Selección universitaria
Selección universitaria E l número de seleccionados a las universidades en la primera fase del proceso de admisión creció en un 5,1% respecto del año pasado, elevándose a un poco más de 150 mil jóvenes (la segunda etapa aún está en desarrollo). Pero aunque ese incremento es celebrado, se trata principalmente del resultado de una reducción en las exigencias de puntaje mínimo para postular. En efecto, antes de la PAES, típicamente, dos tercios de quienes habían rendido la prueba de selección a las universidades tenían el puntaje --450 puntos-para postular a ellas. Con el nuevo examen, el puntaje mínimo de postulación --458 puntos promedio en las pruebas de Competencia Lectora y Matemáticas 1-corresponde a una posición muy distinta en la distribución de esos resultados. Así, en la admisión 2025, un 92% de los jóvenes cumplía con ese mínimo.
Además, como los puntajes ahora no están estandarizados, esta proporción puede cambiar de un año al otro: en la admisión pasada fue de un 89%. Esta menor exigencia para postular a las universidades reduce, a su vez, la matrícula en educación superior técnico-profesional. No ha habido un debate serio respecto de si esto es razonable en nuestro país. En vez, las autoridades muestran insatisfacción con el carácter de los programas que se ofrecen en la educación superior. Querrían que la formación de pregrado estuviese más vinculada al desarrollo productivo del país o que moldease su evolución. Es un error y no se debería dedicar mucho tiempo a esa reflexión. La pregunta más interesante apunta más bien a desentrañar qué carácter debe tener una formación moderna para potenciar las posibilidades de que las personas se puedan adaptar a un mundo de cambios laborales constantes. Las falencias que muestran nuestros trabajadores de todos los niveles educacionales en habilidades fundamentales --pensamiento crítico, rigor analítico, competencias lectoras y numéricas, flexibilidad y curiosidad intelectual, entre otras-entregan algunas pistas. Posiblemente, la formación de pregrado debería estar más motivada por el desarrollo de esas habilidades en un inicio, con especializaciones más tardías. Es respecto de esta dimensión donde debería existir una deliberación, antes que pretender definir las carreras supuestamente más apropiadas para el país. De este proceso de selección también queda en evidencia una separación de puntajes promedio cada vez más marcada entre universidades.
De alguna manera, esto es inevitable: los estudiantes de mayores aptitudes académicas prefieren estar juntos y se van ordenando de acuerdo con sus posibilidades, incluso cuando no necesariamente ello significa que esas instituciones sean las que más valor les agregan. Por cierto, en algunas carreras específicas, los ordenamientos son distintos de los que sugiere el promedio. Esto refleja que el sistema se encuentra lejos de estar consolidado y que buenos proyectos pueden alterar los órdenes que se observan actualmente, más allá de que la inercia sea fuerte. El debate debería centrarse en las habilidades a desarrollar antes que pretender definir las carreras supuestamente más apropiadas..