ Hay una cierta frustración respecto de ideas por las que usted siempre ha luchado y que nunca se impusieron? --Hay una frustración no chica, grande, porque se luchó por una cosa que yo creía que podía modificarse, plantearse o replantearse, y se hizo mal --no duda en responder. Para Rodríguez, "Chile está en una encrucijada muy difícil de superar. Muy difícil. ¿Y por qué? Porque el instrumental que tenemos es un instrumental desgastado". Y se explaya: "En Chile hay tres grandes problemas que tendrán que resolverse o nos va a costar muy caro. En primer lugar, hay una crisis generacional complicadísima. Y se acentúa con un segundo problema, que es una revolución tecnológica que ha cambiado la mente de la gente. Y, frente a eso, finalmente tenemos una estructura anquilosada, que ha detenido y ha frenado al país. Estos son tres grandes problemas políticos. Y no los van a enfrentar exitosamente los partidos, porque no son capaces de salir al encuentro de ellos. Y los que han salido al encuentro lo han hecho pésimo". --¿ Y qué queda entonces? --Queda entonces ese vacío que yo veía en 1970. Ese vacío y esa duda que me asalta: si van a ser capaces los políticos de confrontar una época como la que viene.
Una época difícil, que estamos viendo los signos, por ejemplo, en lo que pasa en vivienda, en salud, en seguridad ciudadana. ¿Dónde está la solución?... Aquí sacamos tantos miles de millones de dólares, ¿pero para qué? ¿ Para entregarlos en bonos? ¿ Y esos bonos, para qué? Para conquistar políticamente al elector y hacerse del poder. --¿ Sigue pensando que alguna forma de representación más corporativa puede dar una solución? --No me cabe duda. Lo único cierto en Chile es la capacidad que tenemos de adecuarnos económica y políticamente a las circunstancias. Pero hay circunstancias y circunstancias. Resolvimos el problema respecto a la corriente marxista, pero hoy día el mundo es otra cosa. Si salgo con un cartel a sostener la viabilidad de cualquiera de estas instituciones del 1900 que tenemos, vamos a hacer el ridículo. Las grandes soluciones no vienen de los partidos. --¿ Puede haber democracia sin partidos? --No, pero los partidos políticos no en todas las democracias son lo mismo.
Yo tengo un libro que se llama "El mito de la democracia en Chile", en que me di el trabajo de ver, históricamente, cómo se iban comportando los partidos y cuál era la forma que tenían de encarar los problemas.
Y es para llorar a gritos. --¿ Y qué pasa con otra institución que usted conoce bien, el Poder Judicial? --Desgraciadamente el Poder Judicial, que era un bastión de algunos derechos fundamentales, tampoco es hoy día así, porque se creó un sistema para que los jueces tuvieran una posición y una perspectiva política. Eso se llamó Academia Judicial, que significó llevar a personas de reconocida posición política a hacerles clases a los jueces. A mí no me vengan a contar cuentos.
Lo he visto. --La Corte Suprema hoy está enfrentando una crisis. ¿Cómo la ve usted? --Tengo muy buena opinión de uno o dos ministros de la Corte Suprema, y muy mala de los demás. --¿ Así de drástico? --Muy mala opinión. Creo que nadie jugaría un centavo a la suerte del Poder Judicial en Chile.
No había visto, como ahora, que las querellas criminales fueran contra los jueces porque los jueces cometen delitos como el abuso sexual o cosas por el estilo. ¡Pero por favor! Los mismos jueces tienen un gran respeto por su pasado, pero no por su presente. Yo era bastante cercano al ministro (Enrique) Correa Labra, un tipo de una corrección extraordinaria.
Me decía, Pablo, si en realidad debían darle a uno el desahucio cuando entra al Poder Judicial, porque son tantos los padecimientos que se pasan por falta de recursos, que la función judicial va a quedar reservada para los peores.
Dicho y hecho. --¿ Qué le parece esta polémica que hoy día estamos teniendo por los nombramientos? --En el pasado, los ministros de la Corte Suprema efectivamente eran visitados por los candidatos que querían ser después ministros de corte. Yo le puse el pseudónimo del "besano pueden ser decano porque políticamente no me gustan. Entonces yo dije, me voy de la universidad. Y me fui y cooperé con la Universidad del Desarrollo, que estaba recién naciendo. Y me llevé la sorpresa de que había muchas más posibilidades de progresar en la U. del Desarrollo que en la U. de Chile. Porque en la U. de Chile ustedes conocen toda la cantidad de barbaridades que ocurren". --¿ Se ha acordado de eso, a propósito de los problemas que hoy vive la Chile? --Sí, claro. Y ahí tengo los libros. Encontré muy bueno el de Jocelyn Holt.
Y después me regalaron, ayer o antes de ayer, "El patio del poder" (de Renato Garín). Es mi universidad, es mi facultad, que se transformó de la noche a la mañana como en un espejo de lo que estaba pasando políticamente en el país. Esa cancelación que pesó sobre Rodríguez remitía directamente a la etapa más controvertida de su vida, su papel en Patria y Libertad. Una historia que partió la noche del 4 de septiembre de 1970, luego de que Salvador Allende obtuviera la primera mayoría relativa en la elección presidencial.
Al término de esa jornada, Rodríguez, que había participado en la campaña de Jorge Alessandri, se encontraba reunido con otros miembros del comando. "Llegó Jorge Ovalle mandado por Enrique Ortúzar para pedirme que yo fuera con él a un foro que había en el Canal 13, y que era fundamental porque la gente estaba muy inquieta.
Entonces yo dije, conforme, voy encantado, y con Jorge Ovalle, que era mi amigo, con más razón". Al final, Ovalle no participó, "así que me encontré con tres senadores y políticos de la Democracia Cristiana, tres de la Unidad Popular y yo solo.
No me quedó más que poner la cara y decir: aquí lo peleamos". El planteamiento de Rodríguez fue que Allende no era Presidente electo, pues lo que disponía la Constitución era que, al no haber conseguido ningún candidato la mayoría absoluta, correspondía al Congreso Pleno elegir. "Me llevé todos los insultos.
Pero se cumplió con el deber que teníamos de decirle a la gente: no se ha muerto todo". Días después se formaría el Movimiento Cívico Patria y Libertad, que buscaba evitar que los parlamentarios democratacristianos le dieran el paso a Allende.
Fracasado ese objetivo, se disolvieron, para luego, en 1971, reaparecer como Frente Nacionalista Patria y Libertad, en un acto que tuvo entre sus oradores a Jaime Guzmán y al propio Rodríguez como líder. --¿ Cómo mira hoy a Patria y Libertad? --Un grupo de valientes que dijeron no hay que entregarse. En Patria y Libertad había, como lo he explicado muchas veces, dos tipos de militantes. Uno que era el militante ideológico, que lo único que quería era botar a Allende al precio que fuera. Y había otro grupo de gente que estaba en la posición de decir no, hagamos las cosas de otra manera, hagamos una oposición razonable. O sea que yo siempre me debatía entre estas dos corrientes, que eran terminantes. Y logramos, lo que es muy valioso para mí, que el grupo de gente que estaba dispuesta a llegar a cualquier extremo se apaciguara.
Patria y Libertad se transformó en un movimiento ideológico porque también planteaba un rescate de valores fundamentales. --Pero hubo un grupo que se atribuyó acciones de sabotaje, atentados. --No es que se atribuyó, sino que lo hicieron. Porque del grupo de militantes que estaba a la cabeza de este asunto, que eran los violentistas, los más nacionalistas, de esa gente había que tener cuidado de que no se expandiera.
Y no se expandió. --Roberto Thieme decía que él era partidario de transformar a Patria y Libertad en un grupo paramilitar y usted contrario. --Pero evidente. ¿Un grupo paramilitar con las Fuerzas Armadas al frente? Absurdo. Nos pegaban un papirote y nos mandaban al suelo. Y hacíamos el ridículo y además manchábamos a toda la derecha en Chile. --El tema más delicado fue el homicidio del edecán Araya... --Que no teníamos nada que ver. En su primera entrevista en años, el abogado entrega su crítica visión del país. También revisita los episodios más controvertidos de su trayectoria, desde Patria y Libertad --y su rechazo a volverse un grupo paramilitar-hasta su relación con Pinochet o la cancelación que sufrió en la Universidad de Chile.
ÁLVARO VALENZUELA MANGINI MACARENA PÉREZ "CREO QUE NADIE JUGARÍA UN CENTAVO a la suerte del Poder Judicial en Chile" PABLO RODRÍGUEZ: "Jaime Guzmán podía estar con nosotros en la época de Patria y Libertad, cuando las estructuras jurídicas decaen, pero no en otras condiciones", sostiene.. “CREO QUE NADIE JUGARÍA UN CENTAVO a la suerte del Poder Judicial en Chile” --Pero ahí participaron algunos que eran militantes. --Lo ignoramos. No fuimos ni citados a declarar, porque ahí se dio cuenta inmediatamente el ministro en visita y se detuvo a los autores, se los singularizó y se dijo: estas son las personas que participaron. Yo estaba asilado, así que no podía saber ni lo que hacían. --Usted se fue de Chile el 29 de junio, después del "tancazo". --Claro. El 29 de junio fue un lamentable error de los oficiales jóvenes, que querían botar a Allende y punto. Pero eso tenía que hacerse paulatinamente, razonablemente, prudentemente, como lo hizo Pinochet... Claro, si uno ahora dice, "lo hizo prudentemente Pinochet", lo matan. Pero es así. --Luego volvió a Chile a fines de agosto. --Yo dije no me voy a dejar pisotear.
Aparecíamos nosotros como cobardes, que nos habíamos desligado de todos los compromisos libertarios... Pero si yo no había hecho nada, ¿por qué me había tenido que ir al extranjero? La razón era muy sencilla: lo hicimos por los generales que estaban comprometidos con nosotros. No los íbamos a dejar en el despeñadero: los toman presos, los torturan y les hacen decir cualquier brutalidad. Esa fue la razón. Luego volvimos y nos vinimos clandestinamente.
El 11 me pescó en Temuco. --Llega entonces el Golpe y el régimen militar, pero allí usted y el sector nacionalista fueron al final poco influyentes. --Muy poco influyentes. --¿ Por qué? --Primero porque para ser influyente había que ser hostil. Y yo no iba admitir ser hostil con el general Pinochet y con los demás miembros de la Fuerzas Armadas. Nosotros no íbamos a pelear con ellos.
Y era cuestión de conversar con ellos para darse cuenta de que no conjugaban el punto de vista que nosotros planteábamos, de hacer un gran movimiento ideológico, de llevar adelante un modelo económico que realmente fuera virtuoso. --Se hablaba mucho de la pugna entre duros y blandos, y también de la pugna Pablo Rodríguez-Jaime Guzmán. --Jaime Guzmán era cien por ciento un hombre de derecha y un político tradicional. Su ideal político indudablemente era restablecer la democracia en Chile y si es posible, hacer desaparecer, borrando del mapa, todo lo que había sucedido con la Unidad Popular. Jaime podía estar con nosotros en la época de Patria y Libertad, cuando las estructuras jurídicas decaen, pero no en otras condiciones. --Pero él ya se había distanciado de ustedes en el 72, ¿no? --Sí. Podría decir que se fue distanciando con Eduardo Boetsch, con Gisela Silva, pero era distanciamiento, no era rompimiento. --Y el rompimiento se produce durante el gobierno militar. --Yo nunca tuve una aclarada con Jaime. Le tenía gran admiración porque era un tipo muy habiloso y como político tradicional habría sido espléndido. Pero no hubo nunca un rompimiento.
Se hablaba de los "blandos" y los "duros" porque nosotros planteábamos hacer un movimiento, mirando un poco a Franco: el establecimiento de un movimiento importante que sustentara políticamente al gobierno, con un plan económico avasallador, de manera de darle satisfacción a la gente. --¿ Y por qué usted, después del régimen militar, nunca volvió a actuar en política? --Porque vino un período completamente ajeno a mi persona, la famosa transición. Yo sostenía que la transición era un fracaso de pe a pa. Planteaba sobre todo una cosa que desgraciadamente nadie me hizo caso: no se preocupen solo del problema económico. El problema económico tiene gran importancia, pero mucho más importante es el modelo político. Vamos a perder todo lo que se ha hecho. --Años después, cuando Pinochet enfrentó su peor momento, con una avalancha de querellas, usted participó en su defensa. --La gente siente ciertas identidades con otros. Yo tenía una cierta identidad con el general Pinochet, yo le tenía mucha estimación personal. Es lo que me pasaba con don Jorge Alessandri. Ahora, si yo hubiera tratado de intervenir más en el gobierno militar, habría cometido un tremendo error.
Le habría echado mucha gente encima, habría sido inconveniente. --Y en la etapa final, ¿usted alguna vez le reclamó que no le había hecho caso? --¡ Pero mil veces!... ¿Qué le decía, general? Que íbamos a perder el plebiscito. Lo perdimos. Que nos iban a tratar mal. Nos trataron mal. Que nos iban a seguir juicios. Estamos llenos de juicios. Y mucha gente se hacía a un lado. Y eso resultaba un poquito escandaloso. --¿ Hubo gente que se dio vuelta? --Claro. Hay gente que dijo hasta aquí llegamos y de aquí nos salimos. Yo comprendo. Cada uno tiene que tomar el caballo por donde convenga. En ese sentido, yo lo excuso. Pero había gente que era pinochetista 100% y después resultó ser opositor 100%. n "Para ser influyente había que ser hostil. Y yo no iba admitir ser hostil con el general Pinochet"..