Autor: Jaime Fauré, Académico Psicopedagogía, Universidad Andrés Bello
Columnas de Opinión: Tecnología en las aulas: las voces que faltan
Columnas de Opinión: Tecnología en las aulas: las voces que faltan OoColumnaEscuchar a docentes yEs semanas se ha discutido bastante sobre la posible modificación de la ley N020.370, que busca regular el uso de celulares y dispositivos tecnológicos en las aulas chilenas. Para algunos, la tecnología se ha convertido en la causa de numerosos problemas educativos. Sele acusa de generar dependencia, promover la distracción e incluso deteriorar el pensamiento crítico.
Para otros, en cambio, la tecnología representaestudiantessignificaría. le esperanza de poderentrar, por fin, al siglo XXI. ¿Cómo se podría prohibir la esperanza? Sin embargo, se ha pa-reconocerlos como A agentes 2CUvOsy conscientes, capaces sadoporaltounpunto de discernir y aportar “encia latecnología, y ideas coherentes y fundamentadas. por sí sola, no es buena ni mala, es neuuso que le demos. ma, sino en cómo se integra en los procesos educativos. rramientas, que pueden ser tan poderosas como inútiles. dizaje, fomentar la creatividad y desarrollar habilidadesni tral.
Todo depende del El problema, entonces, no está en la tecnología misEl celular, la tablet o el computador no son más que heLa clave está en cómo las usamos para potenciar el aprencríticas en los estudiantes. Por lo tanto, en esta discusión falta una pieza clave:la voz del profesorado y del alumnado. Nos hemos con-centrado tanto en regular y controlar que hemos olvidado que son ellos quienes experimentarán, de primera mano, el impacto de estas políticas. Ahora bien, no se trata simplemente de preguntarles si creen que es útil o no usar el celular o el computador en clases.
Se trata de invitarlos a sumarse a la reflexión sobre cómo, por qué, para qué, dónde y cuándo debemos usar la tecnología, qué efectos esperamos que tenga en el aprendizaje y qué rol debería jugar en la formación. Escuchar esta voz reflexiva debiese ser esencial para quienes toman decisiones políticas. El beneficio de hacer esta consulta con ellos sería enorme. Escuchar a docentes y estudiantes significaría reconocerlos como agentes activos y conscientes, capaces de discernir y aportar ideas coherentes y fundamentadas, algo a lo que deberíamos acostumbrarnos en este país. A ver si, de una vez por todas, dejamos nuestra tendencia a hablar cuando debemos escuchar. En educación este es un error que es crucial corregir si realmente queremos avanzar. Es hora de dejar de imaginar cómo serán las escuelas cono sin tecnología y empezar a escuchar a quienes realmente viven el día a día en ellas. Para ello, necesitamos un enfoque que no solo se centre en el control y la regu-lación, sino también en la reflexión que nos lleve hacia unuso responsable y crítico de la tecnología. Hagámoslo de la mano de las comunidades educativas, desde la reflexión crítica. ¿Cómo podemos construir una educación para el mañana sin contar con ellos hoy?.