Editorial: Autonomía universitaria amenazada
Editorial: Autonomía universitaria amenazada za hacia las universidades ha sido una constante en la última década en Estados Unidos: mientras en 2015, el 60 por ciento de los norteamericanos confiaba en ellas, hoy solo el 36 por ciento lo hace. Especialmente críticos son los sectores republicanos, quienes ven una radicalización de la academia y una desconexión con la realidad social.
Tal crítica no es descaminada: incluso intelectuales cercanos al Partido Demócrata han advertido durante años respecto de la deriva de una parte del mundo académico, donde lo que se ha dado en llamar la cultura woke ha ejercido una cuasi hegemonía, particularmente en áreas como las ciencias sociales, imponiendo prácticas de cancelación y sofocando así el pluralismo. La respuesta a ello no puede ser, sin embargo, una intolerancia de signo opuesto promovida desde el gobierno. Si la dictadura de lo políticamente correcto debe ser rechazada es porque ahoga la libertad, condición básica de la vida universitaria. Pretender usar el poder de los fondos públicos para incidir en los programas académicos o para excluir determinadas visiones no es más que otra forma de cercenar esa libertad. La situación por la que atraviesan las universidades norteamericanas pone de relieve la vulnerabilidad de estas instituciones ante los intentos de interferencia del Estado.
En Chile, a diferencia de Estados Unidos, los planteles de educación superior encabezan la lista de las instituciones más confiables del país (Encuesta Bicentenario 2024). Ello, aunque el 65 por ciento piensa que están muy politizadas y el 64 por ciento, que han perdido autonomía en manos de grupos con intereses particulares, lo que implica una luz de alerta sobre su funcionamiento y la visión que proyectan hacia la sociedad. Con todo, tal vez la amenaza mayor que hoy enfrentan sea la que plantea el proyecto de nuevo financiamiento de la educación superior que impulsa el gobierno. Este introduce disposiciones que harían a las universidades más dependientes del Estado, restringiendo, por la vía económica, su autonomía. La experiencia que hoy está viviendo Estados Unidos es la más clara demostración del peligro que esa dependencia de los fondos públicos implica para la plena libertad académica. No es posible explicar el progreso de Estados Unidos sin sus universidades. Han sido ellas fuente para la expansión del conocimiento y del pensamiento crítico, cultivados en entornos de libertad de expresión y respeto por la divergencia. Eso les ha permitido históricamente atraer a los máximos talentos, en una sana competencia por la excelencia que, gracias a una simbiosis público-privada, ha significado avances significativos para ese país y para toda la humanidad. Sin embargo, las acciones emprendidas por la administración Trump en contra de las universidades de élite que ocupan los primeros lugares en los rankings mundiales amenazan con debilitar la autonomía académica que las caracteriza.
Acusadas de antisemitismo, de privilegiar prácticas de selección donde primarían patrones de diversidad, equidad e inclusión (DEI) y de fomentar posturas radicales, el gobierno ha retirado cuantiosos fondos federales y amenaza terminar con las exenciones tributarias vigentes si no se accede a sus demandas de cambio, exigiendo entre otras eliminar programas que hagan referencia a prácticas DEI y el activismo estudiantil, especialmente aquel referido al Medio Oriente.
Algunas universidades, como Columbia, inicialmente cedieron a la presión gubernamental, pero la situación comienza a cambiar luego de que Harvard que cuenta con un millonario fideicomiso de respaldo y que ha recibido el apoyo de académicos de Yale y del MIT rechazara las amenazas gubernamentales, apelando a la libertad académica, la que se estaría socavando por un “intento ilegal” del gobierno norteamericano, según palabras del expresidente Barack Obama. El severo recorte de los fondos federales a las universidades obligará a readecuaciones importantes en sus programas, afectará la disponibilidad de becas y golpeará a proyectos de investigación. Ello y el ambiente generado por las amenazas gubernamentales arriesga provocar fugas de talentos e impactar negativamente en áreas sensibles donde el aporte de las universidades es crucial, pero no siempre reconocido. Es efectivo que, según Gallup, el deterioro de la confianLa situación norteamericana pone de relieve la vulnerabilidad de estas instituciones ante los intentos de interferencia del Estado..