Desde el Fondo de la Palabra XII. Una fiesta inolvidable
Desde el Fondo de la Palabra XII. Una fiesta inolvidable ANIMALES SAGRADOS... I)csdc el Fondo de la Palabra 1iii (i( Por_ Tomás Vio Alliende Ira Ira una noche de esas bien frías de invierno. Estábamos en cuarto medio, a meses de salir del colegio. Todo empezaba un viernes, el último día de la semana. Nos juntamos cinco cinco amigos en la esquina de mi casa y caminamos hacia una fiesta que quedaba a seis o siete cuadras de distancia. Nadie manejaba o tenía auto, pero nos encontrábamos en el barrio de siempre a una distancia segura. Benito fue el primero en llegar; después lo hicieron los hermanos Opazo, el Keule y yo, siempre el último en aparecer. Eramos compañeros de curso, de salidas nocturnas; llevábamos una vida juntos en el barrio y en el colegio. A los diecisiete diecisiete o dieciocho años, vaya que eran importantes la confianza y la hermandad. Nos desplazamos por la noche como jóvenes pistoleros, riéndonos del sonido brusco de los bototos de milicos comprados en el mercado mercado persa por los hermanos Opazo. Todo hacía presagiar que la fiesta cerca de La Cañada sería buena, aunque éramos colados, ya que sólo el Keule había sido invitado por Gonzalo, el dueño de casa. Llegamos y entramos sin problemas. Era un lugar de dos pisos, no demasiado grande. El papá de Gonzalo no estaba, pero llegaría llegaría luego. Viajaba fuera de Chile al otro día. Aparte de Gonzalo y mis amigos no conocía a nadie salvo a Greta, a la que divisé en una esquina del patio. Ella iba en un curso más abajo que yo, el tercero A. Había sido mi polola unos meses atrás. Greta me miraba de reojo. Se notaba que sentía un poco de amor-odio por mí, porque había sido yo quien terminó la relación. Igual me gustaba, no lo niego; tenía lo suyo, pero yo estaba con mis amigos. A esas alturas de mi vida no quería que me cuestionaran dónde andaba, qué hacía, con quién estaba, qué respiraba, qué comía. Q_uería sentirme libre. Cómo has estado? Greta me golpeó suavemente en la espalda y me pilló volando bajo. Estaba vestida de negro con su pelo cobrizo teñido con henna henna y cortado al estilo Cleopatra. Me sentía como en una escena clásica de «La chica de rosa» o «Algo maravilloso», comedias románticas gringas ochenteras que abordaban el clásico drama de chico conoce chica.
“Bien”, serio y la quedé mirando. :m Al otro lado del patio mis amigos nos observaban y reían haciendo gestos infantiles en forma de corazón, igual que cuando uno pololeaba pololeaba con una compañera en básica. No había nada más estúpido que esa situación de ex hablando como ex, pensando en que ya nada era igual que antes. Y era cierto. No conversamos mucho rato y volví a juntarme con el grupo. Me molestaron un rato largo. Gonzalo había optado por una música alternativa, tipo “discoteque Blondie”, con canciones de Lou Reed y Bauhaus. No le conocía esa faceta gótica. «Bela Lugosi is dead», sonaba en el equipo Akai de última generación. Keule yios hermanos Opazo que andaban juntos para todos lados se metieron en las piezas de la casa a explorar. Me quedé en el living mientras Greta seguía mirándome de reojo. En los parlantes sonaba «Love will tear us apart» y yo no sabía qué hacer. Benito bailaba como enajenado; había hecho buenas migas con Antonia, la hermana de Gonzalo. Miré mi reloj y ya eran más de las dos. El Keule y los hermanos Opazo me llamaron discretamente. Querían que fuera a la pieza de Gonzalo. Llegué disimuladamente. Me mostraron un terrario grande arriba de una mesa. Adentro había unas plantas, un par de piedras grises, un calentador y una iguana verde esmeralda, de un tamaño relativamente pequeño para los dos metros que llegan a medir esos reptiles. Aluciné, siempre me habían gustado las iguanas; de hecho quería tener una, pero mis padres nunca me dejaron. I 1 V manifiestan estos seres vivos, y porque para este escritor, todos los animales tienen algo de sagrado en sus estructuras fisicas yen su comportamiento. Se desempeña desde 2012 en la Agencia Chilena para la Inocuidad y Calidad Alimentaria (Achipia), del Ministerio de Agricultura de Chile.. Desde el Fondo de la Palabra XII. Una fiesta inolvidable En ese momento tenía una verdadera iguana ante mis ojos. Perfecta, Perfecta, antediluviana, lo más parecido a un dinosaurio que podría ver en mi vida. Traté de tomarla, pero se escapó de mis manos; era bastante escurridiza. Keule ylos Opazo miraban con incredulidad el panorama. Intenté tomarla de nuevo y se arrancó del terrario. Saltó de manera muy rápida. Trepó por una de las sillas y se afirmó de la alfombra hasta salir por la puerta de la pieza. Comenzamos a buscarla por todos lados. Parecíamos locos, aunque había que disimular. disimular. Nadie podía darse cuenta, menos Gonzalo. Le avisamos a Benito, quien se nos unió en la búsqueda muy a su pesar porque lo estaba pasando bien con Antonia. Antonia. Salimos al jardín y nada. Era la noche del lagarto. Yo estaba demasiado nervioso y Greta me seguía mirando. Miré mi reloj y me di cuenta que eran cerca de las tres de la mañana. La luna llena encendía el patio de Gonzalo, pero no había rastros del lagarto. “Me va a matar cuando sepa que se me arrancó. ¿Qué voy a hacer?”, pensaba. Benito, Keule y los Opazo también estaban urgidos. Buscamos por todos lados, afiera y adentro. question oftime», de Depeche Mode, no ayudaba mucho a la concentración de la búsqueda. búsqueda. Los invitados nos miraban raro, Greta también. Incluso me preguntó qué me pasaba. “Nada malo, no te preocupes”, le respondí con un nudo en la garganta. La noche, que prometía ser una de las mejores de mi vida, se convirtió en un martirio, una pesadilla. Qué te pasa Vicente? Puedo ayudarte. Estás transpirando, insistió Greta. Era cierto, sudaba; no podía pensar en otra cosa que no fuera en la iguana. Greta era muy amable en preguntar, pero no podía decirle nada. Era muy arriesgado. Después de largo rato de búsqueda me di por vencido. “Perdimos la mascota de Gonzalo, tendremos que quedarnos callados”, les dije suavemente a mis amigos. New Order, los Pixies, y otros tantos músicos alternativos surcaron por nuestros oídos.
A eso de las cinco de la mañana, cuando sonaba «El baile de los que sobran», de Los Prisioneros, Gonzalo encendió las luces y nos echó de la casa porque porque su padre había llegado y necesitaba descansar al menos unas horas. El lagarto había desaparecido y no podía decir nada. Greta me tomó la mano y salimos de la casa. Me gustó sentirla ahí, presente como cuando pololeábamos; a pesar de que no sabía nada de la iguana ella estaba ahí, apoyándome igual que cuando estábamos juntos. Caminamos. Mis amigos habían tomado la delantera y cruzaron la calle. Me miraban raro porque estaba con Greta. Se burlaron con chiflidos y gritos inentendibles por la distancia. Me sentía desanimado por la maldita iguana. “Ojalá Gonzalo nunca logre darse cuenta de que ftii yo el culpable”, me decía una y otra vez. Ingenuamente esperaba que el reptil pudiera aparecer. Greta apretó mi mano. Le hice una seña a mis compañeros para avisarles que me iba a quedar con ella un rato en la plaza que estaba frente a la casa de Gonzalo. Chiflaron un par de veces más y siguieron su camino. Nos sentamos con Greta en una banca y nos abrazamos por largo rato. Era bueno el reencuentro. Sin hablar demasiado nos besamos apasionadamente. Abrí los ojos y quedé estupefacto. A un metro de distancia de donde estábamos, la iguana (era ella, estoy seguro que era la misma) me miró y fijó sus ojos negros en los míos, desafiándome. Movió su cola y luego se escurrió en medio de los arbustos. Me levanté rápidamente, ante la sorpresa de Greta. Durante varios minutos di vueltas buscándola. No volví a verla. En el colegio nunca se volvió a tocar el tema. Si Gonzalo llega a leer esta historia se va a dar cuenta de que yo fu el culpable de la pérdida de su lagarto en una fría noche de invierno. Le pido las disculpas del caso. Fue sin intención. Vb - Me mostraron un terrario grande arriba de una mesa. Adentro había unas plantas, un par de piedras grises, un calentador y una iguana verde esmeralda, de un tamaño relativamente pequeño para los dos metros que llegan a medir esos reptiles. Aluciné, siempre me habían gustado las iguanas; de hecho quería tener una, pero mis padres nunca me dejaron..