Trump y el legado de William McKinley
Trump y el legado de William McKinley Dentro de todos los temas que mencionó el Presidente Donald Trump durante el discurso inaugural de su segundo mandato, no dejó pasar la oportunidad de rendir un breve homenaje a una figura crucial en la historia de Estados Unidos: el Presidente William McKinley. McKinley fue electo presidente por primera vez en 1896, asumiendo el cargo en 1897. Y si bien fue reelecto en 1900, su segundo mandato se vio trágicamente interrumpido por su asesinato en septiembre de 1901, apenas unos meses después de comenzar. Su entonces vicepresidente, Theodore Roosevelt, asumió la presidencia tras su muerte, continuando muchas de las políticas iniciadas por McKinley. En su discurso, Trump deslizó algunos de los principales logros de McKinley, los cuales no solo consolidaron el poderío económico de Estados Unidos, sino que también lo proyectaron como una potencia global emergente. En efecto, uno de los puntos clave fue su gestión económica. McKinley asumió el liderazgo en medio de las secuelas de una de las peores depresiones económicas (1893) del siglo XIX.
En ese contexto, a través de la promulgación de la Ley del Patrón Oro, en 1900, aseguró la estabilidad monetaria, permitiendo que el dólar estuviera respaldado por oro, una decisión que afianzó la confianza en el sistema financiero del país. Esta política cimentó una base sólida para el crecimiento económico sostenido y atrajo inversión extranjera. McKinley también destacó por imponer el llamado Arancel Dingley (1897), una medida proteccionista que impulsó la industria nacional al restringir la competencia extranjera. Aunque este enfoque fue criticado por algunos sectores, permitió que Estados Unidos fortaleciera su posición como una potencia industrial global, favoreciendo el desarrollo interno y la creación de empleos. Sin embargo, fue su liderazgo durante la Guerra Hispano-estadounidense de 1898 lo que consolidó el lugar de McKinley en la historia. Bajo su dirección, EE.UU. emergió victorioso en un conflicto breve pero transformador, que se tradujo en que Puerto Rico, Guam y Filipinas quedaran bajo control estadounidense. Además de tener un papel protagónico en el proceso de independencia de Cuba. Estas acciones expandieron la presencia de Estados Unidos en el Caribe y el Pacífico, marcando el inicio de su papel como potencia global y naval. Otro de los legados de McKinley fue su impulso a la "Política de puertas abiertas" en China. Este enfoque buscó garantizar el acceso igualitario al mercado chino para todas las potencias extranjeras, promoviendo un comercio libre y equitativo en una región clave.
Asimismo, el Presidente McKinley impulsó la modernización militar, al fortalecer tanto el ejército como la marina, lo que preparó a la nación para proyectar su poder a nivel internacional, sentando las bases para el liderazgo militar estadounidense en el siglo XX.
De esta forma, la alusión en el discurso de Trump no solo rindió tributo a McKinley, sino que también sugiere que muchos de sus desafíos actuales encuentran paralelismos en las decisiones tomadas por este líder de fines del siglo XIX.
Al parecer, en un momento de incertidumbre y tensiones globales, el legado de McKinley sirve como un recordatorio de la importancia de un liderazgo decidido y de políticas que equilibren el interés nacional con las responsabilidades internacionales. Y Trump parece querer avanzar por esa senda. ALBERTO ROJAS Director del Observatorio de Asuntos Internacionales Universidad Finis Terrae. -