Los últimos momentos de Allende, según su edecán más cercano
TRAS FONDO Habla de temas tributarios, de los grandes debates económicos, de los desafíos del Ministerio de Hacienda... José Miguel Sánchez Callejas no es un extraño en los medios de comunicación. Pero hasta ahora, lo había hecho siempre en su rol de académico, como decano de la Facultad de Economía y Administración de la U. Católica.
Jamás para contar con calma su historia familiar, una que incluso algunos de quienes trabajan con él desconocían hasta hace muy poco y que le hizo transcurrir varios días de su infancia en La Moneda y Cerro Castillo, o en eventos donde pasaron como invitados personajes como Fidel Castro o la cosmonauta rusa Valentina Tereshkova. "Nunca he hablado mucho de esto", reconoce el ingeniero comercial. Es por la memoria de su padre que se decidió a hacerlo: Roberto Sánchez Celedón, el edecán aéreo de Salvador Allende.
El mismo que lo vio apenas momentos antes de morir y a quien ese día 11 de septiembre se le había encomendado una misión crucial. "UN AFECTO MUTUO" Del tiempo que estuvo Allende en el gobierno, Sánchez Celedón fue el único edecán que se mantuvo durante tres años a las órdenes del ex primer mandatario. Esto, pese a que lo habitual era que el puesto durara máximo dos. "A mi papá le pidieron que siguiera un tercer año. Él era oficial de la FACh, comandante de grupo", recuerda el decano. No era un cargo fácil, en especial en 1973. En julio habían asesinado al edecán naval Arturo Araya Peeters, baleado cuando se encontraba en el balcón de su casa de calle Fidel Oteíza. El hecho trastocó por completo la vida de la familia Sánchez. Reorganizaron las habitaciones para que los dormitorios no dieran hacia la calle y desde ese día, tuvieron un carabinero de punto fijo en la puerta. "La división del país era tremenda. Había atentados todos los días, de todo tipo. Me acuerdo en las noches los bombazos, de todos los bandos. Era un ambiente muy complicado y en mi casa se vivía así: mi papá salía en la mañana y no sabíamos si iba a volver", dice el académico, que tenía 14 años en ese momento. Con Allende, el edecán (de 47 años, garantizar su seguridad en Palacio. LA LLAMADA Tras salir por Morandé 80, partieron al Ministerio de Defensa. Desde allí, el edecán de la Fuerza Aérea llamó a su casa, avisó que estaba bien.
No llegó hasta varias horas después. "Hay una cosa que quizá no mucha gente sabe, pero la señora Tencha, que tenía también una relación de confianza con mi mamá, llama por teléfono a la casa en la tarde de ese mismo día 11. Ella estaba en la casa de Felipe Herrera. Llama a mi mamá y le dice: Chichi, tú sabes lo que pasó, dime lo que pasó.
Y mi mamá fue la persona que le contó a la señora Hortensia Bussi de Allende lo que ella sabía y lo que le había contado mi papá: que el Presidente Allende se había suicidado y que su cuerpo estaba en el Hospital Militar", relata el decano. "Esa fue la manera en que la señora Tencha se habría enterado de que Allende ya había fallecido". El día 12, la misión del edecán era acompañar los restos de Allende, que serían enterrados en Viña del Mar. Partió cerca de las 11 de la mañana a recoger el cuerpo al Hospital Militar y luego al Grupo 10 de la FACh en Cerrillos, donde estaba esperando un avión.
Según Sánchez, "estaban la señora Tencha, una hermana del Presidente, un sobrino, entiendo, y nadie más". En el entierro, ante este pequeño grupo, "la señora Tencha dijo: quiero que sepan que aquí se entierra al presidente constitucional de Chile". Sánchez Celedón siguió en la FACh luego del 73. Lo ascendieron a coronel, de hecho. En junio del 75 lo llamaron a retiro. No podía seguir la carrera porque quienes decidían los ascensos dudaban de él, dice su hijo. Le costó, pero pudo reinventarse: primero en la venta de autos y luego en LAN Chile, donde fue feliz rodeado de aviones. Así lo recuerda su hijo, como alguien que pese a las circunstancias que vivió "nunca fue una persona política, nunca participó de nada, ni antes ni después. Era un oficial de la Fuerza Aérea y su vida era la aviación". Los últimos momentos de Allende, según su edecán más cercano en ese minuto) era cercano. Le tocó acompañar al entonces jefe de Estado en numerosas ocasiones en viajes internacionales: a las Naciones Unidas, al Kremlin, a Argelia. Su hijo no se atreve a calificarlo de amistad, pero cree que "se desarrolló un afecto mutuo por la relación que tenían". La cercanía también se dio con la familia del Presidente. De hecho, a inicios de septiembre el edecán viajó a México, junto a su mujer, para acompañar a Hortensia Bussi e Isabel Allende. El Presidente les había pedido ir a expresar solidaridad y llevar ayuda a ese país, azotado por inundaciones y un terremoto. Volvieron a Chile el 9, apenas días antes del Golpe. UN AVIÓN LISTO Eran las 5 de la mañana del 11 cuando el teléfono sonó en la casa de Sánchez. Era el secretario del comandante en jefe de la FACh y el llamado indicaba que el edecán debía partir inmediatamente al Ministerio de Defensa.
Su padre no estaba al tanto de lo que ocurriría ese día, dice el decano, pues "estaba completamente fuera de los circuitos que estaban decidiendo". Ya en el ministerio, le entregan su misión: debía ofrecerle a Allende un avión y acompañarlo donde quisiera. No podría ser tan lejos porque la aeronave era un cuatrimotor a hélice... pero la instrucción era intentar convencerlo de que saliera y partir con él. Sánchez Celedón fue a su casa, recogió su maletín negro, echó algo de ropa y se despidió de su familia. "No sé cuándo vuelva. Es posible que tenga que viajar para acompañar al Presidente Allende a donde él quiera ir", les dijo. Ninguno en la casa tenía idea de cuándo lo verían de nuevo. La siguiente parada fue la calle Tomás Moro, pero Allende ya no estaba allí... había partido a La Moneda, hasta donde continuó el edecán a eso de las 9 de la mañana. Ya había tanques militares afuera del Palacio y entró corriendo, con la gorra bajo el brazo. Entró a la sala de edecanes, les comunicó a los otros dos lo que debían hacer y les pidió que fueran juntos a hablar con el mandatario. Miembros del GAP, armados, miraron con desconfianza a los tres uniformados y no los querían dejar pasar. Allende pidió que les permitieran el paso y se quedó solo, con los tres oficiales. Entonces, Sánchez Celedón habló: "Presidente, tengo esta misión. Hay un cuatrimotor equipado con una tripulación que yo conozco y yo lo voy a acompañar donde usted quiera... ". La respuesta de Allende fue clara, por ningún motivo pensaba salir del país ni renunciar. Les contestó que de ahí solo saldría muerto, que iba a defenderse. "Tenía al lado una ametralladora que le había regalado Fidel Castro y la tenía grabada con una dedicatoria.
Les dice, además, que va a guardar la última bala para suicidarse, y les señala también cómo lo va a hacer. `Me voy a poner el cañón aquí', y les muestra el cañón poniéndoselo en el paladar", cuenta el hijo del edecán, de acuerdo al relato de su padre. A continuación, pidió a los tres uniformados abandonar La Moneda. Desde ese momento, les dijo, ya no podía Roberto Sánchez, edecán de la Fuerza Aérea de Salvador Allende, tuvo la tarea de acompañar al mandatario en diversas actividades. EL MERCURIO VALENTINA GONZÁLEZ Los últimos momentos de Allende, según su edecán más cercano.