José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional
José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional S e acepta que una ciudad no está conformada tan solo por calles, viviendas, plazas y arboledas. Una ciudad es, en esencia, la sinergia de hombres y mujeres que la habitan y que se esfuerzan por lograr sus proyectos, sus anhelos y esperanzas.
Y, cuando esos logros superan la barrera individual, transformándose en la simiente del progreso de las artes, de la ciencia, de la empresa y de la sociedad, sólo resta agradecer y testimoniar el orgullo de compartir el mismo suelo, las mismas calles y el mismo amor que ellos sintieron por su suelo natal.
De esa manera, conocer a uno de los tantos pintores que ha tenido Talca, así como parte de sus obras y talento, ayuda a comprender que en algo influyeron en las generaciones posteriores hasta lograr ser parte fundamental del proceso de identidad, de madurez y crecimiento que se ha José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional Jorge Valderrama Gutiérrez SIGUE EN LA PÁGINA 18 logrado hasta hoy.
Quizás José Agustín Araya haya sido cubierto por una nube de olvido, una fumarola que oscurece su imagen... ésa que se disipa algo cada vez que "aparece" un escrito como éste.. - - - - - - José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional Discípulo de Pedro Lira José Agustín Araya nació en 1874 en la entonces pujante ciudad de Talca. Sus primeros estudios los realizó en su urbe natal, demostrando prematuramente un innato talento para el dibujo.
Debido a que sus padres eran de humilde condición social y no contaban con los recursos económicos para costear su porvenir en una institución especializada, el año 1892, a la temprana edad de diecisiete años, en reconocimiento a sus esfuerzos y talento, la Liga Protectora de Estudiantes Pobres de Talca le otorgó una pequeña pensión que le permitió ingresar a la Academia de Pintura de Santiago en 1894 a formarse en el oficio de pintor. Allí fue discípulo del maestro Pedro Lira, quien lo reconoció como un artista de gran empuje, agudeza y grandes proyecciones.
Entre sus compañeros de estudio figuraron Julio Fossa Calderón y otro sobresaliente plástico ligado a su ciudad de origen: Pablo Burchard, quien más tarde daría clases particulares y enseñaría en el Liceo de Hombres de Talca.
Además de otros méritos, Agustín Araya supo imprimir una cuota de perspicacia vernácula a una subyugante y europeizada formación, puesto que su técnica perfecta en el dibujo y en la reproducción de motivos inspiró la realización de temas colindantes al costumbrismo que le posibilitaron escrutar en las profundidades psicológicas de los personajes.
Imprimiendo un sello propio En el paisaje pictóricamente lacónico de las postrimerías del siglo XIX, con un arte criollo apenas boyando en el ambiente latino, emergió la talentosa figura de ese gran pintor que forjó con sus dotes extraordinarias un sello propio. Siendo ampliamente conocido en Chile, el año 1903 fue por primera vez a Francia en pos del camino que esa nación le señalaba a los artistas nacionales de la época, una fascinadora ciudad luz: París.
Poco después, en 1905 -en reconocimiento a sus habilidades y destrezas plásticas-, obtuvo una beca del Gobierno que le costeaba sus estudios pictóricos en Francia, nación en la que residió largo tiempo, haciéndose habitual el verlo sentado en su caballete a la ribera del Sena, en el Moulin Rouge o en los cafés parisinos. En la Academia Jullien de París, aprendió modernas técnicas y procedimientos artísticos que reforzaron su base teórica, destacando entre ellos sus estudios de anatomía. José Agustín quedó -al igual que otros compatriotasdeslumbrado ante la cultura gala que atraía a artistas e intelectuales como la luz a las luciérnagas. Entonces, como reconocieron los expertos, esos "completaban allí sus estudios en diferentes academias para después volver a Chile impregnados de inspiraciones ajenas al alma nacioCuadro Oración de la Noche. Óleo sobre tela de 70,5 por 94,5 centímetros. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile. Obra La Niña del Cántaro Pinacoteca Universidad de Concepción. Óleo sobre tela de 119 por 84 centímetros. La Madre. Pintura al óleo sobre tela de 50 por 60 centímetros. Museo Nacional de Bellas Artes. VIENE DE LA PÁGINA 17 Autorretrato del pintor talquino José Agustín Araya. Óleo sobre tela de 119 por 84 centímetros. Pinacoteca de la Universidad de Concepción, Concepción, Chile. En las postrimerías del siglo XIX -cuando el arte criollo apenas boyaba en el ambiente latino-, emergió la talentosa figura del pintor talquino José Agustín Araya, quien precozmente manifestó sus extraordinarias dotes pictóricas. De origen humilde, la Liga Protectora de Estudiantes Pobres de Talca le otorgó una pequeña pensión para que pudiese costear sus estudios de arte en la Academia de Pintura en Santiago, el año 1894.
Allá fue discípulo de Pedro Lira, teniendo como compañeros de estudio a Julio Fossa Calderón y Pablo Burchard, hasta que fue becado en 1905 por el Gobierno de Chile a la Academia Jullien, de París, Francia, radicándose sus últimos días en Bilbao y Barcelona -España-, abatido por el fallecimiento de su esposa.
José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional En su cuadro La Niña del Cántaro, obra de formato rectangular, los expertos en arte destacan que es una composición basada en un paisaje rural, que tiene en primer plano la figura femenina de una niña, de tres cuartos, de cabeza en perfil y cuerpo en medio perfil. La figura lleva falda de color café claro, blusa en color ocre y sobre los hombros un chal en color terracota. En su mano derecha sostiene un jarrón de greda de color café oscuro; y en su mano izquierda sostiene una fruta que apoya sobre sus labios para morderla. Detrás de ella se observa la tierra y césped. En el fondo una casa de adobe color blanco con techo café claro, y una puerta al extremo derecho de la pintura, en la cual se puede ver la figura de una mujer sentada. Al lado izquierdo de la casa una pared en colores café, ocres y terracotas y el cielo nuboso en color blanco y tonos grises. La obra lleva marco de madera con detalles en relieve dorados. Asimismo, el óleo Niño Atribulado, es también una composición rectangular, mediante la cual el autor José Agustín Araya aproxima al espectador a una íntima escena, ejecutada en óleo sobre tela. La composición está formada a partir de la representación de un niño sentado y doblegado hacia delante, con su cabeza inclinada y lánguida sobre su brazo derecho. Su mano izquierda se apoya en el suelo. La figura del muchacho lleva pantalón hasta la rodilla de color café, y camisa en tonos claros. El fondo revela paredes externas de una vivienda, en tintes ocres. Se puede observar la delicadeza en la composición, la armonía del color y el dominio en el dibujo. Niño Atribulado, presenta un instante de abatimiento o dolor profundo. Algunos artistas que han representado a niños de sectores populares, lo hicieron a partir de una tendencia costumbrista. En tanto, el cuadro La Madre posee todas las características ya mencionadas, profundizando en un hondo sentimiento y correcto dibujo. Es una obra rectangular, de orientación horizontal, cuya composición está basada en una mujer sentada al lado de una figura que yace postrada en una cama. La mujer, de perfil izquierdo, tiene el pelo recogido y viste ropas oscuras, con un manto rojo oscuro que le cubre la espalda (textos adaptados del original de Álvarez Urquieta). nal. Aprendían el oficio, las modernas técnicas y procedimientos, reforzaban su base teórica, pero muchas veces también internalizaban los modelos de una sociedad lejana a su identidad cultural.
Al volver, la mayoría se sobrep onía a ese influjo; otros, sin embargo, se refugiaban en el nostálgico recuerdo de un mundo lejano" (Zamorano, 1992). A su regreso a la patria mostró mayor interés por los temas costumbristas criollos e influencias de los pintores barrocos de lo tenebroso, obras que escapaban al gusto de la época en el país.
En ese tenor, se resalta que aquel entonces -segunda década del siglo pasado e inicios del siglo XIX-, se hacía sentir en el país cierta prosperidad y auge económico, tanto en la economía como en la cultura.
Así, el intercambio artístico con Francia ya era intenso, y debido al predominio francés los pintores nacionales realizaban exposiciones de arte francés a todo lo largo de la nación, lo que para el crítico de esa nacionalidad avecindado por casi cincuenta años en Chile, Ricardo Richón-Brunet, venía a dar "una nota de elegancia y refinamiento artístico a la alta cultura nacional... Todo hombre tiene dos patrias: la propia y París". Dicha influencia alcanzó hasta al Ejército.
Así, en ese paisaje pictóricamente lacónico de las postrimerías del siglo XIX con un arte criollo apenas boyando en el ambiente latino, emergió la talentosa figura del gran pintor talquino José Agustín Araya que forjó con sus dotes extraordinarias un sello propio. El fundidor. Óleo sobre tela del pintor José Agustín Araya, que se exhibe en el Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso. Niño Atribulado. Óleo sobre tela, de 110 por 80 centímetros, que pertenece a la Colección del Banco Central, Santiago, Chile.
Durante su trayectoria obtuvo numerosos galardones y premios nacionales e internacionales, como Mención Honrosa Dibujo, Salón Oficial, Santiago, 1896; Tercera Medalla Pintura, Salón Oficial, Santiago, 1898; Segunda Medalla de Pintura, Salón Oficial, Santiago, 1899; Primera Medalla Salón Oficial, Santiago, 1901; Premio de Costumbres Certamen Edwards, Salón Oficial, Santiago, 1901; Premio Certamen Maturana, Salón Oficial, Santiago, 1901; Premio de Honor Certamen Edwards Salón Oficial, Santiago, 1903; en 1903 es pensionado por primera vez a Europa; pensionado a Europa por segunda vez por el Gobierno de Chile en 1905; Primera Medalla Exposición Internacional de Quito, Ecuador, 1909.
Asimismo, realizó múltiples exposiciones colectivas: 1894 Salón Oficial Santiago; además participó en el Salón Oficial desde 1896 hasta 1904 ininterrumpidamente y después en 1925; 1909 Exposición del Cincuentenario de su Fundación, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago; las póstumas de 1979 "El niño en la pintura chilena"; 1987 Panorama de la Pintura Chilena, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago y la más próxima de 1999 Tradición y Modernidad en el Arte Chileno a Principios de Siglo: Dos Esquemas en Conflicto, Centro de Extensión Pedro Olmos, Universidad de Talca. Radicado en Europa en compañía de su esposa, el fallecimiento de ésta lo sumió en un estado de depresión profunda que lo llevó a abandonar París y dirigirse a España. Vivió en Bilbao y Barcelona, donde trabajó como ilustrador de revistas.
Allá se aisló sin que jamás respondiera una carta, perdiendo todo contacto con su ciudad natal y sus raíces, hasta que falleció en 1930, quedando sepultado bajo un distante cielo y en el más hermético abandono.
Finalmente, ¿quién recuerda, o más bien, escuchó hablar de José Agustín Araya en Talca? La ciudad que lo vio nacer, en particular, y la historia de Chile en lo global, tienen una deuda histórica con ese maestro del pincel, pues no se ha le otorgado el homenaje póstumo que se merece; no se ha erigido ni siquiera un pedestal en reconocimiento a su excelente obra que, con toda justicia, merece ser ensalzada.
Epílogo En toda disciplina humana -ciencias, arte, humanidades-, en toda manifestación del espíritu de nuestra especie, y en todo campo del conocimiento, un hijo de Talca ha estado presente, entregando una contundente contribución a su grandeza. Ello adquiere mayor relieve cuando dimensionamos el aporte de José Agustín Araya a la plástica nacional, ya que está considerado como una eminencia del realismo nacional.
En tal contexto, si bien muchos connacionales se formaron en el viejo continente -debido a lo cual la pintura chilena pudo haber estado influenciada a lo largo de su historia por una mirada europea, bajo moldes franceses, italianos, españoles e ingleses-, no resulta inadmisible aseverar que José Agustín Araya impuso un estilo característico que legó a las futuras generaciones de pintores.. - - José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional S e acepta que una ciudad no está conformada tan solo por calles, viviendas, plazas y arboledas. Una ciudad es, en esencia, la sinergia de hombres y mujeres que la habitan y que se esfuerzan por lograr sus proyectos, sus anhelos y esperanzas.
Y, cuando esos logros superan la barrera individual, transformándose en la simiente del progreso de las artes, de la ciencia, de la empresa y de la sociedad, sólo resta agradecer y testimoniar el orgullo de compartir el mismo suelo, las mismas calles y el mismo amor que ellos sintieron por su suelo natal.
De esa manera, conocer a uno de los tantos pintores que ha tenido Talca, así como parte de sus obras y talento, ayuda a comprender que en algo influyeron en las generaciones posteriores hasta lograr ser parte fundamental del proceso de identidad, de madurez y crecimiento que se ha José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional Jorge Valderrama Gutiérrez SIGUE EN LA PÁGINA 18 logrado hasta hoy.
Quizás José Agustín Araya haya sido cubierto por una nube de olvido, una fumarola que oscurece su imagen... ésa que se disipa algo cada vez que "aparece" un escrito como éste.. - - - - José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional Discípulo de Pedro Lira José Agustín Araya nació en 1874 en la entonces pujante ciudad de Talca. Sus primeros estudios los realizó en su urbe natal, demostrando prematuramente un innato talento para el dibujo.
Debido a que sus padres eran de humilde condición social y no contaban con los recursos económicos para costear su porvenir en una institución especializada, el año 1892, a la temprana edad de diecisiete años, en reconocimiento a sus esfuerzos y talento, la Liga Protectora de Estudiantes Pobres de Talca le otorgó una pequeña pensión que le permitió ingresar a la Academia de Pintura de Santiago en 1894 a formarse en el oficio de pintor. Allí fue discípulo del maestro Pedro Lira, quien lo reconoció como un artista de gran empuje, agudeza y grandes proyecciones.
Entre sus compañeros de estudio figuraron Julio Fossa Calderón y otro sobresaliente plástico ligado a su ciudad de origen: Pablo Burchard, quien más tarde daría clases particulares y enseñaría en el Liceo de Hombres de Talca.
Además de otros méritos, Agustín Araya supo imprimir una cuota de perspicacia vernácula a una subyugante y europeizada formación, puesto que su técnica perfecta en el dibujo y en la reproducción de motivos inspiró la realización de temas colindantes al costumbrismo que le posibilitaron escrutar en las profundidades psicológicas de los personajes.
Imprimiendo un sello propio En el paisaje pictóricamente lacónico de las postrimerías del siglo XIX, con un arte criollo apenas boyando en el ambiente latino, emergió la talentosa figura de ese gran pintor que forjó con sus dotes extraordinarias un sello propio. Siendo ampliamente conocido en Chile, el año 1903 fue por primera vez a Francia en pos del camino que esa nación le señalaba a los artistas nacionales de la época, una fascinadora ciudad luz: París.
Poco después, en 1905 -en reconocimiento a sus habilidades y destrezas plásticas-, obtuvo una beca del Gobierno que le costeaba sus estudios pictóricos en Francia, nación en la que residió largo tiempo, haciéndose habitual el verlo sentado en su caballete a la ribera del Sena, en el Moulin Rouge o en los cafés parisinos. En la Academia Jullien de París, aprendió modernas técnicas y procedimientos artísticos que reforzaron su base teórica, destacando entre ellos sus estudios de anatomía. José Agustín quedó -al igual que otros compatriotasdeslumbrado ante la cultura gala que atraía a artistas e intelectuales como la luz a las luciérnagas. Entonces, como reconocieron los expertos, esos "completaban allí sus estudios en diferentes academias para después volver a Chile impregnados de inspiraciones ajenas al alma nacioCuadro Oración de la Noche. Óleo sobre tela de 70,5 por 94,5 centímetros. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile. Obra La Niña del Cántaro Pinacoteca Universidad de Concepción. Óleo sobre tela de 119 por 84 centímetros. La Madre. Pintura al óleo sobre tela de 50 por 60 centímetros. Museo Nacional de Bellas Artes. VIENE DE LA PÁGINA 17 Autorretrato del pintor talquino José Agustín Araya. Óleo sobre tela de 119 por 84 centímetros. Pinacoteca de la Universidad de Concepción, Concepción, Chile. En las postrimerías del siglo XIX -cuando el arte criollo apenas boyaba en el ambiente latino-, emergió la talentosa figura del pintor talquino José Agustín Araya, quien precozmente manifestó sus extraordinarias dotes pictóricas. De origen humilde, la Liga Protectora de Estudiantes Pobres de Talca le otorgó una pequeña pensión para que pudiese costear sus estudios de arte en la Academia de Pintura en Santiago, el año 1894.
Allá fue discípulo de Pedro Lira, teniendo como compañeros de estudio a Julio Fossa Calderón y Pablo Burchard, hasta que fue becado en 1905 por el Gobierno de Chile a la Academia Jullien, de París, Francia, radicándose sus últimos días en Bilbao y Barcelona -España-, abatido por el fallecimiento de su esposa.
José Agustín Araya: alma fuerte y destacado pintor del realismo nacional En su cuadro La Niña del Cántaro, obra de formato rectangular, los expertos en arte destacan que es una composición basada en un paisaje rural, que tiene en primer plano la figura femenina de una niña, de tres cuartos, de cabeza en perfil y cuerpo en medio perfil. La figura lleva falda de color café claro, blusa en color ocre y sobre los hombros un chal en color terracota. En su mano derecha sostiene un jarrón de greda de color café oscuro; y en su mano izquierda sostiene una fruta que apoya sobre sus labios para morderla. Detrás de ella se observa la tierra y césped. En el fondo una casa de adobe color blanco con techo café claro, y una puerta al extremo derecho de la pintura, en la cual se puede ver la figura de una mujer sentada. Al lado izquierdo de la casa una pared en colores café, ocres y terracotas y el cielo nuboso en color blanco y tonos grises. La obra lleva marco de madera con detalles en relieve dorados. Asimismo, el óleo Niño Atribulado, es también una composición rectangular, mediante la cual el autor José Agustín Araya aproxima al espectador a una íntima escena, ejecutada en óleo sobre tela. La composición está formada a partir de la representación de un niño sentado y doblegado hacia delante, con su cabeza inclinada y lánguida sobre su brazo derecho. Su mano izquierda se apoya en el suelo. La figura del muchacho lleva pantalón hasta la rodilla de color café, y camisa en tonos claros. El fondo revela paredes externas de una vivienda, en tintes ocres. Se puede observar la delicadeza en la composición, la armonía del color y el dominio en el dibujo. Niño Atribulado, presenta un instante de abatimiento o dolor profundo. Algunos artistas que han representado a niños de sectores populares, lo hicieron a partir de una tendencia costumbrista. En tanto, el cuadro La Madre posee todas las características ya mencionadas, profundizando en un hondo sentimiento y correcto dibujo. Es una obra rectangular, de orientación horizontal, cuya composición está basada en una mujer sentada al lado de una figura que yace postrada en una cama. La mujer, de perfil izquierdo, tiene el pelo recogido y viste ropas oscuras, con un manto rojo oscuro que le cubre la espalda (textos adaptados del original de Álvarez Urquieta). nal. Aprendían el oficio, las modernas técnicas y procedimientos, reforzaban su base teórica, pero muchas veces también internalizaban los modelos de una sociedad lejana a su identidad cultural.
Al volver, la mayoría se sobrep onía a ese influjo; otros, sin embargo, se refugiaban en el nostálgico recuerdo de un mundo lejano" (Zamorano, 1992). A su regreso a la patria mostró mayor interés por los temas costumbristas criollos e influencias de los pintores barrocos de lo tenebroso, obras que escapaban al gusto de la época en el país.
En ese tenor, se resalta que aquel entonces -segunda década del siglo pasado e inicios del siglo XIX-, se hacía sentir en el país cierta prosperidad y auge económico, tanto en la economía como en la cultura.
Así, el intercambio artístico con Francia ya era intenso, y debido al predominio francés los pintores nacionales realizaban exposiciones de arte francés a todo lo largo de la nación, lo que para el crítico de esa nacionalidad avecindado por casi cincuenta años en Chile, Ricardo Richón-Brunet, venía a dar "una nota de elegancia y refinamiento artístico a la alta cultura nacional... Todo hombre tiene dos patrias: la propia y París". Dicha influencia alcanzó hasta al Ejército.
Así, en ese paisaje pictóricamente lacónico de las postrimerías del siglo XIX con un arte criollo apenas boyando en el ambiente latino, emergió la talentosa figura del gran pintor talquino José Agustín Araya que forjó con sus dotes extraordinarias un sello propio. El fundidor. Óleo sobre tela del pintor José Agustín Araya, que se exhibe en el Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso. Niño Atribulado. Óleo sobre tela, de 110 por 80 centímetros, que pertenece a la Colección del Banco Central, Santiago, Chile.
Durante su trayectoria obtuvo numerosos galardones y premios nacionales e internacionales, como Mención Honrosa Dibujo, Salón Oficial, Santiago, 1896; Tercera Medalla Pintura, Salón Oficial, Santiago, 1898; Segunda Medalla de Pintura, Salón Oficial, Santiago, 1899; Primera Medalla Salón Oficial, Santiago, 1901; Premio de Costumbres Certamen Edwards, Salón Oficial, Santiago, 1901; Premio Certamen Maturana, Salón Oficial, Santiago, 1901; Premio de Honor Certamen Edwards Salón Oficial, Santiago, 1903; en 1903 es pensionado por primera vez a Europa; pensionado a Europa por segunda vez por el Gobierno de Chile en 1905; Primera Medalla Exposición Internacional de Quito, Ecuador, 1909.
Asimismo, realizó múltiples exposiciones colectivas: 1894 Salón Oficial Santiago; además participó en el Salón Oficial desde 1896 hasta 1904 ininterrumpidamente y después en 1925; 1909 Exposición del Cincuentenario de su Fundación, Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago; las póstumas de 1979 "El niño en la pintura chilena"; 1987 Panorama de la Pintura Chilena, Instituto Cultural de Las Condes, Santiago y la más próxima de 1999 Tradición y Modernidad en el Arte Chileno a Principios de Siglo: Dos Esquemas en Conflicto, Centro de Extensión Pedro Olmos, Universidad de Talca. Radicado en Europa en compañía de su esposa, el fallecimiento de ésta lo sumió en un estado de depresión profunda que lo llevó a abandonar París y dirigirse a España. Vivió en Bilbao y Barcelona, donde trabajó como ilustrador de revistas.
Allá se aisló sin que jamás respondiera una carta, perdiendo todo contacto con su ciudad natal y sus raíces, hasta que falleció en 1930, quedando sepultado bajo un distante cielo y en el más hermético abandono.
Finalmente, ¿quién recuerda, o más bien, escuchó hablar de José Agustín Araya en Talca? La ciudad que lo vio nacer, en particular, y la historia de Chile en lo global, tienen una deuda histórica con ese maestro del pincel, pues no se ha le otorgado el homenaje póstumo que se merece; no se ha erigido ni siquiera un pedestal en reconocimiento a su excelente obra que, con toda justicia, merece ser ensalzada.
Epílogo En toda disciplina humana -ciencias, arte, humanidades-, en toda manifestación del espíritu de nuestra especie, y en todo campo del conocimiento, un hijo de Talca ha estado presente, entregando una contundente contribución a su grandeza. Ello adquiere mayor relieve cuando dimensionamos el aporte de José Agustín Araya a la plástica nacional, ya que está considerado como una eminencia del realismo nacional.
En tal contexto, si bien muchos connacionales se formaron en el viejo continente -debido a lo cual la pintura chilena pudo haber estado influenciada a lo largo de su historia por una mirada europea, bajo moldes franceses, italianos, españoles e ingleses-, no resulta inadmisible aseverar que José Agustín Araya impuso un estilo característico que legó a las futuras generaciones de pintores..